Historias… las diversas experiencias derivadas de éstas, son las que riegan nuestro día a día y que nos acompañan a ser mejores o peores personas según sea la interpretación de ésta, en consecuencia, como sabemos, esto incluye así también a nuestros principios, pues eso será lo que asegurará nuestra personalidad, así que, aferrados firmemente a esto, damos por hecho que Atsushi tenía una fortaleza demencial en su ser, pues… ¿quién en su sano juicio tendría aún esperanzas después de lo que acababa de ver? Como sea, su cuerpo aterrizó sin ningún rasguño sobre el asfalto, creando una enorme grieta debajo suyo, pero aquello no le importó, ya que su prioridad era ver el estado en el que se encontraba su amada Sheila.
—¡Sheila! —apenas gritó su nombre, una sombra se levantó entre la humareda, brindándole así un poco de luz a esta inocente criatura, quien en sus preciosos y atigrados ojos, se reflejaron la figura de Akutagawa, el cual sostenía al idiota de Osamu algo atontado—. ¡Gracias a Dios! —soltó desde el fondo de su corazón, y por desgracia, presenció cómo su allegado, caía inconsciente al suelo—. ¡Ah! ¡Sheila! ¡Sheila! —repitió una y otra vez, de modo que, entre tropezones, se acercó y la tomó de los hombros sin darle importancia a ese suicida que estaba reincorporándose completamente desorientado.
—¿Dónde…? —Osamu miró la calle y luego el helicóptero destrozado, como así también, se tomó el tiempo de analizar al chico que sostenía al inconsciente de Akutagawa.
—Porque… ¿por qué no responde? —expresó desesperado Atsushi que, en su desesperación, se creyó que la persona a la cual sostenía, estaba muerta, es por eso que unas lágrimas empezaron a asomársele, hasta que el chico alto que estaba a su lado, lo interceptó.
—Oye… tú… eres parte de la agencia de detectives, ¿no? —le consultó al otro, a lo que el joven tigre lo miró con desconcierto.
—¿Qué? —al comienzo, no entendió del todo, o más bien, no quería entender—. ¿Kevin? —se atrevió a decir con un tono lleno de dudas.
—¿Ah? —soltó el de las vendas—. No, no soy quien piensas, aunque… —se llevó una mano a la barbilla y algo apenado agregó—. Tengo algunos recuerdos vergonzosos que quiero omitir, por lo que creo saber a qué te refieres —apenas Dazai dio a conocer esta información, los brazos de Atsushi perdieron fuerza, dejando caer el cuerpo que sostenía sobre el suelo, y logrando que Ryu se pegara en la cabeza; quizás esta acción le permitiría dormir un rato más al susodicho. Como sea, ante la expresión desconcertante del muchacho, Osamu le preguntó—. ¿Estás bien? Pareces más afectado que yo.
—Este… —ahogado por un pesar que contuvo debido al shock, las lágrimas de Nakajima comenzaron a caer de forma constante; el dolor lo había desbordado repentinamente como si fuera un niño pequeño recién nacido, con la diferencia que no era la necesidad lo que lo abrumaba, sino que la revelación de que su pareja, había regresado a su mundo. Presa de una verdad innegable, se apoyó derrotado con sus brazos y puños sobre el piso, acción que Osamu miró con desprecio, aunque… con la diferencia, de que ahora tenía algo más de empatía que en el pasado gracias a Oda, así que, se acercó a él, y lo tomó del hombro para llamar su atención, de modo que, apenas Nakajima levantó la mirada, éste fue recibido con cachetazo por parte de Dazai; la sorpresiva acción de ese mafioso, hizo que el menor lo observara estupefacto mientras se sostenía la zona afectada.
—¿Has vuelto a la realidad? —le consultó, a lo que Atsushi bajó la cabeza al encontrarse con una mirada tan afilada—. Mira… —desde aquí, Osamu empezó a explicarse con paciencia—, soy bastante nuevo en esto, pero creo que es evidente que no lograrás nada llorando —advirtió él—. Esas personas… ¿no te han dejado nada en el caso de que algo como esto sucediera? —indagó, lo cual hizo sobre exaltar a Atsushi, lo que le dio a entender a Osamu que, efectivamente había algo, así que éste sonrió—. Bien, entonces deberías considerar levantar la cabeza o te dejaré atrás —después de decir esto, Dazai se puso de pie, y Atsushi se reincorporó con él. A los pocos minutos, llegaron Fukuzawa junto con el resto.
—Parece que sobreviviste —se dirigió a Osamu, y en cuanto el mafioso fue nombrado, éste volteó hacia el presidente e hizo una pequeña reverencia en señal de respeto hacia ese antiguo samurái.
—Lamento decir que no lo conozco lo suficiente, presidente Fukuzawa, pero… —canturreó él—. Creo que la persona que se tomó la osadía de remplazarme, sí, por lo tanto, sabrá por mis acciones indirectas que quiero unirme a su organización —se llevó dignamente la mano al pecho con un toque elocuente.
—¿Es así?, aunque por lo que tengo entendido, no eras tú el que hizo todo este desastre, por lo tanto, no es del todo válido por más que sea tu cuerpo —señaló a Akutagawa inconsciente, y luego Kenji se asomó entre un montón de chatarra que quedó producto de toda esta situación caótica.
—¡Señor! ¡No hay nadie entre los restos! ¡A excepción del piloto, los otros escaparon! —señaló.
—Ya veo, ya veo… —asintió varias veces Osamu sin prestar atención a lo que decía el presidente, a lo que Fukuzawa lo miró sin expresión. Justo en ese momento, Atsushi, encontrándose un poco más revitalizado, pero igualmente abatido en secreto, intervino.
—Mis disculpas, pero… necesito apartarme un rato para pensar —aclaró—. ¿Se me permite hacer eso, señor? —le consultó a Fukuzawa.
—Oh… claro muchacho, pero no te tomes demasiadas libertades aún; hay cosas que debemos resolver debido a lo experimentado —aseguró el mayor, a lo que Atsushi asintió, para luego alejarse de ellos—. Ese chico realmente ha recibido un golpe muy fuerte —comentó en su ausencia.
—Se recuperará; parece tener agallas —dio a entender Dazai, quien luego se silenció por sí mismo; algo parecía molestarle, hasta que se atrevió a seguir con la charla—. En cuanto a mi compañero…