Tulipanes para Noah Libro #1

CAPÍTULO 8 - CUANDO DECIR MUERTE LO CONVIERTE EN REAL.

CAPÍTULO 8 – CUANDO DECIR MUERTE LO CONVIERTE EN REAL.

 

            La sesión de se día con Laurie me recordó  a las primeras que tuve con ella. Sólo que esta vez en vez de quedarme callada, una vez más en lo que iba de la semana, lloré. Estaba harta de llorar pero mis lagrimales parecían no querer detenerse.

            Ese martes no asistÍ a clases. El miércoles, tampoco.

            –  Llora si así lo deseas ¿Quieres gritar? Entonces hazlo. Para eso es este espacio, Andy. Solo… hazlo.

            Laurie me invitó a llorar y gritar y eso hice. Lloré con desesperación hasta que el llanto dio lugar a los espasmos. Sólo después de ahí pude hablar pero lo que salió de sus labios luego de que la haya contado lo que sucedió días atrás no me gustó en absoluto.

            –  Buscas un culpable porque así, de esa forma, te sentirás mejor. Eso crees tú ¿Me equivoco, Andy?

Abracé a Laurie que me dijo que la llamara si tenía una crisis. Salí de la consulta con ganas dormir únicamente, sabiendo que al otro día debería volver al instituto. Debía hacerlo y quería. Cansada de las miradas de pena que me regalaban todas las personas con las cruzaba mirada. Deseaba llegar un punto en donde podría mantenerles la mirada y que sean ellos los primeros en correr la cara.

            ¿Cuánto faltaba para ese momento?

            Mi celular sonó antes de subirme a la bicicleta. Desbloqueé y era un mensaje de Adrian. Había olvidado completamente en responderle por lo que decidí no cometer el mismo error.

           

Un café?

           

Suspiré cansada. Debía estar hecho un completo desastre. No, no suponía. Lo sabía. Pero no quería volver a casa bajo la atenta mirada de mis padres que sin palabras me transmitían su preocupación así que decidí aceptar. Luego de que él me pasara una dirección, le avisé a mis progenitores que no me esperen para cenar. Lo último que me faltaba era que la policía local me esté buscando. De nuevo.

La zona era preciosa: un barrio de casas bajas y locales pintorescos. El café estaba en una esquina y dentro se veía parejas, familias, personas trabajando con portátiles. Parecía un lugar cálido y acogedor.

Llegué al lugar y entré. Adrian me hizo señas con su mano apenas me vio. Se puso de pie para saludar.

–  Creo que hice bien en decirte de hacer algo ¿Cómo etas?

De esa pregunta podían haber dos respuestas, la verdadera: fatal, que iba a desencadenar de nuevo en un llanto incontrolable o la segunda, la mentira: bien, lo socialmente aceptado.

–  Bien.

Adrian rio suavemente, sin mostrar  sus dientes. Incapaz de creerse esa mentira.

–  Pues avísale a tus ojos.

Me reí sin ganas. Sí, efectivamente estaba hecha un desastre.

–  Lo siento… yo…

–  No. – Me detuvo. – No es necesario que me expliques. Pero si quieres hacerlo, puedes. Imagínate que este lugar es una zona libre y que puedas decir o hacer lo que quieras que nadie te juzgará. Hasta puedes expiar tus pecados – me miró con complicidad –  ¿tienes muchos pecados, Andy?

Adrian decidió el café que iba a tomar por mí. Me dijo que luego no iba a querer tomar café en ningún otro lado más. Y era cierto, estaba delicioso.

Hablamos mucho, como si fuésemos amigos. Evitando a toda costa mencionar a Noah. Rehuyéndole a sus recuerdos como si ardiesen. Pero me sentía una farsante, como si no mencionarla, de esa forma, le estuviese mintiendo. Pero hablar de ella, de su muerte, esa hacerlo realidad de otra forma.

            Al café le siguió una hamburguesa y luego otro café. Adrian me contaba de su vida: cómo había llegado a querer estudiar psicología, sus años de instituto, y qué quería para su vida después de graduarse.

            –  Me gustaría viajar un año por el mundo. Ya sabes… quizá tocando música. No lo sé ¿Y tú? ¿Qué planes hay en esa cabecita?

            Estaba tan entusiasmada con la conversación, parecía tan fácil hablar con él, que no me di cuenta de lo que dije a continuación.

            –  Con Noah queremos…

            Me paralicé. Todo parecía haberse detenido. Los movimientos, el ruido, incluso Adrian. Y mis pulmones ¿Cómo se respiraba?

            –  Respira, Andy.

            De lejos escuchaba la voz de Adrian. Me concentré en respirar dando bocanadas de aire, al principio pequeñas y luego más grandes. Una vez que pude regularizar mi respiración me disculpé.

            –  Lo siento…

            –  Debes dejar de sentirlo, Andy. No pasa nada. No diré como debes hacer tu duelo pero puedo decirte, por experiencia propia, que es normal. Completamente normal. Mencionas a esa persona que ya no está y todo a tu alrededor se detiene. Tus pulmones también, ¿a que si?

            Adrian fracasó intentando sonreír. “Por experiencia propia”. Sabía que él podía tener conocimiento de la muerte de Noah ya que posiblemente Marlene se lo haya contado pero algo se me estaba escapando.



#22742 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, muerte, primer amor

Editado: 25.05.2021

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