Tú, Yo y los Besos

41- Azul

«Tiempo» eso he hecho, darle tiempo para que acepte que no me iré a pesar de conocer sus secretos, para que crea en él a través del valor que pretendo mostrarle en todo momento, tiempo ciñéndome al papel que me ha impuesto; pero el tiempo me ha servido para pensar en lo que yo quiero y sé que no me conformo solamente con esto, que se me ha vuelto vital el sabor de sus besos y que no pienso privarme eternamente de ellos...

Es domingo en la noche y estamos en el departamento de Mateo; desde que mi abuela se fue me he quedado con él algunos fines de semana; el tiempo que nos dedicamos el uno al otro no ha parado de crecer exponencialmente…

Estoy nerviosa como aquella vez que lo esperé en "su mesa",  otra vez me dispongo a ser el monstruo del monstruo, otra vez  decido invadir otro de sus acuartelados terrenos.

Okey, Azul, cálmate y deja ya de comer, todo va a salir bien —me animo mientras finalmente mis pies vuelven a moverse.

Coloco una de las bolsas de palomitas que traigo en una de mis manos en la repisa detrás de él y me como la penúltima galleta de las que traía en la otra antes de terminar de rodear la repisa  para acercarme a él.

—Mmm, me encantan estas galletas ¿dónde las venden? —hablo buscando disimular mi ansiedad cuando me siento en el sofá al lado de él.

Mateo me mira y sonríe por unos segundos antes de extender la cabeza hacia adelante para robarme de un bocado la última galleta.

Vuelve a reírse abrazándome al ver mi pequeño mohín.

—Las han llevado al hogar desde... No lo sé, supongo que desde siempre, la verdad nunca le presté atención a algo así. Cuando me mudé acá empezaron a llegar también aquí.

— Interesante... —murmuro mientras Mateo vuelve su rostro hacia el televisor.

Mateo vuelve a mirarme y su expresión decae ligeramente aunque lo disimula bien.

—No es algo tan "especial", Azul, es normal que varias instituciones o personas simpaticen con el hogar: galletas, juguetes, regalos, donaciones, actividades... Son algunas de las muchas cosas que nos dan aun cuando ya hemos salido del hogar; por bondad, por lástima, por estrategia, para sentirse mejor ellos mismos... —su voz me llega como un lúgubre susurro donde se pueden percibir de fondo el resentimiento y el dolor— No lo sé, sólo sé que todo eso es efímero, impersonal, algo con lo que no te puedes ilusionar ni de lo que te puedes agarrar; porque tarde o temprano se acaba o se va... Aunque debo reconocer que de todo eso, esas galletas son de lo que más ha durado en el hogar, así que supongo que en cierta forma sí que tienen algo especial... Lo más probable es que sean de alguna dulcería que tiene algún tipo de contrato con el Hogar.

—No creo que sean industriales, esas galletas son hechas en casa, me recuerdan a las de mi abuela, saben a familia, a amor, a hogar... —pienso en aquella mujer, la del Hospital, eran de este tipo, me pregunto si Mateo la conoce.

Mateo se queda quieto por unos segundos hasta que encoge los hombros con aparente indiferencia; a mí se me encoge el corazón...

La vida le ha enseñado que nada dura, que todo se va; ¿y yo? ¿Me podré quedar?

¿Lo que tengo para ofrecer es de verdad eterno, real?

—¿No habías traído una película para ver? —la pregunta rompe el silencio llevándose con ella todo pesimismo e incomodidad. — si es una película rosa...

—Te aguantas, idiota —le interrumpo picando con mis dedos su costado— la última vez me tocó aguantar a mí

—¿Estas segura de que no quieres ver una de terror? Parecías pasártela muy bien casi encima de mí...

La risa floja de Mateo llena la casa y mi corazón mientras lo vuelvo a picar una y otra vez.

—Ya, ya, tú ganas —se rinde atrapando mis manos entre las de él — pero que te quede claro, si es demasiado cursi me la vas a pagar...

Me río con la esperanza formando un avispero dentro de mí, tengo demasiada fe puesta en esta película, la verdad.

Me centro en el televisor al tiempo en el que no pierdo detalle de lo que pasa alrededor nuestro: El brazo de Mateo está sobre mis hombros, mi cabeza en su pecho; la semioscuridad crea el ambiente de intimidad perfecto y dentro de unos minutos llegará la escena por la que he escogido esta película específicamente, así que es tiempo de ir acercando posiciones...

De forma "distraída" me reacomodo extendiendo mis piernas cruzando su regazo; acurrucándome más en su costado rodeo su cintura con mis brazos. Me detengo, Mateo sigue viendo al frente y de forma natural pone su mano sobre mi rodilla. Siento cómo la piel se me eriza ante el pequeño contacto, las mariposas de mi estómago van hinchando mi corazón ante la esperanza de poder obtener mucho más que eso.

Avanzan los segundos y Mateo sigue concentrado en la peli, yo también hago como que la estoy viendo mientras con movimientos lentos "aparentemente ingenuos", empiezo a acariciar la parte de su espalda que tengo al alcance.

Le miro... ha llegado el momento y...ni siquiera se mueve ¡¡Nada!!

¡¡Si claro!! ¡¡y después era yo la Reina del hielo!! ¿Y él quién es? ¿El polo norte humanizado? ¡¡Que se necesita un doctorado para lograr robarle un beso a esta versión "odiosa" de Mateo!!

Serénate, Azul, todavía tenemos un plan B, ¿no?

Casi que me atraganto para terminar el paquete de palomitas que tengo sobre mi regazo.

Me reincorporo un poco para alcanzar el otro paquete que puse previamente en la repisa detrás del sofá (al lado de la cabeza de Mateo) Paso casi por encima de él, rozándolo de forma "casual" con mis pechos, mi cabeza a unos pocos centímetros de su rostro, tal y como había planeado.

Me tambaleo y Mateo me aferra por la cintura para estabilizarme quedando ambos de frente, mis rodillas a ambos lados de su cadera sobre el sofá, nuestros alientos mezclándose, sus ojos levemente oscurecidos... Empiezo a acercarme lentamente a sus labios, un cosquilleo en mi interior sube desde mi estómago hasta erizarme por completo




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