CAPÍTULO 11 – LOS MUERTOS NUNCA TIENEN LA CULPA.
– ¿Te parece almorzar conmigo en el patio? – la voz de Mad me sacó de mis pensamientos de forma abrupta.
– ¡Dios, Mad! Me asustaste. –Me agarré el pecho producto del susto pero él rio restándole importancia.
– Venga, te espero a las doce en el patio trasero.
Y se fue. Que esté pasando mis tardes con Anker estudiando sin intentar matarnos en el medio, ya era irreal. Ahora bien, almorzar con Mad ya me parecía un montón ¿Habré sido succionada por ovnis y ahora estaré viviendo en un universo paralelo? Siempre fui invisible. Es decir, lo más invisible que podía ser siendo amiga de Noah. Pero invisible a fin de cuentas. No tenía cola de gente que quería ser mi amiga, no me invitaban a las fiestas que se hacían, no tenía ningún chico que se fijara en mí. Y eso estaba bien. Me había acostumbrado y era mi zona de confort. Y de repente interactuaba con el otro rey del instituto. Si Anker era el rey indiscutido, Mad era su suplente.
– Almorzaré con Mad, ¿está bien? – Marlene abrió los ojos de forma desmesurada y Victor intentó reprimir una sonrisa.
– ¿Qué sucede ahora? –pregunté cohibida por tanta mirada.
– A la tarde irás con Adrian a tomar un café – hizo comillas con sus dedos – y ahora almorzaras con Mad ¿Te volviste una femme fatale, Andy?
Los tres reímos al mismo tiempo. Era agradable pasar tiempo con ellos. Les agradecía su amistad, su compañía y su paciencia. Antes, distribuía mi tiempo entre ellos y Noah. Aceptaban mi relación con ella y se conformaban con un tiempo parcial. Y ahora que ella no estaba, ellos me habían aceptado a tiempo completo. Debería en algún momento hacérselos saber: que los quería y les agradecía su ayuda y comprensión en esos momentos.
Estaba comiendo una manzana esperando a Mad cuando lo noté acercarse a mí.
– ¿Eso sólo almorzaras? –me preguntó mientras él abría un bowl de plástico que contenía una ensalada con mucho pollo.
– No suelo almorzar. –Me encogí de hombros.
– ¿Cómo estas?
Puse mis ojos en blanco cansada de esa pregunta – ¿Me dijiste de almorzar para preguntarme eso, Mad?
– No – me respondió con la boca llena – pero soy una persona amable, Andy, y con modales. Además, me interesa saber cómo estás.
– Lo noto, Mad. Sobre todo por hablar con la boca llena.
Reímos por mi chiste improvisado y se instaló entre ambos un silencio cómodo. Como si fuésemos amigos que pasábamos el rato y no dos completos desconocidos.
– ¿Por qué lo odias? O mejor dicho, ¿por qué odiabas a Anker?
Sabía que Mad y Anker eran mejores amigos. Casi desde mismo tiempo que Noah y yo. No había Mad sin Anker ni Anker sin Mad. Donde veías a uno, veías al otro. Era razonable su preocupación por él y yo lo entendía tanto, más de lo que pudiese explicarle. Me tomé un segundo para pensar la razón de por qué lo odiaba. Hace semanas atrás tenía la respuesta preparada para cualquiera que la quisiera saber. Hoy, ya no. Todo era muy confuso.
– No sé. Realmente no lo sé. Mi psicóloga dice que creo que culpando a alguien me voy a sentir mejor. Y no se puede culpar a los muertos, Mad ¿Entiendes eso?
Mad parecía pensar siempre la respuesta antes de contestar. –Te entiendo. Lo hago, en serio. Creo que en tu lugar estaría igual, o peor. Pero entonces, ¿por qué lo ayudas?
– ¿No era eso lo que querías? –lo miré confundida.
– Sí pero eso no responde lo que te pregunté.
– No sé – admití– después de pensarlo mucho creo que si no lo ayudaba sabiendo que podía hacerlo me estaba convirtiendo un poco en él. Y también… – suspiré y largué el aire – es lo último que tengo que me aferra a Noah.
Silencio.
– Estos días parece haber mejorado. Es decir, ya no está al borde de la ley ni intentó consumir nada ilegal al punto de morirse. Eso, creo, es estar mejor en términos de Anker hablando.
– Esa chica Stella, ¿es su novia? –pregunté con curiosidad mientras daba uno de los últimos mordiscos a mi manzana.
¿Por qué hice eso? La sonrisa de Mad me hizo saber que no era una simple pregunta para él.
– ¿Celosa?
– Oh, no ¡Por Dios, no! Tu no, también.
Me tapé la cara con las manos completamente avergonzada.
– ¿Yo también? ¿Quién más cree que Anker es tu amor platónico? –bromeó con voz irónica.
– Mi madre me preguntó eso… ¿Por qué te estoy contando estas cosas a ti?
– No lo sé. Pero creo que ambos podemos permitirnos bromear un poco. Ambos sabemos por lo que está pasando el otro, ¿no? Una completa y total mierda.