Tú, Yo y los Besos

31-Azul

— Si no le hubiera hecho caso, si no me hubiera ido...

Le miro y se me escapa otra lágrima

Vaya, ¡¡he llorado tanto que creí que ya no tenía!!

Mateo está dormido en una cama de hospital con un suero en su brazo, los médicos dicen que está estable pero ¿por qué no despierta?

Yo no me confío.

Un pinchazo de dolor en mi espalda me hace soltar un quejido, debo tener cardenales horribles debido al golpe que recibí al caer de espaldas con el cuerpo inconsciente de Mateo sobre el mío; pero, la verdad, agradezco tanto a Dios por este dolor; pues me recuerda al mismo tiempo que lo logré, que él está vivo

— Por hoy estás a salvo... ¿pero luego? ¿Podrás no volver a caer? ¿Estás a salvo de ti mismo? —se me escapa un suspiro —¿Qué te he hecho?

Debí haber leído las señales de alarma, estuvieron ahí todo el tiempo, debí suponer que traería consecuencias para él revivir su pasado, recorrer ese camino... pero fui una tonta que le obligó a ponerse en riesgo.

Acerco un poco más mi asiento a su cama para recostar en ella mi cabeza mientras cierro mis ojos y repito la misma oración que en esta noche por tantas horas he pedido:

— Dios, por favor que esté bien, sálvalo de mí, de sí mismo

Sé que no es un momento adecuado para empezar a creer pues he mentido, le he dicho a los médicos que sólo fueron unas pastillas que nos encontramos en la playa y que Mateo, haciendo el tonto, decidió probarlas por curiosidad, para saber cómo se sentía, y que precisamente la ignorancia nos llevó a esto, a pasarse...

No sé si me han creído; pero justo ahora no puedo sumarle una carga más a Mateo. Además estoy segura de que no es drogadicto, en todo el tiempo que hemos compartido nunca lo he visto así... y si así fuera no me creo con el derecho de juzgarlo ni de decidir por él, no cuando apenas soy consciente de que yo él, quizá no hubiera sobrevivido

— ¿Azul...? —escucho mi nombre en apenas un susurro.

Levanto la cabeza y confirmo que Mateo se despertó y me está viendo.

Siento alivio instantáneo pero al segundo la inseguridad me muerde recordando que lo último que me pidió fue que saliera de su vista...

Me siento como una intrusa...

—Y..y... yo...solo —trato de justificarme torpemente y me rindo —ya me voy...

—No, por favor, quédate —me detiene agarrando mi brazo.

Se fija en el reloj de la pared, se corre en la cama recostándose de lado, halándome hacia él para que me recueste en el lugar vacío

—Necesitas descansar —le reprocho

— No más que tú —me contesta —y no podré hacerlo si sé que estás ahí molesta... es muy tarde para que te vayas... Lo del faro no se repetirá, lo prometo...y lo siento por eso —termina cabizbajo, avergonzado...

Recuerdo cómo le afectó mi comportamiento la primera vez que intentó acostarse en la misma cama que yo, quiero que entienda que para mí él ya no es el mismo y no hay mejor forma que demostrarle que confío en él; así que no lo pienso más, me descalzo y me acuesto.

—Perdóname por esto, pero por favor, no te vayas —me pide luego de unos segundos en silencio

—Estoy aquí, ¿no lo ves? No me he ido

—No, no hago referencia a eso... —me corrige y sé de qué me habla —al menos no aún, quédate conmigo...—noto cierta duda en su mirada— necesito eso de incondicional y eterna... ¿Lo recuerdas?

«Amigos»

¿Podré hacerlo? ¿Me conformaré con estar a su lado? ¿Acomodándome a lo que él me pida?

Sí, lo haré… por su bien y por el mío, mis padres lo entenderán...

Apago todas las voces que me dicen que esto no está bien.

Tengo que intentarlo...

— Está bien

— ¿Me lo prometes?

— ¿Y tú? Me prometes no tomar más de esas mierdas y no atentar más contra tu vida?

Mateo se tensa, quizá he sido demasiado dura pero necesito que entienda que esto no es un juego...

“Clarissa” recuerdo ese nombre…

El mensaje que descubrí al confundir su teléfono con el mío me da muy mala espina...

—Te lo prometo —me dice con determinación mirándome a los ojos.

—Yo también te lo prometo —respondo.

Mateo suelta el aire, se relaja, cierra los ojos y vuelve a dormirse...

***

Son las dos de la mañana y no he podido pegar ojo. Me he quedado pensando, deseando hacer algo al menos por insignificante que sea, me da tanto genio que todavía haya gente intentando joderle la vida.

Vuelvo a mirarle, a pesar de que esto es bastante incómodo, él está profundamente dormido.

Tiene el ceño fruncido ¿con qué soñará?

Extiendo mi dedo para suavizar su expresión y al instante surte efecto, me gusta fantasear con la idea de que reconoció mi tacto y mi calor lo confortó, mis dedos se corren solos y aunque no debería, no puedo dejar de perfilar el contorno de su rostro.

Se ve tan frágil y hermoso. “Mi hombre de hierro con fondo de cristal”

Recorro con mis dedos sus cejas, su nariz, su mandíbula, sus labios… me acerco un poco más, al punto que puedo sentir su tibia y pausada respiración sobre los míos.

Mis labios pican, deseo tanto, tanto comprobar con ellos la textura de su piel, probar su sabor un poco al menos...

Ni cuenta me doy cuando estoy rozando su frente con mis labios, sólo sé que las emociones que desatan en mí su simple contacto, son tan intensas y desconocidas que provocan que mi cuerpo tiemble y temo despertarlo.

Trago grueso... —vamos, Azul, no está bien esto, aléjate.

Sin embargo solo me basta darle una breve mirada a sus labios para sentir un hambre que parece solo puede aplacar sus besos...

¿Y si lo beso? ¿Valdrán suficiente mis besos como para comprar su corazón? ¿O los suyos como para arriesgar el mío?

Me alejo… —recuerda, tú nunca pierdes

"cobarde"

Ahogo un grito de impotencia con la almohada

«Amigos...»

Oh no, ¡Cumplir mi promesa va a ser más difícil de lo que suponía!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.