Tú, Yo y los Besos

Capítulo 9-Azul

— Te crees superior ¿no es cierto?

Vale, esto de espiar a escondidas quizá se me está volviendo una manía preocupante...

Sé que debería darme la vuelta o pasar de largo; pero la imagen de la chica que intenta colgar sus brazos en el cuello de Mateo, me mosquea de un modo que me deja clavada en el suelo...

Siguen discutiendo bajo; aunque no puedo oírlos no deben hablar de algo agradable; la chica se ve afectada al punto de parecer al borde de las lágrimas. Me da hasta lástima.

La examino a conciencia, nunca había visto una chica como ella. Es muy delgada y dos mechones rosas chillones enmarcan su rostro cargado de maquillaje. Tiene un raro estilo gótico descuidado combinado con prendas de colores chillones como los dos gruesos brazaletes naranja que cubren sus muñecas. Se ve muy nerviosa, no deja de comerse las uñas y parpadea a cada rato como si le fuera difícil enfocar la vista

¿Qué es todo esto? ¿Quién es ella? ¿Su novia? ¿Una ex?

Mateo se aleja otra vez de su alcance y se acercan a la columna detrás de la que me escondo, entonces sé que no puedo escapar sin correr el riesgo de ser descubierta.

—No tiene por qué ser así, existe otro modo... —le espeta Mateo en un tono frío que incluso a mí me estremece

— ¿Lo has conseguido tú? —el contraataque de la chica resuena como un disparo y como tal parece alcanzar a Mateo.

La chica evalúa su reacción con cierto reconocimiento y se ríe con sorna, como si el silencio de Mateo fuera respuesta suficiente

— Sigues yendo al faro ¿no es cierto? —la chica pronuncia lentamente las palabras dejando atrás con ellas a la chica llorosa e insegura para dar paso a la hiena que acorrala a su presa. La misma mala vibra de antes me recorre.

Mateo se queda en silencio, totalmente tenso. Esta vez no reacciona cuando ella se acerca para acariciar su mejilla

— Vuelve con nosotros... —le susurra con voz de arpía melosa

¿Con ellos? ¿Quiénes son ellos?

«Trailo a casa...» ¡Trébol! — Una mala sensación me recorre por completo al recordar al chico que me puso el reto y asociarlo con esto.

Mateo endurece su rostro y la mira con algo que apostaría es una muda advertencia. Ella retrocede, pero aun así sigue hablando

—¡¡Tú y yo somos iguales, Mateo!! Solo que yo... A veces... —cierra sus ojos por un segundo como si buscara calmarse, sin embargo sigue atacando con cierto despecho— perdón por no ser tan masoquista como tú y aferrarme a algo que me da un respiro al menos...

El gesto de Mateo se tuerce y de repente parece perdido en sus recuerdos.

Ella lo mira con lástima y cambia su tono a uno conciliador, persuasivo, mucho más suave

—No te tortures más; vuelve con nosotros, me duele saber por lo que pasas... y sí, okey, sé que no es una solución, pero es lo único que tenemos...

— No es real —sisea Mateo

—Es el único modo de olvidar —responde ella con convicción— es lo máximo a lo que podemos aspirar: "jugar a sentirnos más... aunque solo sea un sueño"... al menos eso, ¿no?... ¡¡¿Qué tienes tú?!!

Mateo hunde sus hombros y a mí se me cae el alma al suelo... No es bueno, no es bueno, no es bueno...

Estoy segura, sea lo que sea el Purgatorio, no es algo bueno...

— Carlos lo tendrá; lo sabes ¿no? —vaticina la chica mientras deposita algo en uno de los bolsillos inferiores de la chaqueta de Mateo

— No es tan bueno como para eso —le espeta Mateo

— Encontrará el modo de que nos ayudes; te lo prometo... —remarca de un modo, que al menos a mí me parece amenaza— no tienes ni idea de qué es lo que está en juego —dice con voz ahogada, como si le torturara si quiera pensar en pronunciar esas palabras.

—Adiós, Clarissa, espero no volver a verte.

La risa ácida de ella hace que me den náuseas, ¿esta gente de dónde sale? 

— ¡¡Yo espero verte pronto!! —le grita a la espalda de un Mateo que camina en dirección a mi escondite.

El corazón me martillea en las sienes, no sé por qué ni para qué pero instintivamente sé lo que tengo que hacer...

Mateo pasa de largo pero alcanzo a agarrarlo por el brazo detienéndolo.

— Buenos días, Rey Mono... ¿acaso no hay un saludo esta mañana para tus enemigos? —le hablo buscando distraerlo

Me mira por un momento, totalmente ausente, hueco...

No me responde; solo se zafa de mi agarre y sigue caminando.

No espero más y abro mi mano aun temblando...

¿Pastillas? ¿Esa chica le dio pastillas a Mateo?

Todo pasa demasiado rápido como para detenerme a pensarlo; Mateo retrocede y avanza con rabia hacia mí, sus ojos fijos en mi mano.

Impulsivamente corro y lanzo las pastillas a la alcantarilla que hay en la acera a la entrada del docente; juro que por un segundo veo alivio en sus ojos; no obstante, al instante me mira irritado.

En rápidas zancadas salva la distancia que nos separa, mira por un momento por encima de mi hombro y agarra mi brazo arrastrándome de vuelta al primer piso y de ahí al sótano del docente.

Decido dejar de forcejear para que me suelte cuando su agarre empieza a hacerme daño.

Aunque sé por instinto que debería permanecer callada, me pueden la incertidumbre y el miedo, así que me defiendo del único modo en que sé hacerlo: golpeando primero...

— ¿Acaso tu madre no te enseñó modales? —le espeto jalando lo suficientemente fuerte como para zafarme

Me mira con los ojos bien abiertos y jadea

—¡¡¿Cuál es tu maldito problema, Azul?!! —explota y nunca antes lo había visto tan molesto.

No sé qué esperaba tras mi ataque; pero para nada el gesto de dolor que nubla sus ojos ni la ira mal contenida con la que dispara sus palabras como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano para no ahorcarme...

— La princesita no soporta no ser el centro de atención todo el tiempo ¿eh? Por eso mete su respingona nariz en todos lados, porque el egocentrismo le puede... ¡¡Despierta de una maldita vez!! —me grita— ¡¡Este es el mundo real, y tú no tienes derecho a meterte en donde no te llaman ni a obligar a otros a estar todo el tiempo pendiente de ti!! ¡Crece ya, coño! No eres una niña, apréndete esto: cada/persona /tiene /su propio/ Universo y tú no eres el centro de todos... ¡¡Salte de una maldita vez de mi cabeza!!




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