El destino por fin se había trazado, y con él, me había traído hasta a mí a ese sujeto.
Tan terrible se manifestaba la noche como la misma silueta de ese hombre, o más bien, de ese temible acechador. Sus ojos destellaban en un carmín sanguinario, y su sonrisa se tornaba retorcida. Sus cabellos resplandecían debajo de aquel planeta albino, que volvían aún más pálida su cabellera, la cual se encontraba recogida de lado por una coleta. Su capa encarnada, ondeaba con el viento que había por la altura, en sus orejas se meneaban a su vez unos aretes con cruces invertidas, que daban a entender el desprecio que le tenía al supremo de luz. Sus vestimentas se veían realmente impresionantes, ya que poseía un umbrío tan profundo que se podría fundir con la maldad de cualquier hombre, si no fuera por el Dragón dorado de su pecho, casi no se podría decir donde empezaba y terminaba la prenda.
—Hace mucho tiempo que no nos vemos… hijo —elevó su rostro en señal de superioridad, y yo entre cerré los ojos.
—Padre —musité un poco inquieto, pero no dejé que me invadiera el miedo, y permanecí firme ante el rey de las tinieblas.
—¿Qué sucede? ¿No tienes pensado agachar la cabeza para salvar tu miserable vida? —él extendió uno de sus brazos haciendo ondear su capa de lado—. En ese caso, y para que veas que soy piadoso, retiraré mis tropas y seré yo el que únicamente se enfrente a ti —tal y como dijo, retiró sus legiones, y mis demás aliados quedaron incrédulos frente a los pesaba, pero expectantes frente al acontecimiento.
—¿Quién dijo que debería temerte? ¡A mí es a quien deberían temerle! ¡Tú y todos tus lacayos! —exclamé, y Ángela, en su preocupación, me tomó del hombro, y por lo que sentí, ella estaba tiritando. Se podría decir que en cuanto la miré, su rostro estaba tan blanco, que parecía un cadáver; ¿acaso había sentido la energía de mi padre?
—¡No pelees contra él, Syrkei, es demasiado poderoso! —me rogó, pero yo inmediatamente giré, la tomé de una de sus alas, y desgarré con mis garras ésta, por lo que ella no tardó en soltar un alarido lastimero, e inmediatamente la solté. Ángela, no tardo en caer en picada, pero para su fortuna, Kamui la atrapó evitando que su caída la dañara. En cambio, yo, me quedé justo donde debería, en frente de mi padre.
—Vaya, sí que eres un verdadero demonio como para tratar así a alguien que te ama —se burló él.
—¡Cállate! —le dije y me giré hacia su persona—. Ahora nadie podrá intervenir en nuestro enfrentamiento —alegué. Y su expresión de burla pasó a una de desprecio.
—Así que es verdad… ¡es verdad que esa muchacha, no, esa pedazo de escoria te ha hecho dudar! ¡Es la causa por la cual arriesgas tu vida! —yo estaba demasiado concentrado en ese momento en los ojos de aquel ser tan espantoso, por eso no me di cuenta cuando él que se me abalanzo, y de repente, como Abigor se atravesó en la embestida para recibir el golpe por mí, dando como resultado que una gran cantidad de sangre saliera de su pecho. El corte fue tan limpio, que en el aire se veían bien gracias a la sangre el recorrido de la herida, la cual daba a entender que tres garras habían atravesado su carne profundamente.
—¡Abigor! —grité el nombre de mi lacayo, quien al parecer, cayó inconsciente por la mortal herida, pero fue atrapado por Alouqua mientras estaba suspendido.
—Pero que duque infernal más inútil —mencionó él elevando un poco su mano ensangrentada, la cual agitó para deshacerse de los restos que se le habían pegado. En ese momento, una mueca de preocupación y odio se plantó en mí, por lo que inmediatamente observé a ese desgraciado.
—¡Maldito! —él había derribado de un solo golpe a uno de mis aliados más poderosos, y en su cara parecía verse una expresión de gozo por semejante logro, es por eso, que llamé a mi espada y lo apunté con ésta—. ¡No te permitiré hacer lo que te venga en gana, porque tu oponente soy yo! —elevé mi arma convocando una gran cantidad de rayos oscuros, con los cuales luego ataqué a mi pariente. Sin embargo, por más poderosa que resultaba mi estrategia, el maldito lo esquivó corriendo a una gran velocidad en el aire, era como si estuviera pisando sobre tierra firme por la forma en que se trasladaba, pero a pesar de que no me detenía, él respondió aun rehuyendo de mí, mandando un sin número de bolas de fuego, las cuales no iba a poder esquivar sin ayuda.
—¡Diablos! —me quejé ante la posibilidad de ser quemado vivo, pero Aini apareció de repente creando un escudo que nos protegió a duras penas a ambos—. ¿Qué haces idiota? ¡Esta es mi pelea! —le exclamé.
—¡No podrás luchar tú solo, Syrkei, así que no seas idiota! —exclamó él, no obstante, mi padre apareció delante de nosotros como si de un espectro se tratase.
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Editado: 28.01.2019