Tú, Yo y los Besos

54- Mateo

El sudor corre raudo por mi cuello y mi frente, los pulmones arden y el oxígeno se me vuelve insuficiente, los músculos de mis pantorrillas piden a gritos por un descanso pero no me detengo.

Apenas soy capaz de coordinar mis movimientos cuando atravieso las puertas del aeropuerto. Choco con objetos y personas como un muñeco porfiado.

Me detengo por un segundo para recuperar el aliento, apoyo las palmas en mis rodillas y cierro los ojos en espera de que todo deje de dar vueltas.

Cada segundo sin verla es una pizca añadida de esperanza de que no esté aquí, entonces me parece verla, a ella y a Celia dándose un abrazo ¿despidiéndose?...

— ¡¡Azul!! —grito al borde de las lágrimas

La simple visión de su figura en el salón de espera del aeropuerto ha empezado a despellejar mi mundo poco a poco.

Me siento mareado, desorientado, la desesperación altera mi presión arterial de tal modo que apenas soy capaz de distinguir las formas que van llenando el espacio a mi alrededor...

— Chico, ¿estás bien? —escucho vagamente un tono preocupado

Lo ignoro por completo y avanzo a trompicones, aparto sin mirar todo lo que encuentro a mi paso.

Solo tengo ojos para ella, la figura rígida que se mantiene de espaladas a unos pocos metros; rogando para que se gire y pueda comprobar que no es ella, parece discutir por lo bajo con quien confirmo, es Celia justo antes de que esta me mire con ojos tristes y niegue levemente con la cabeza antes de irse.

Llego hasta la figura que se mantiene de espaldas y rozo levemente su hombro. Se vuelve

Tapo mi rostro con mis manos en un ingenuo intento de que de ese modo desaparezco lo que tengo frente.

— Mateo... —escucho que me llama con voz cohibida pero yo aún no soy capaz de enfrentar esto

— ¡¡¡No, no, no, noooo!!! —empiezo a negar con mi cabeza —¡¡dime que esto no es lo que pienso!! —le exijo apretándola por los hombros

Mis músculos tiemblan debido a la tensión a la que los estoy sometiendo pero aun así me obligo a no caerme

Tiene que ser un mal entendido, es eso...

Azul baja el rostro, avergonzada y una furia fría empieza a cubrir todas mis emociones

— No, no lo harás... no te iras... no dejaré que me dejes —no lo acepto, no lo hago, no puedo...

El empujón que Azul me propina para zafarse de mi agarre se cuela como una herida mortal en mi pecho

Me quedo mudo literalmente, mirándola solamente, y la rabia que veo marcada en sus ojos me parece la cosa más absurda e hiriente de todas...

Llevo mis manos a mi corazón como si de ese modo pudiera lograr que duela menos

Nada, absolutamente nada en mi vida se compara con el dolor que estoy sintiendo ahora...

— Me voy, Mateo... —dispara entre dientes y siento como la bilis se tranca en mi garganta

Intento hablar, gritar, lo que sea; pero nada sale, solo un quejido traicionero que me tambalea

Los ojos de Azul se humedecen y su barbilla tiembla al ver cómo me voy consumiendo

Ya está, este es mi verdadero final; mi faro que se apaga traicionándome cerca de las rocas, condenándome con su indiferencia a la muerte

El horror que le produce lo que sea que está viendo en mí hace que gire el rostro antes de hablarme

—Lo siento, Mateo... —dice con su vista clavada en el suelo

Para mí simplemente, absolutamente todo se está apagando.

La única persona en mi vida que me he arriesgado a dejar entrar me está dejando, y no en base a lo que no soy, si no en base a lo que “soy” precisamente

Las lágrimas empiezan a desbordarse por mis ojos, no hago nada por esconderlas o limpiarlas, estoy cayendo por el vacío que creí tapado al final de mi pozo...

Lo sabía, me lo dijo el faro: «no sueñes con la luna, cierra tus ojos, o aprende a aceptar verla solamente en el charco, no te acerques, no intentes tocarla... o serás tú quien se rompa en mil pedazos...»

— Me voy, es lo que quiero, es lo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo.

Algo en mí protesta, algo en mí se resiste a aceptarlo, una parte de mí me grita que Azul miente, y que de este modo ella también se daña...

La lucha a muerte que mantienen sus emociones dentro de ella grita levemente sus protestas en el temblor de su cuerpo y en el tormento de sus ojos.

¿Por qué se rinde ahora? ¿Es por mi culpa? —la revelación me hace caer de rodillas

Lo he hecho, la he arrastrado a lo profundo de mi foso

—No hagas esto —le suplico —no por mí, yo puedo desaparecer de tu vida para siempre, pero no te rompas a ti misma de este modo; yo no lo valgo, no valgo lo suficiente como para que por mi culpa te rindas con tus sueños...

La sorpresa y la incredulidad ante mis palabras van cediendo poco a poco en su rostro ante el enojo que marca su voz después de eso

— ¡¡Levántate!! —me ordena y me habla con rabia—¡¡eres mucho mejor que esto!! Conócete como te conozco yo... Una vez me dijiste que no esperara demasiado de ti, que ibas a decepcionarme... ¡¡pero no es cierto!! ¡¡Porque la máscara tras la que te escondes no es quien eres!! Yo conozco la mejor versión de ti y sí, espero todo de ti ¡¡Prométeme que no vas a decepcionarme!! ¡¡Que aprenderás sólo a rearmarte!! —Contiene el aliento un segundo y cuando vuelve a hablar la voz le tiembla— que aunque yo no esté, irás por absolutamente “todo”…

No me levanto, no lo hago, al contrario, me dejo caer hasta sentarme en el suelo...

¿Rearmarme? ¿Cómo puede hacerlo alguien que nunca ha sabido siquiera como se siente estar entero? ¿Cómo podré hacerlo sin ella?

— ¿me dejas? ¿Tú también lo haces? —la acuso —¿y esto? ¿Acaso no significa nada?

Le reprocho enseñándole la nota que me encontré esta mañana, como última carta para obligarla a que reconozca que lo de anoche es real y todo esto no es más que una horrible broma

Azul toma la nota con manos temblorosas, la abre y vuelve a doblarla pero esta vez dejando fuera lo que estaba dentro.




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