Tú, Yo y los Besos

29-Mateo

El crujido de la madera bajo nuestros pies es lo único que se escucha mientras subimos por la escalera de caracol del viejo faro.

— Piedras redondeadas de más de 25 cm de espesor… —repito mi mantra para no perderme, para aferrarme a algo real en este engañoso pedazo de infierno.

Azul me sigue en silencio, sé que quizá mi agarre es demasiado fuerte sobre su mano pero ella no se queja.

Ni siquiera sé por qué la traje a este lugar, pero estoy seguro de que ambos somos conscientes de que estas piedras me afectan demasiado…

Llegamos justo cuando está cayendo el ocaso. El gris vuelve a pintarlo todo como aquella primera vez —otra vez en el final, como si absolutamente nada hubiera cambiado —sin embargo todo es igual y diferente al mismo tiempo; esta vez una pequeña porción de mí no cede, se aferra al presente; aunque mi mayor parte se distorsiona en el pasado como tantas otras veces...

La miro, mi pequeña luz, e ingenuamente me pregunto si tendrá la fuerza suficiente para alumbrarme en este pedazo de infierno.

— Es tan hermoso, fuerte, e imponente que inspira miedo y respeto —susurra acariciando las paredes concas del Faro

—¿Sabes que la mano de obra que lo construyó fueron esclavos? decenas de hombres negros y chinos encontraron su muerte redondeando estas piedras… (1)

—Tienes razón, pero aquellos que fueron considerados como "no humanos" fueron capaces de hacer esta obra tan perfecta que prevalece a través del tiempo —espeta

— ¡¡¡Es fuerte sobre la sangre de muchos esclavos!!! —remarco con obviedad —todo éste lugar, éste faro... fueron para muchos el fin del mundo. ¿No lo ves? Es el final de la isla, el último lugar donde se refugiaron los aborígenes ante la conquista española, donde se quedaron sin camino, con solo la muerte detrás y al frente… Esa es su maldición: “El límite entre la vida y la muerte, sumergido en dos aguas, atascado en el instante mismo donde no sabes si estás vivo o muerto”—mientras más hablo más me voy perdiendo —¡¡Es el fin del mundo, donde se acabó "mi" camino!!

Le doy la espalda, temblando de impotencia y rabia; me siento salvaje, primitivo, creo que soy capaz de hacerle daño…

Azul se acerca y me abraza por detrás en un vago intento por calmarme, ignora en quién me estoy convirtiendo…

— Justo aquí... justo aquí llegué la noche que me escapé. Como un iluso lo recorrí pensando que podría encontrar otro camino, pero no fue así… Este es el lugar donde creí morir por segunda vez…—(donde lo he intentado muchas veces…) —me encontraron inconsciente en el suelo, ni siquiera sé cómo dieron conmigo...

«Rebeca» —el recuerdo y la culpa provoca el tan familiar latigazo en mi corazón y más que nunca me siento indigno de esto, de estar aquí, con ella...

— Lo demás ya lo sabes… —termino sabiendo que miento.

Mi respiración se ha vuelto errada mientras intento salvarme del recuerdo.

—Si has llegado al fin del mundo, da media vuelta e inténtalo por otro camino; pero no te rindas, pero no vuelvas —me ruega, y sus palabras se sienten como intrusas que pretenden contaminar el núcleo de mi fuerte.

Inconscientemente intento defenderme, pero no sé cómo protegerme de lo que no entiendo…

—¿Por qué…? —pregunto enfrentándola

No lo entiendo y justo ahora me está haciendo daño, me ha hecho daño, no soy el mismo; ¡¡Este yo no sabe si es capaz de mantenerse!!

—¡¿Por qué, Azul?! —le grito —¡¡¿por qué razón te empeñaste conmigo desde primer año, por qué no te rendiste, por qué te empeñaste en acercarte?!!

Veo como Azul se aleja vacilante

Sí, es lo mejor para ambos; «vacío, apartado, (…) es el único modo» —el pasado me arrastra como una marea — «no eres ni serás nada para nadie más allá fuera»

—Querías jugar conmigo… ¿no es eso? —le acuso.

Viendo a través de este faro es esa la única verdad que me sobrevive, y me duele... como le dolió aquella vez a aquel niño que soñó que podría liberarse y encontrar otro camino, me duele como solo la esperanza condenada  puede hacer que duela.

— ¡¡¡Necesitaba odiarte!!! —grita cortante —me llamabas demasiado la atención como para poder ignorarte —termina girando el rostro para no verme.— querer mal una vez ya hizo que hiciera demasiado daño.

Solo puedo ver que para ella gustarle yo era algo así como su propio fin del mundo, y la verdad, no puedo criticarle eso

—¿Y ahora? —pregunto acobardado, como lo estoy desde el instante mismo en que la vi en aquella mesa y supe que tenía mi cuaderno

—No eres para nada lo que esperaba encontrar... —dice hablando para sí misma.

De seguro ni cuenta se ha dado de que lo ha dicho en voz alta.

No entiendo sus palabras, pero mi pesimismo innato no me susurra nada bueno.

— Ahora todo ha cambiado —dice despacio aun escondiéndose. Se detiene y traga grueso como si fuera muy difícil lo que dirá luego— Somos amigos —termina levantando la vista con el temor tatuado en sus pupilas

Yo no sé si se lo cree en serio o si miente…

— Amigos… —acaricio la palabra sin ninguna emoción mientras me le acerco lentamente

¿Necesito en verdad ser su amigo?

Azul retrocede hasta que las paredes del faro la detienen.

Su vulnerabilidad me hace perderme en mi pasado, en lo que en verdad soy, en lo que siempre he sido: “imponente, fuerte, catador, sin escrúpulos, aprovechado, sólo, egoísta, condenado, vacío”

Me invaden mis más oscuros pensamientos, esos que me tientan a utilizarla… o quizá simplemente me embriaga su olor a vida, esa que me prometen sus besos...

Apoyo con fuerza mis manos en la pared del faro, intentando con todas mis fuerzas evitar tocarla; pero todo en mí me traiciona y flexiono los brazos para tenerla más cerca

Azul tiembla; y me da igual que sea o no de miedo…

Miro directamente a sus labios con una mezcla confusa de adoración y deseo.

Mis dedos tiemblan cuando casi sin pensarlo rozo con ellos su barbilla y se me seca la boca cuando cede a mi tacto levantando con ellos su barbilla.




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