Tú, Yo y los Besos

Capítulo 10-Mateo

Rayos, odio los días como estos, de esos en los que parece que el Karma ha decidido cobrarte de a una todas las faltas de tus vidas pasadas.

Es domingo y estoy despierto desde las 6 de la mañana haciendo recados para el hogar de anciano donde trabajo de vez en cuando —me pagan, no es caridad, que quede claro.

Me aplastaron, literalmente, en el camión del infierno que trae hacia el callejón de muerte donde recogí esta tarta de cumpleaños para una viejecilla que no debe recordar su nombre, ¡cuánto menos que es su cumpleaños!

Justo ahora hago trapesismo para que no se me caiga esta cosa e intento andar por la estrecha acera, ya que la calle, aunque no pasen carros, está infestada de niños y pelotas y palos y perros… ¡que parecen tener la maquiavélica misión de tumbarme la tarta o a ambos!

Me centro en el final del callejón, como si fuera la luz al final del camino hasta que...

«Plufff»

Ley de la gravedad, ley de conservación de la cantidad de movimiento, 2da ley de Newton... Todo eso en vivo y en directo, ¡¡tarta al suelo!!

Al menos no va a ser lentamente devorada por un montón de encías sin dientes.

Espera... ¡tendré que compra otra con mi dinero!

— Pero que dem... —levanto la mirada

Ya ¡¡cómo no!! Azul... Tenía que ser justo ella; ¿Esto es una especie de venganza o algo así? Pues escogió un pésimo momento para eso

— Azul, ¡¡Esa tarta era para el cumpleaños de una abuela!!

Hay cierto tono de represalia en mi voz pero para Azul eso es menos que nada; simplemente se queda viéndome impasible y sólo se encoje de hombros en respuesta.

Vaya ¿ni un lo siento?

— ¿En serio, Azul? ¿Cómo puedes ser tan sin corazón? ¡¡Dime al menos que tu trasplante llegará pronto, por favor!!

He levantado la voz y sí, estoy muy irritado, aún así, la chispa del sarcasmo parece activárseme con ella de forma automática.

Ella, cómo no, sólo me mira y se pone más tiesa —claro, si algo así fuera posible— alza su barbilla y responde con sorna

— Todo eso del trasplante es mucho rollo y no estoy segura que tener sentimientos lo valga... pensaba invitarte mejor a ver al mago de Oz...

Me noquea la calma con la que me responde, no puedo evitar caer en su juego al mismo tiempo y la molestia va cediendo ante la picardía característica de nuestros enfrentamientos 

— ¿Me estás llamando sin cerebro? Recuerda que éste sin cerebro tiene mejor recorrido que tú —me río con suficiencia.

Sí, es solo una décima, pero sin dudas cuenta...

Noto rabia en su mirada, pero se controla y sigue disparándome. Justo lo que esperaba de ella

— No precisamente, aunque está claro que Dorothy no eres... O al menos eso pienso...

— Cobarde entonces...

— Tus palabras, no las mías...

Con que esas tenemos, eh.

Me acerco despacio a ella manteniendo todo el tiempo el contacto con sus ojos, me atrevo a poner mis manos en sus caderas y la atraigo hacia mí.

No dice nada, sabe que esto ahora es un duelo y Azul es demasiado orgullosa como para zafarse de uno; al menos no de forma tan abierta.

Acerco mis labios a su oído y percibo como se tensa. Esto es pan comido, le doy cinco para que desista.

— Ya... con que el cobarde soy yo ¿no? —susurro

Su abierta carcajada y el empujón que me da me toman totalmente por sorpresa.

La miro de frente y me topo con su rostro de guasa y prepotencia

— Me aburres... ¿con qué ibas a atacarme? ¿Con la amenaza de un imaginario beso? Siempre el mismo tonto juego —se acerca ella y extiende sus manos por mi cuello acariciándome los hombros en el proceso— pero la verdad, cariño, es que eres demasiado cobarde como para hacerlo; porque temes, le temes al rechazo detrás de tu súper ego, temes que yo te demuestre que no valen nada para mí ni tú ni tus besos.

Touché, Azul, soy un puto cobarde, me has descubierto; pero no tienes por qué saberlo, además, ¿qué marcan tus palabras? ¿Resentimiento porque no he vuelto a proponete mis besos?

Oh, esto se pone interesante, no estoy dispuesto a perder... y yo justo sé cómo se le gana al hielo: con fuego.

— Vaya, Azul ¿En serio estás tan desesperada por saber cuánto valen mis besos? —le digo con cierto tono de condescendencia— Sólo tenías que pedirme de por favor que te besara y lo hubiera hecho, te hubiera dado tu mágico primer beso...

La aprieto un poco contra mí, me acerco aún más a sus labios hasta casi rozarlos y le hablo sobre ellos

— Pues yo si tengo corazón... —la suelto y me alejo un paso —pero verás, a mí me asquea el chantaje emocional... Así que prueba otra táctica, gatita —le hablo volviendo a acercarme aunque no la toco— ¿decir probamos, por ejemplo...? No te preocupes, ya tendrás tu chance, te los seguiré ofreciendo...

Su cara es todo un poema, más aun cuando le guiño un ojo

¿Y ahora cómo sale de esto? ¿Cede o no cede a mi reto? ¿Qué moneda escoge: cobarde o desesperada por mi beso?

Haga lo que haga tendré ventaja sobre ella, podré usar su respuesta en su contra luego; pero... ahora mismo, parezco un pobre púber en espera de su primer beso. 

Esta vez retrocede ella, ríe como quien se burla de un mal chiste y de repente me mira totalmente seria.

— ¿En serio quieres saber que me bailan tus besos? No creo que estés capacitado para vivir con ello...

— ¿Preocupada por mí?

Se me ha puesto el corazón a mil, ya sé que es una tontería; pero pensar que al menos en broma le importo, me ha provocado cierto toque de expectativa y esperanza que no soy capaz de disfrazar del todo.

— ¡¡No hombre no!! Sólo eres mi buena acción más barata del día... verás, es que este año en serio espero regalo de Santa —se corta de repente y su mirada se torna cautelosa como si de pronto se diera cuenta de algo; ladea la cabeza y se me queda viendo.

Vale, ¿Qué está pasando? Al menos para mí ya ha dejado de ser un juego

— ¿Acaso te importa que llegaras a importarme? —ja, ni sé cómo me sorprende su comentario. Está siendo maligna y lo sabe...— ¿Qué es mi cariño, Mateo? ¿Un trofeo?




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