Tú, Yo y los Besos

40- Azul

«¿Estás segura, pequeña? Te quedarás sola y eso no me gusta... ya hablamos de ello. En cierto modo lo entendemos; no obstante haremos los arreglos necesarios para que puedas venir cuando quieras»

El mensaje de mi madre siembra un millón de dudas en mi cabeza.

Temo equivocarme, temo estar tomando decisiones en base a mis emociones; pero ¿qué sería dejarme guiar por mis emociones? ¿Huir de Mateo a costa de mis sueños o quedarme por la tonta esperanza de que vuelva?

— Estúpida emocional —me reprendo bajando mi cabeza para que mis lágrimas no sean descubiertas.

Hoy hace 12 días que no lo veo aunque constantemente lo hago en mis sueños (o más bien en mis pesadillas)

La angustia que tengo dentro me consume a la vez que me pesan de un modo inexplicable mis promesas y mis recuerdos.

No saber qué le está pasando me mata por dentro "por favor que esté bien, por favor, por favor..."

— ¡¡Niña...anda!! Estás estorbando la cola... —sonrío ante el recuerdo que se me cuela tras las palabras de la ogro empleada y tomo mi bandeja recordando cuántas historias inventamos Mateo y yo alrededor de la tía de la cocina de una sola ceja.

El ruido de mi bandeja al estrellarse contra el suelo funciona como un clip en mi cabeza.

Empiezo a dar cortos pasos hacia atrás... —no, no puede ser, esto es un sueño, es un sueño, una broma cruel del destino jugando conmigo a los espejismos

—Azul... —el sonido de su voz titubeante evoca mis lágrimas al tiempo en el que me noquea mi promesa:

«Sin esperar nada (...) presente que no afectará el futuro, sin expectativas, sin significado (...) como si nunca hubiera pasado...»

¿Qué he hecho?... ¿qué he hecho? Yo no... No soy capaz, no puedo... al menos justo ahora no puedo...

Ja, ¡¡cuánto he cambiado!! Mis reservas de valentía se han agotado y simplemente, salgo corriendo, no quiero enfrentar a Mateo Adams

***

Vaya que eres contradictoria Azul, te vienes a esconder justamente en una de sus cuevas; en una que él conoce como la palma de su mano —me reprocho al ver la figura agitada de un Mateo en la esquina de uno de los estantes buscando por todos lados hasta que me descubre; sin embargo, no se acerca...

Aparta la vista revolviendo de forma nerviosa su cabello, se le ve ojeroso, delgado, cansado, e incluso por primera vez lo veo con algo de barba.

Mateo suspira profundo y se deja caer en el piso, entierra la cabeza entre sus manos...

La alegría que debí sentir antes por tenerlo justo al frente empieza a invadirme poco a poco disputándole el control a mis miedos, haciéndoles ceder, aunque no por completo

— ¿Cómo? —carraspeo —¿Cómo es que estás aquí?

Levanta la cabeza sobresaltado, parece que se había perdido en sus pensamientos.

Una pequeña sonrisa se levanta en su rostro

— Todo salió sorprendentemente bien, Azul, solo no puedo salir del municipio por un tiempo, tengo que presentarme periódicamente para controles y debo retomar el programa de rehabilitación que había terminado ya, aunque no desde el nivel 1 —me cuenta aparentemente relajado aunque su mirada sigue siendo escurridiza

—¿Me vas a decir de qué iba todo esto? —noto como su espalda se tensan pero aun así insisto —saberlo ya no me pone en peligro ¿no? ¿Entonces...?

Mateo asume una pose pensativa, quizá organizando sus ideas.

Sé que me dirá, no obstante me duele ser consciente de que las confesiones ya no son algo natural y cómodo entre ambos

Lo he perdido de algún modo y aun así no logro arrepentirme de lo que hice, aunque quizá hubiera sido mejor que no hubiera pasado...

— Poco antes de huir de casa, mi padre y el de Carlos gestionaron una importante mercancía de... bueno, ya sabes... —asiento —tal parece que unos "ladrones extranjeros" se la habían robado a algún narcotraficante en algún país de Latinoamérica, e invertir en la isla fue el modo más seguro, o más tonto, que encontraron después de borrar el rastro.

»Mi padre fue el encargado de codearse con ellos, pero sabía que solo les alcanzaba para ponerle la mano a una pequeña parte de todo lo que en verdad amasaban ellos.

»Me llevó a mí con una misión importante: pasar desapercibido con ojos y oídos bien abiertos... Mientras ellos cerraban el trato, yo husmeaba arriesgándome el pellejo. Tuve mucho miedo, sabía que esos hombres no estaban jugando y que si me atrapaban estaba muerto, pero debía hacerlo.

»Cuando descubrí el escondite donde guardaban toda la mercancía por poco todo se va al carajo; pero logré escaparme sin que me vieran«

Narra como si fuera una historia repasada, aprendida de memoria, sin ningún tipo de variación en su tono

— Cuando me reencontré con mi padre y le conté lo que había descubierto se le abrieron los ojos... especulaba que esa gente llevaba un plan improvisado, que esa mercancía era un tesoro que de seguro la iban a vender en pequeños lotes por diferentes puntos, que el destino había puesto una oportunidad de oro frente a nosotros...

»Esa noche no volvimos a casa, nos quedamos escondidos en el campo, vigilando... Oía crujir mi estómago, tenía mucha sed y los mosquitos se dieron un festín con nosotros; no obstante no nos movimos sino más bien todo lo contrario, esa situación selló nuestro destino...«

Se detiene y por primera vez deja entrever alguna emoción en su rostro

— Entrada la madrugada corrí como un diablo a casa con órdenes precisas, "teníamos que actuar rápido armando el plan sobre la marcha y corriendo el mínimo de riesgos" Volví 1 hora y media más tarde... más o menos... después de eso todo lo demás se me entremezcla y confunde como si fuera un mal sueño: el modo en el que fui capaz de llegar al pequeño pozo del que se suministraban agua, vertiendo en él lo que traía en mis manos, vigilando al centinela para que no me descubriera; y luego cerca del amanecer lo peor de todo: verlos sufrir y retorcerse buscando como locos a los causantes de su estado.




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