Tú, Yo y los Besos

Capítulo 3-Azul

"En vano intento convencerme de que el Polo es el reino del hielo y la desolación: siempre se presenta a mi imaginación como la región de la belleza y el placer"
Frankestein; o el moderno Prometeo, Mary Shelley

— ¡Hola, guapa! ¿Vas a casa este fin de semana?

—Mierda—chisteo sobándome la cabeza, la intrusión de Celia me ha dado tal susto que le he pegado la frente al tubo de la litera.

Eso me pasa por leer con la cabeza descolgada

—¿Qué es eso? —se interesa la mulata y me muevo como un jubo para recuperar el cuaderno de tapa de cuero que se me ha caído al suelo.— No puede ser… lograste robárselo ¡Déjame leerlo!

—¡No! —lo alcanzo antes que ella— ¡quita, quita!— le grito y me siento encima del cuaderno.

—¡Que pesada! ¿y tú si puedes leerlo? —me puntea pero yo ni caso, así como no me molesto en negarlo cuando es obvio que al entrar estaba súper concentrada.

Estamos en mi cuarto en la residencia estudiantil, todo muy básico: dos literas, de las que ocupo una de las plazas de abajo; 4 taquillas metálicas; dos mesas de dibujo; un escritorio; un baño y fin, eso es todo.

—¿Tú que haces aquí, pesada? —le devuelvo el mote.

Celia y yo a veces nos tratamos medio mal, pero según ella, en el fondo es el amor de mi vida.

Ambas cruzamos cuarto de Arquitectura, somos del mismo pueblo; y gracias a Dios, no compartíamos el mismo cuarto: ella es una obsesa del orden y la limpieza; y yo... pues, tengo una mala leche que te cagas.

— Mi papá me viene a buscar mañana en la tarde noche, solo quería ahorrarte el viaje en tren, pesada; por cierto, ¿no deberías haber entregar ya ese cuaderno? —me pongo colorada —No me digas que… ¿Conseguiste que accediera a llevarte?

Asiento débilmente

—Mañana en la noche… así que hasta el sábado no voy a casa.

—Si es que te puedes levantar de la cama— comenta maliciosa

—¿De qué hablas? — retruco a la defensiva

—Vamos, Azul, no te hagas la tonta, esa enemistad que se cargan no es más que atracción sexual reprimida…

—No es...

—¿No es qué?—me corta— ¿En serio lo odias tanto porque su acumulado es mejor que el tuyo por un par de décimas? ¡Eso a ti en qué te afecta! Si igual te vas del país apenas te gradúes y el título de oro no te lo quitan ni a trompadas… Mateo no es competencia para ti, ninguno de nosotros lo somos, así que tu problema con él no es de cerebro, si no de vagina… Tú solo te das un par de tragos y te abres de piernas, ya verás cómo se te hace más ligera la vida.

Le doy un almohadazo

—¿En serio para ti todo gira en torno al sexo? —le increpo toda digna cuando la verdad mi corazón es un tractor con hipo

—Cagar, comer, dormir, templar… somos seres básicos, no hacer uno de ellos es como perder un tercio de vida.

—¡Que profunda! —chuleo, ella se encoje de hombros y se deja caer de espaldas en mi cama. —por cierto, ¿Has vuelto a comunicarte con él?

—No lo niegas… —sonríe pícara para luego hacer una mueca— y no, Trébol no se ha vuelto a poner en contacto conmigo.

Aun cuando lo disimula bien, sé que ella no es tan “liberal” como profesa, es solo una princesa que ha besado demasiados sapos en su vida…

—¿Trébol? ¿A poco crees que en verdad ese sea su nombre? —me voy por el tema ligero 

Cada una tiene sus cosas, ella lo sabe, yo también; y por acuerdo táctico, dejamos en paz los fantasmas.

Se encoge de hombros

—A mí ya bien poco me importa —me mira con reproche— a poco no fui yo quien hice un trato con él después de todo…

Mi mente se desvía al momento en el que acepté el trato. Los internos del aula nos juntamos para ir a una fiesta exclusiva a la que nos invitó el nuevo ligue de Celia: “Trébol”.

Baile, bebidas, hierbas, coqueteo… lo básico, hasta que nos vimos envueltos en un extraño juego…

Nada del otro mundo: un círculo, una botella, pero en vez de verdad o reto, “Trago o Trato”

Rápido me di cuenta de que la bebida tenía algo extraño, así que cuando me tocó escogí trato

Róbale el cuaderno a Mateo Adams, tráemelo antes de la próxima luna llena.

Flipé en serio ¿Cómo ese tío sabía que conocíamos a Mateo, cómo sabía que siempre andaba con un estúpido cuaderno?

Me dio mal rollo su propuesta, todo él me lo daba; pero Azul Vega no es de las que se achantan por nada, o al menos de eso va la carátula…

¿Y si no lo hago, que pierdo?

Sonrió, y muy a mi pesar me inquietó el brillo de sus ojos.

Si no lo logras, me deberás un pequeño favor de nada; si lo haces, seré yo quien quede en deuda contigo.

¿Confié en él?

No

¿Acepté el reto?

¿Por qué?

Quizá porque soy idiota…

La mala sensación me duró aun después de que se acabara el juego; perdón, lo que en verdad me comía el cerebro era la posibilidad de que ese chico lo conocía, al verdadero Mateo; es lo que me está llevando a seguir directo su juego: saber qué tanto puedo conocerlo...

—¿Lo conoces? —pregunté entre curiosa y picada cuando sin ningún tipo de disimulo, se me acercó en la barra.

¿Cómo sabía que daba clase con nosotros? ¿Cómo atinó a preguntarme a mí de entre todos?

Sonrió

Digamos que es como mi hermano...

Ahí estaba, un pálpito, las alarmas sonando pero la necesidad insana de saber de él, de rellenar los espacios en blanco… 

Si no lo hago… ¿cuál es tu precio?

—¿Curiosa? ¿Eso no le quitaría la gracia? —lo miré mal, pareció pensárselo, al final deslizó una baraja sobre la mesa— Trailo a casa…

Me quedé sin palabras, él esperó, solo pude destapar la baraja: “El Purgatorio” Un Rey de diamantes sobre un trono de basto y espadas llenaba la baraja

—¿Qué es esto? —farfullé.

El lugar donde los sueños alcanzan su precio—susurró sobre mi oído en una sinuosa promesa —deslizó otra baraja, un Jack de corazón de ojos pardos, pelo negro y sonrisa taimada— con una sola vez basta, su familia lo extraña




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