Tú, Yo y los Besos

56- Mateo

Cierro los dedos en un puño para que dejen de temblarme, arrugo el papel en el proceso, arrepintiéndome profundamente de estar haciendo esto.

Pero las palabras de Azul en el aeropuerto y la promesa que decidí cumplirle me privan de la capacidad de volverme…

«Lo espero todo de ti»  

«Todo» ¿qué es ese todo?

“Clínica San Jorge”

Parece que frente a mi tengo la primera pista a mis respuestas, pero ¿Qué tan mortal puede ser para mí atravesar esa puerta?


Una sonriente enfermera me escucha con atención mientras me obligo a sacarme una a una las palabras, asiente y se gira sobre su silla buscando a alguien hasta que el reconocimiento se enciende en sus ojos.

— Allí está, ella es Martha…

Mis ojos se pierden un momento en el final del pasillo, donde una sonriente mujer enfundada en algún uniforme de trabajo parece haber detenido su labor de limpieza para hablar por un momento con algún paciente.

No recuerdo haberla visto antes, sin embargo una ligera sensación de familiaridad empieza a volvérseme terriblemente inquietante.

—Tú debes ser su Mateo… —vuelve a hablar la enfermera y apenas capto lo que dice, en ese momento “Martha” gira su rostro hacia mí y sus ojos se abren con horror como si me reconociera.

El ruido del trapeador golpeando el suelo funciona como un detonante para mí haciéndome retroceder al punto de salir corriendo…

Un agudo dolor aprieta mi pecho. No sé a qué le huyo, no sé a qué le temo, pero mi subconsciente parece haber despertado gritándome que salga de aquí sin mirar atrás, sin volver nunca más

— ¡¡¡Mateo!!!

Su grito me provoca el mismo efecto que un rayo, mi columna vertebral tiembla como si hubiera sido electrocutado y todo mi cuerpo se tensa clavándose en el suelo

Me ausento por unos segundos hasta que sus finos dedos enroscándose en mi muñeca me devuelven.

Me conoce, me ha seguido y no me va a ser fácil huir de mí mismo luego de entender todo eso…

—¿Quién eres? —pregunto de forma adusta detallando su pálido rostro aún sin reconocerlo

Se aleja unos pasos, juega de forma nerviosa con su cabello.

Cuando pienso que no va a responder agacha la cabeza y sé lo que dirá antes de que salgan las palabras de su boca, antes de que sea capaz de detenerlas...

— Tu madre...

El infierno se abre bajo mis pies engulléndome dentro, quisiera gritarle que no tengo madre, que desaparezca, que se esfume; pero mi capacidad de moverme y de hablar han entrado en una especie de paro.

Observa horrorizada mi reacción o la falta de ella, se apresura a hablarme como si para ella cada segundo fuera una oportunidad más entre la vida y la muerte.

— Eras tan perfecto, puro y hermoso que... —se le rompe la voz opacándose hasta llegar a ser apenas un susurro —sentí que no te merecía, que tenerte en mis manos te iba a destruir, por eso te dejé con él

Su tono de voz se me cuela como cuchillos ardientes en los oídos…

No soy consciente de sus gestos ni de todas sus palabras, solo sé que acaba de reconocer que... ¿me dejó? O sea, no la obligaron, ¿fue su libre decisión?

Miro la portería de entrada, mi cerebro me dice "sal" pero las piernas no me responden; el nudo en mi garganta es insoportable y los ojos han empezado a escocerme.

Busco un poco a tientas un banco o algo, cualquier cosa, está claro que no seré capaz de salir; pero tan poco de permanecer en pie.

Suspira cuando ve que me siento, parece que va con cuidado, observando cómo reacciono, ¿acaso teme que vaya a golpearla? ¿Qué opinión tiene de mí esta mujer?

— Cualquiera era mejor que yo, o al menos eso creí —reconoce en un tono más bajo —cuando me fui perdí la capacidad de mantenerme consciente; me drogaba aún más todo el tiempo, hacía de todo por una pastilla o jeringa; no quería recordar, recordarte....

¡¡Quisiera que se callara!! ¿Acaso puede ser peor?

— De hecho, ni sé cómo pude salir en principio de la casa, tu padre me mantenía encerrada "para que no me hiciera daño a mí misma" Lo siento..., no estoy justificando mis acciones; fui tan cobarde y egoísta, tú debiste haber sido un motivo para levantarme y luchar, no para huir.... Estuve muchos años así, ni sé cuántos, hasta que un día unas personas me encontraron tirada en una cuneta con una sobredosis, me trajeron aquí y me auxiliaron. ¡¡Estaba tan molesta con ellos por no dejarme morir!! Entonces conocí a alguien…

¡¡¿Qué?!! ¿Conoció a alguien? O sea ¿ella también me va a decir que voy a romper su perfecta vida? ¿Su grandiosa familia? ¿Tengo otros hermanos que recibieron lo que no creyó que yo merecía?

—¿Por qué no me buscaste? —escupo las palabras como puedo, me duele la mandíbula de lo apretada que la tengo.

Miro su rostro, parece… ¿arrepentida? ¿Por qué? ¿Por lo que hizo o por lo que va a decirme?

— ¡¡Lo hice!!!  —me dice en un tono un poco más alto —¡¡en cuanto terminé la rehabilitación fui a buscarte!! Una vecina me dijo que el gobierno te había recogido y me acerque a la casa donde te acogían... Entonces vi todo lo que tenías y lo que yo no podía darte, sé más menos cómo funciona el gobierno en estos casos; no podía privarte de sus beneficios por mi egoísta deseo de tenerte.

¡Dios, duele demasiado! ¿Acaso no pensó que me haría más falta sentirme especialmente querido? ¡Por ella específicamente! ¿Acaso no tiene ni idea de lo que no pude escaparme? De lo diferente que hubiera sido si ella…

—¿Y luego?  —disparo de forma recriminatoria…

Si tanto me quería… ¿por qué no se acercó luego?

— Desde antes hasta ahora tuve miedo —baja su rostro un momento antes de volver a mirarme —miedo de no ser capaz de soportar tu odio; sabía que no tendría tu perdón ni tu amor, pero en cambio, tu odio... es más de lo que podía soportar; lo siento

Limpio con brusquedad mis lágrimas.

Quisiera gritarle y decirle que se calle, irme y olvidar que alguna vez entré a este lugar; pero no soy capaz de moverme.




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