Tú, Yo y los Besos

26- Mateo

Siento sus dedos recorriendo las marcas de mi espalda y juro que vuelven a dolerme.

—Son hermosas… —dice como si en serio estuviera apreciando algo extraordinario, bello

— ¿Cómo pueden serlo?

Emite una débil sonrisa

—Hablan de lo fuerte que eres —explica —es algo así como: "¡¡miren, a pesar de todo estoy aquí, soy inquebrantable!!" —dice fingiendo mi voz, no puedo evitar reírme.

¡Entonces las besa! besa mis marcas y añade:

—No te avergüences de ellas...

Estoy totalmente erizado y probablemente sonrojado, el contacto de sus labios se me ha grabado a fuego.

Oh, Azul, tú y tu capacidad para iluminar mi mundo, ahora sé que cuando vea y piense en mis marcas ya no vendrá a mi mente mi pasado, si no el tacto y el calor de tus labios en suaves besos sobre mis cicatrices teniendo el valor suficiente como para darles un nuevo significado.

Siento que se impulsa, rodea con sus piernas mis caderas, se me cuelga a la espalda pasando sus brazos por mis hombros y descansando su mejilla en la mía.

Entonces lo siento... No es agua de su pelo, son lágrimas... ¡¡Está llorando!!

¡¡Que cabrón soy!! La mierda que llevo la ha hecho llorar, no lo valgo, no valgo sus lágrimas, no las merezco.

—No llores por favor —le digo profundamente afectado

—¡¡¿Qué?!! ¡¡no!!... no lloro, me descongelo... No lo veas como algo malo, velo como algo bueno. ¿No me criticabas por ser la Reina del Hielo? Pues ésta Reina se está derritiendo.

Ahí está, su capacidad para volver luz y risa con sólo un chasquido mis momentos.

—Bueno, yo ya te conté un secreto… —busco dejar atrás el asunto y jugueteo con uno de los mechones de su pelo que caen por encima de mi hombro. Es contradictorio pero quiero mantenerla lejos y cerca al mismo tiempo.— ¿No me vas a contar la historia detrás de tus fotos?

Ay, mierda. Me arrepiento de mi pregunta al sentir cómo se tensa.

—No es la gran historia —farfulla —sólo una chica demasiado tonta y un novio demasiado idiota…

Esta vez soy yo el que callo. No son la gran cosa, solo fotos sensuales con ropa interior y camisas masculinas, una provocación más bien, no son abruptas ni muestran demasiado; pero por su reacción intuyo que hay algo no tan agradable detrás de eso.

Se ríe y oculta la cara en el hueco de mi hombro.

—Me da muchísima vergüenza que la hayas visto…

Me río yo también

—Son hermosas…

La siento asentir.

—Por eso las guardo, para recordar que solo me pertenezco a mí misma, un especie de trofeo que me recuerda que a pesar de todo puedo salir victoriosa.

—Imagino que tu ex-novio no salió muy bien parado…

—Intentó venderlas, así que se ganó un tortazo de mi parte y se quedó sin novia y sin teléfono. Además de que terminó en una escuela militar. —se ríe— éramos adolescentes, no puedo culparlo del todo…

Cierro los ojos cuando su propia historia pugna mis más oscuros recuerdos: otra historia, de otros ángeles inocentes que pagaron precios altos por un puñado de besos…

—Aléjate de mí, Azul, yo soy peor que él, te lo prometo... —ni cuenta me doy de que he hablado en voz alta hasta que no me retruca ella

—Yo… no quiero… —la voz se le quiebra— Has estado solo por mucho tiempo… 




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