Bueno… nos estamos escondiendo con el marido de Hugo. Es tan horrible como lo imaginé cuando Hugo propuso la idea. Extraño mi casa con estilo de revista de los noventas, extraño mi cuarto desordenado que huele a patas, extraño bañarme a diario… o no, extraño estar sola y las comidas irregulares.
—Hugo, eres como una señora —le dije mientras comía una bolsa de bombones que me había robado de la alacena. —Limpias, cocinas, nos vigilas, todo eso —dije con la boca llena.
—No es cierto, esto es lo que hacen los adultos funcionales. ¡Deja de comerte mis bombones! —dijo arrebatándome la bolsa.
—¿En serio? Todos parecen estar más sobreviviendo que viviendo vidas adultas. Las únicas personas que actúan con seguridad son las señoras con hijos. Tú pareces una señora con hijos —dije metiéndome a la boca los bombones que me quedaban en las manos.
—Claro que no. ¿Por qué dices eso? —
—Lo que acabas de hacer es algo que una señora con hijos haría —Hugo me miró fijamente. Diana y el marido de Hugo dejaron salir una ricita que callaron rápidamente cuando Hugo volteó a verlos. —Ya, ¿qué vamos a hacer? No podemos quedarnos aquí toda la vida —
—Es que no sé qué podríamos hacer —dijo Diana levantándose de la mesa.
—Papá número dos, ¿tienes alguna sugerencia? Recuerda que papá número uno está en peligro. Por cierto… ¿Cómo te llamas? Se me olvidó de nuevo, lo siento—dije mirando al novio de Hugo. Nunca pensé que Hugo siendo un gordito gracioso pudiera estar con alguien así. Su novio es literalmente una versión mejorada de Mario Casas, solo que con barba de dos días, un poquito gótico, tatuado y gay. Esa última parte no me la termino de creer. El punto aquí es que es guapo.
—Me llamo Gabriel, ja, ja, ja. No sé qué decirles —dijo de forma tímida.
—Gran aporte. Te aviso que mañana se me va a olvidar tu nombre otra vez. Te voy a decir papá a partir de ahora… pero gracias por aguantarme aquí. —volteé a ver a Hugo. —Y a ti te voy a decir mamá —le dije conteniendo la risa.
—A veces tengo ganas de entregarte a la policía —dijo Hugo muy serio.
—No puedes, te capturan a ti también —dije burlándome.
—¿De verdad creen que nos estén buscando? —preguntó Diana.
—Estamos relacionados con los compañeros que se robaron evidencia en efectivo y también estamos relacionados con la persona que estafó al gobierno actual, además de que nos fugamos nada más escuchamos hablar de cárcel preventiva. No sé si nos estén buscando, pero motivos para hacerlo tienen. —respondí.
—¿Nos van a manosear en prisión? —preguntó Hugo.
—Si te atrapan, sí —dije riéndome un poco —¿ Y si nos mudamos a otro país y empezamos de nuevo? —pregunté.
—¿Cómo piensas hacer eso? —preguntó papá Gabriel riéndose.
—Fácil, vendemos nuestras casas, compramos un auto usado y nos vamos todos juntos lo más lejos que se pueda. Llegamos a un lugar donde nadie nos conozca y decimos que somos una familia homoparental, yo soy la hija adoptada y Diana es la tía rara que está permanentemente de visita. Si alguien pregunta por qué nos mudamos, decimos que yo tenía una hermana gemela que murió, que nos alejamos para olvidarla y que no nos gusta hablar de eso —respondí.
—Otro día lo que dijiste me hubiera sonado como la pendejada más grande del mundo, pero viendo como están las cosas hasta me suena razonable —dijo Diana.
La vida sin importar si es de día o de noche es muy rara, hace un mes estaba preocupada por si comería pan con mermelada o pan con miel para cenar y ahora estoy fugitiva de la ley, con miedo a que alguien note mi presencia, encerrada con mucha gente en un departamento pequeñísimo de una habitación …ahh… supongo que así se sintió Ana Frank, exceptuando obvias diferencias.
—Ayúdame Dios dame paciencia, porque si me das fuerza me mato —dije mirando al cielo.
—¿Qué dijiste? —preguntó Diana.
—Que me mato —
— No, la frase va: Dios dame paciencia, porque si me das fuerza los mato —corrigió.
—Como si quisiera más cargos en mi contra. Prefiero la muerte; el descanso eterno siempre ha sonado tan acogedor. —Estaba lamentándome de nuevo en voz alta cuando escuché cómo tocaron la puerta del departamento y sentí como los vellos de mi nuca se erizaron al instante.
Hugo contuvo la respiración, Diana se llevó las manos a la boca y papá Gabriel abrió los ojos hasta casi desorbitar sus ojos azules. Nos quedamos quietos. A decir verdad, miles de escenarios malos cruzaron por mi cabeza en ese momento y me imaginé durmiendo en el piso, donde una señora que parece señor, completamente tatuada y con esteroides me cobra dinero por el derecho a usar una cama. También me imaginé huyendo de la policía, pero en mi imaginación seguía estando chaparra y no alcancé a saltar una pared de ladrillo, lo que resultó en que me atraparan y me llevaran con la señora que parece señor musculoso.
Nota personal: si salgo de esta, intentaré saltar una pared para ver si soy capaz. Más que nada para saber si es buena idea escapar o es mejor ahorrar energías y dejarme capturar.
Volvieron a tocar la puerta, esta vez de una forma un poco más insistente. Gabriel nos hizo señas para que entráramos al baño. Cuando todos estuvimos dentro, él se dirigió a atender la puerta. Me senté en la taza de baño, mientras me preguntaba si en caso de tener que huir podría pasar mi cuerpo por la diminuta ventana del baño. Hugo y Diana escuchan con atención mientras Gabriel abría la puerta y saludaba de una forma tranquila, pero claramente fingida.
#1035 en Joven Adulto
#3319 en Otros
#853 en Relatos cortos
noche loca, comedia humor enredos aventuras romance, turno nocturno
Editado: 03.09.2025