Tú, Yo y los Besos

17- Azul

¿Tendrá algún narcótico el orine de viejo? ¿Me habrá afectado el cerebro? ¿Mateo le habrá echado una de sus pastillas a mi  tarta? Eso o me he quedado dormida en algún momento y todo esto no es más que un sueño...

Lo cierto es que no he sido capaz de apartarme de Mateo. Su cercanía relaja y destensa mi cuerpo, sumiéndome en un estado de comodidad placentera que me ha impedido levantar mis defensas; y por un momento no se ha sentido mal no tenerlas... 

Mi mano aun se aferra al recuerdo de su beso, mis hombros al calor de su abrazo, uno capaz de exponerme y envolverme al mismo tiempo: vulnerable y segura, combinación imposible según mi diccionario, y más aún si quien lo despierta es Mateo, ya sea en su versión de víctima o bandolero; por eso no sé si esto, justo ahora, es una dulce pesadilla o un dulce sueño...

Despierta, Azul —me reprendo —no puedes hacerlo, recuerda que para él eres "una molestia" y que su mundo esconde lagunas demasiado oscuras  como para correr el riesgo...

Sin embargo le miro, y lo que veo, le sostiene el pulso a mis pensamientos.

La contradicción entre lo que sé y esto, nubla mi mente incapacitándola de mandar señales claras a mi cuerpo, quien libre de prejuicios y sermones, se ha bebido como adicto los roces que puede robarle a Mateo.

Intento decir algo, cualquier cosa para librarme de esta burbuja que me ahoga y seduce al mismo tiempo; y no puedo...

Oh no... sin dudas estoy perdiendo...

— Lo siento —dice de pronto; no le entiendo— Siento todo lo que te dije la otra vez —añade

— No tienes por qué disculparte, no dijiste nada que no fuera cierto

Apenas tomo conciencia de lo que he dicho me siento morir, giro mi rostro avergonzada, no sería capaz de soportar ver otra vez la lástima en los ojos de Mateo.

Por instinto me alejo, y los minutos de silencio después de eso son suficientes para volver a disfrazarme con mi máscara de hielo.

— No estamos de acuerdo en eso —habla con una seguridad aplastante— absolutamente nada de lo que dije concuerda con lo que pienso, ni ahora, ni en aquel momento, ni antes de eso.

— No era tu mejor día ¿no? —comento intentando desviar el tema

— Nop —es su escueta respuesta

— Esa chica... ¿era alguien importante? —no puedo evitar la tentación de preguntarle

Una sonrisa petulante se va formando en su rostro

—¿Celosa, Azul?—pregunta acercando su rostro al mío y otra vez empieza a convulsionar mi sistema

— Solo trato de comprobar los resultados de mi experimento... ya sabes, el orine de viejo como sustituto para el suero de la verdad. ¡¡Quizá hasta me gane un premio nobel si descubro que funciona con solo olerlo!!

Mateo se ríe entre incrédulo y divertido

—¡¡Vaya, Azul!! tú sí que sabes cómo elevar y dejar caer el orgullo masculino; y yo que pensaba que mi propuesta te había puesto tan nerviosa que se te resbaló el pomo de las manos

— ¿Y a ti? ¿te pone nervioso mi cercanía? —contraataco en un arranque de osadía acercando mi rostro al suyo hasta casi tocarnos

Una sonrisa lenta se abre paso en su rostro como única respuesta...

Justo ahora pagara por saber qué piensa

—Ella no es importante —esta vez es mi turno de sonreír con mofa ante su evidente cambio de tema— Es sólo parte de un pasado al que no volveré jamás —sus ojos me queman cuando me ve— al igual que el Purgatorio, todo eso, Azul, es malo.

Escucho la amenaza velada: no te intereses más por eso...

— Un pasado que se empeña en alcanzarte... —punteo

— No lo hará —reafirma alejándose

Puedo leer claramente que el tema está cerrado, al menos por hoy; pero la verdad, a pesar de las amenazas que recuerdo, le creo a Mateo, creo que no lo hará, que no podrá tocarlo... aunque me asusta siquiera pensar en cuál puede ser el precio

— ¡¡Que conste, esto no es una tregua!! es sólo una pausa hasta que se nos pasen las secuelas de la intoxicación por orine de viejo —le digo y las carcajadas de Mateo me confirman que he fracasado en mi intento de darle seriedad al tema

—Conozco un remedio... el helado es un excelente desintoxicante, así que en favor de nuestra guerra; andando, a por ello —me arrastra en dirección a la cremería del centro

— ¡¡Pero, Mateo!! ¡¡Que parecemos locos con estos trajes!!

— ¡¡Mejor!! ¡¡Así no iremos presos si nos vamos sin pagarles!!

Sonrío, otra vez su mano en mi mano me causa esta extraña sensación de no querer soltarle.




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