Tulipanes de amor

III. Tulipanes amarillos, tenerte junto a mi es algo que siempre agradecí

—¿Usted? —inquirí y él sonrió—. ¿Que lo trae por aquí?

Levantó el tulipán amarillo, dándomelo mientras sonreía, podía ver un atisbo de hoyuelo en su mejilla derecha, era lindo.

—Se le quedó esto.

—¿A mi? —dije, confundida, luego una idea rodó por mi cabeza—. ¿Acaso fue usted quien…? —dejé la pregunta en el aire.

—¿Quién le envió las flores? —habló—. Si, ¿le gustaron?

—Por supuesto, eran hermosas —acepté, sonriendo un poco, al fin.

—Tulipanes amarillos —suspiró, pensativo—. Su significado ha ido evolucionando, ¿lo sabía? —preguntó, sin esperar una respuesta—. Comenzó significando amor sin esperanza, pero ahora se relaciona con temas alegres —finalizó.

—Pues vaya día alegre —dije, en voz alta sin pensar.

—¿Tan malo fue?

—Ni se imagina —sentía un nudo en la garganta.

—Pero, ¿sabe? aparte de ser una flor que signifique alegría, hace referencia a aquellas amistades o personas que están con usted en todos esos momentos, son esas personas que sin importar el día o la situación, simplemente hacen que su día se alegre y brille tanto como ese color amarillo tan hermoso que tienen los tulipanes. Esa persona que la hace feliz.

Volteé mi mirada hacia él, posando mi mirada en su rostro, destilaba confusión y asombro por sus palabras, fue algo…inspirador, él simplemente soltó una risa por lo bajo.

—¿Qué? ¿Tiene a alguien así?

—¡Si! —dije, con más emoción de la que quería transmitir—. Yo, tengo a esa persona, tengo a mi tulipán amarillo —y sin más comencé a reir, sin saber porque de un momento a otro comencé a sentirme feliz y llena, que sin importar que todo iba a estar bien.

Él me miró. Su mirada en mi brillaba mientras reía en esa fría tarde la cuál ya comenzaba a oscurecerse y simplemente me dejó ser feliz, sin preguntar el porqué de mi actitud, como si ya supiera porque sonreía, solo estaba ahí, dejándome ser yo misma.

—Tengo que irme —avisé, incorporándome mientras tomaba el tulipán, pero antes de irme me di la vuelta y le sonreí ampliamente al señor Holmes, este me miró con diversión y confusión al mismo tiempo, me sentía pequeña por la intensidad de su mirada.

—Gracias —dije, sincera, sonriendo ampliamente.

—¿Por qué?

—Por hacerme feliz.

No esperé a ver su reacción, simplemente me di la vuelta y salí corriendo, literalmente, del hospital.

Llegué a casa minutos después de haber salido del hospital, abrí la puerta ingresando el código en esta, dejé mis cosas en la mesita de la entrada y colgué mi abrigo en el perchero, me adentré más a la casa, la tele estaba prendida y había una Becca sonriente viendo sus famosísimos k-dramas mientras se contraba envuelta en una manta.

Al notar mi presencia se dió la vuelta y me miró asombrada.

—Uh, doctora Bell, llegaste temprano hoy —se incorporó del sillón en el que estaba sentada, pero antes de que se acercara levanté mi mano derecha mostrándole una bolsa llena de comida china y luego levanté la otra mano mostrándole una bolsa de donas, sus favoritas.

Y antes de que pudiera decir algo, comenzó a gritar y dar saltitos de alegría y así las dos comenzamos a chillar emocionadas.

—Sorpresa —hablé, al fin y sin darme cuenta mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas.

Eres una dramática, en serio.

—Jay, ¿qué pasa? —cambió su semblante emocionado a uno preocupado, a lo cual no pude evitar reírme.

Dejé las cosas en la encimera de la cocina y me dirigí a la entrada de la casa, donde había dejado mis cosas, escuché los pasos de Bec detrás mío, y antes de que esta formulara una palabra extendí mi mano dándole el tulipán amarillo que me había dado el señor Holmes hace ratos.

—¿Qué…?

—Gracias por ser mi tulipán amarillo —sonreí, aún sosteniendo la flor frente a ella—. Si sabes que te amo, ¿no?

—Oh, Jay, que rara forma de pedirme matrimonio, pero acepto —sonrió, acercándose a mí, tomó el tulipán y me envolvió en un cálido abrazo—. Y no tienes que agradecerme nada, eres mi amiga, Jay, eres mi hermana, somos familia y la familia se apoya una a la otra —me besó la mejilla—. Ahora ya déjate de cursilerías, vayamos a comer y tengamos una noche de chicas.

Reí junto a ella.

—Bien.

Comimos toda la comida que traje, Bec me obligó a ver una de esas series coreanas que tanto le gustan, de verdad no entendía su fascinación por esas cosas, no dejaba de parlotear lo mucho que le gustaba el actor y la actuación de este mientras se comía una dona de chocolate la cual creo que fue la causante de su hiperactividad, mala idea traerle donas a Bec, anotado para la próxima vez.

Reímos y bromeamos toda la noche, incluso nos hicimos mascarillas, hablamos y lloramos un poco, si, estaba sentimental, pero y que, podía ser como quisiera con mi mejor amiga, era la persona que más me entendía en el mundo y a la que más amaba.

Aproveché para contarle sobre mi encuentro con el dichoso extraño de la última vez, el cual ya no era tan extraño porque me había regalado flores, nos habíamos vuelto a ver, me aconsejó y lo mejor de la situación es que le dije que me hacía feliz.




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