Tú, Yo y los Besos

36- Azul

3 días después

El vapor del té se levanta nublándome los ojos...

Sí, mis ojos aguados son producto a eso y no debido a los pensamientos que no han parado de dar vueltas en mi cabeza.

Hace solo unos minutos estoy despierta, miro el reloj de la cocina, 2:00 pm, nunca había faltado a clase tantos días seguidos hasta ahora.

El hogar está vacío, los niños salieron hoy con los empleados a un campamento de exploradores y no vuelven a casa hasta el domingo.

Anteayer nuestro intento de "justicia" se quedó en eso: "intento"

Mateo casi se desmaya al salir del establecimiento.

Gracias a Dios, en vez de en una cárcel, terminamos la noche en la enfermería del hogar donde una refunfuñona, pero experimentada enfermera lo atendió.

Mi último pensamiento antes de quedarme dormida fue la sensación horrible de que esa mujer está acostumbrada a ver escenas como esas todo el tiempo...

Se me retuerce el estómago al pensar que esa sea la cotidianidad de Mateo.

Quizá de verdad seas un proyecto demasiado grande para mí —pienso con un suspiro y se me escapa una lágrima —mas ¿qué puedo hacer? Ya perdí.

Felicidades, Azul, has fallado en tu primer proyecto importante: Odiar a Mateo.

— "La princesa está triste... ¿que tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa (...)"

Me giro al escuchar la voz de "mi poeta".

Lo observo acercarse todo altanero mientras declama con muecas dramáticas los versos de "Sonatina a la Princesa Triste" de Rubén Darío

— "¿Piensa acaso en el príncipe de Galconda o de China? O en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz..." —continúa.

Sonrío, me encanta mi príncipe despeinado y descalzo

— "Calla, calla princesa (dice el hada madrina) en caballo con alas hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azar, el feliz caballero que te adora sin verte y que llega de lejos vencedor de la muerte a encenderte los labios con un beso de amor"(1) —termina frente a mi rostro con sus labios contraídos en una exagerada mueca de beso a medio soplar

Y yo me quedo a medio respirar...

—Uy que ascoso... un beso de Mateo alias el baboso —le pincho para que se aleje... ¿o para provocarlo?

— ¡¡Vamos!! Si te beso quizá dejes de ser tan rana y de Sofría pases a ser la princesa Sofía...

Tengo que hacer un esfuerzo para no reírme, me encanta verlo así, tan “él”, tan nosotros…

— Ja, estoy segura que tus besos no rompen ningún maleficio

Arruga el entrecejo y suspira falsamente indignado

—¡¿Qué?! ¿Acaso dudas del valor de mis besos? — se me acerca hasta solo estar a unos centímetros de mi cuerpo

Aunque se empeñe en esconderlo, creo que estoy a un tilín de tocar su orgullo de macho alfa.

— Ya sabes..."culpable hasta que no se demuestre lo contrario"

— Estoy seguro de que por ahí no va la frase... —cada vez se está acercando más al límite. Vuelvo a sentir esa corriente que se crea entre nosotros en el clímax del juego.

— Trivialidades, Watson, Trivialidades...

— ¡¡Señor Juez!! Apelo, ¡¡exijo mi derecho a probar lo contrario!!

— ¿Entonces qué? —lo reto.

Sus ojos brillan

— ¿Probamos? —tantea

Cuando se da cuenta de lo que ha dicho traga grueso e intenta alejarse pero lo freno tomándolo por el brazo; por el impulso termina chocando con mi cuerpo. Pone sus manos en la meseta para estabilizarse enjaulándome con sus brazos. Me mira nervioso

Muerdo mi labio para no sonreír —me encanta eso... saber que no le es indiferente la promesa de uno de mis besos.

Alzo la barbilla desafiante y mis manos agarran su camiseta, acercándolo

— Probemos...

No ha terminado de morir la palabra en mi boca y ya tengo sus manos en mi rostro y sus labios sobre los míos en un suave beso.

Se separa quedándose a escasos milímetros de mi rostro. Nos miramos midiéndonos, esperando la fuerza suficiente para apartarnos... pero no pasa, no lo hacemos.

No lo pienso más, rodeo su cuello con mi brazo halándolo hacia mí hasta que tengo sus labios al alcance de los mios.

Nuestras bocas se exigen como si se pertenecieran, tragándose nuestros suspiros en besos duros, intensos... Hay fuego en sus besos, o en los míos... el punto es que me consumo en ellos.

Me inclino sobre él y sus manos en mi cintura me aprietan contra su cuerpo.

Mantiene una mano firme en mi cintura y la otra va subiendo por mi espalda hasta posarla en mí nunca como quien busca mantenerme más cerca

Me paro en puntillas, buscando estar también más cerca, su agarre y su cuerpo me proporcionan el equilibrio que sé no consigo de mis pies ni de mis piernas; mis manos juegan con sus cabellos, jalando los mechones de su nunca mientras mi lengua, se deleita con el sabor de la suya.

Sus labios empiezan a bajar por mi mandíbula, mi cuello, mi clavícula... yo me recargo cada vez más en sus hombros e inconscientemente me impulso cada vez más en él para facilitarle el acceso, recargada al punto en el que mis pies casi no tocan el suelo.

Raspo sutilmente su oreja y Mateo reacciona de una forma que no me esperaba, me suelta de repente alejándose de mí en rápidas zancadas, sin detenerse a mirarme ni siquiera un momento.

Yo pierdo el equilibro ante la falta de apoyo. El portazo que da Mateo al encerrarse en la enfermería ahoga el ruido sordo de mi alma y mi cuerpo golpeando el suelo.

No soy capaz de detener el suspiro de angustia que me desbarata de dentro hacia fuera y lloro allí, en el piso, en silencio...

"... desde que lo amo soy tan indefensa como las demás criaturas del Universo..."(2)

Reconozco entonces que la Azul fuerte (sin dudas)ha muerto; que es demasiado tarde como para evitar el riesgo…


Referencias:

(1) fragmento del poema "Sonatina a la princesa triste de Rubén Darío




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