A diferencia del cuarto de Rambo, el de Gloria era todavía más caótico que su casa. Su clóset estaba más cerca de parecer un mercado de segunda mano que a un closet. El tocador y las estanterías parecían un puesto de perfumes pirata, con cientos de frascos amontonados unos contra otros, dando la impresión de estar a punto de caerse. Por otro lado —o mejor dicho, por todos lados— colgaban de decenas de clavos en la pared: sombreros, bufandas, abrigos y demas prendas extravagantes.
Esparcidas por el suelo había cajas y cajas con lentes y moños enormes de colores chillantes. Todo el lugar era un dolor de ojos. Mirar a un mismo sitio era asegurarte un daño en la retina. Había de todo y por todos lasos, menos un espejo; por obvias razones.
—Gloria, ¿puedo preguntarte algo? —pregunté mientras, gracias al cielo, se ponía una bata de baño encima.
—Dime, tesoro —
—Si no puedes ver… ¿por qué tienes la luz encendida? —
—¿La luz está encendida? —preguntó, asustada, llevándose una mano al pecho como en las novelas baratas de las siete que pasan en la televisión pública—Dios. Por eso el recibo de luz llega tan caro. —
—¿Quieres que la apague? —pregunté, con el dedo ya en el interruptor.
—Sí. Y luego de nuestra charla recuérdame extirparle un riñón a Gervasio para pagar la cuenta —bromeó, haciendo a un lado la ropa que tenía sobre la cama antes de recostarse —Pasa, mi niña, y siéntate… donde haya lugar —exclamó extendiendo los brazos, como dándome la bienvenida a su palacio. —¡Ah! Recuerda cerrar la puerta —indicó apuntando con el dedo medió.
Al cerrar la puerta, la única luz era un rayo de luna que se colaba entre las gruesas cortinas. Todo era casi penumbra. Cosa que hacía que Gloria de viera más intimidante que antes. Apenas y distinguiendo bultos en la oscuridad, me puse de rodillas sobre un bulto de suéteres en el suelo.
—Gloría, ¿por qué tienes tantos perfumes? —pregunté, forzando la vista para distinguir el tocador.
—Oh, bueno, necesito estimulación… y no de la forma en la que estás pensando… bueno sí, también. El punto aquí es que ser ciega a veces es un poco… aburrido, por eso me gusta oler cosas nuevas. También pueden saberse muchas cosas gracias a los olores —explicó.
—Gloria, ¿por qué usas ropa tan extravagante? —
—Porque me gusta, mi amor. Todo lo que ves aquí, cómo me veo, cómo actuó y lo que soy es porque me gusta. Todo lo que hago, lo que tengo y lo que digo es porque quiero hacerlo. ¡Pero! Principalmente, es porque no me importan un mojón de perro los demás. Gloria vive para sí misma —suspiró.
—Gloria, ¿a ti te gustan los niños o las niñas? —
—Si tiene más de veinte y pulso, con eso es suficiente, ja, ja, ja, en realidad no me importa —explicó entré risas. —Pero bueno, no estamos aquí para que tú me hagas preguntas. Estamos aquí porque yo tengo una pregunta muy importante que hacerte —dijo cruzándose de brazos.
—¿Qué cosa? —pregunté con la voz entrecortada.
—Necesito que me respondas con completa sinceridad. ¿Qué edad tienes? —
—Sabía que iba a preguntarte eso —exclamó mi voz interior.
—¿Me estás diciendo que tú eras ese mal presentimiento que tuve la primera vez que Gloria me dijo que tenía que hablar conmigo? —
—Mi intas diciindo…—dijo burlándose.
—Cállate —la reprendí.
—Pero… ¿no dijiste que era mejor si no te decía? —dije.
—Sí, sé lo que dije. A mí no me importa la edad de la gente, pero, el numerito del que estamos hablando, es un detallito chiquito, chiquito, que puede transformarse en un problema grande, grande —explicó haciendo mímica con las manos.
—¿Problema? —pregunté.
—Oh, sí. Nos podría llevar la verga a todos y… bueno, te pregunto porque he escuchado algunas cosas en la calle —
—¿Tú sales a la calle? —
—Por supuesto. La comida no se compra sola, mi bebé —
—Bueno, sí… pero ¿en qué momento lo haces? Siempre estás aquí —
—Lo hago en el día, cuando ustedes duermen. Que sea ciega no significa que vaya a perderme, solo significa que debo encontrar otras formas de orientarme —explicó.
—¿No es un poco arriesgado conociendo nuestra situación? —
—No hay peligro. De todas maneras, nadie sospecha que una ciega está ocultando a cuatro fugitivos en su casa, y menos que uno de ellos es mi hijo… Por cierto, ¿por qué duermen solo de día? Parecen vampiros. ¿A caso creen que esto es Crepúsculo? —dijo entre risas.
—Ja, ja, ja. Lo que pasa es que Hugo y yo trabajábamos en el turno de noche en el minisuper. Y luego, cuando nos escapamos por primera vez, junto con Diana, le contagiamos el horario —expliqué.
—Entiendo. Y Gervasio ya venía así de desviado de fabrica ja, ja, ja —rió. —En fin, también dime, ¿Por qué ese nene Hugo esta triste? ¿Le terminó el novio? ¿Gervasio le dijo algo? —
—No, solo está preocupado por su abuela —
—¿Su abuela? —
—Sí, él la cuida, le lleva comida y cosas. Pero como ahora estamos aquí, no ha podido ir a verla. Le preocupa que esté bien, eso es todo —
—¿Y el padre o la madre de Hugo? ¿Por qué ellos no se hacen cargo de la abuela? —
—Es una larga historia. Pero, para resumirla un poco: hace muchos años la abuela de Hugo fue culpada de matar a su esposo. Ella no lo hizo, es inocente, pero todo el pueblo piensa que sí y la odian desde entonses. Es la señora del paredón rojo—
—Ah, ¿sí? Conozco la historia, y también a la señora. Fue un imaginario de pueblo quién le destruyó la vida a esa pobre mujer —
—Sí. Lo bueno es que el novio de Hugo va a ir a verla —expliqué.
—¿Ah sí? Debe ser un buen muchacho —
—Lo es. También es guapo, se parece mucho a Mario Cassas —expliqué.
—Oh, tesoro, no lo conozco. —
—Mmm, es algo así como un actor de telenovela mexicana, pero muy joven —
—Entonces si es guapo, ja, ja, ja —bromeó la señora. —Está bien, pero no me cambies el tema… Escuché algunas cosas en la calle que me estan asustando un poco, y para que yo me asuste está muy dificil. Dime, ¿Cuántos años tienes? —
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Editado: 03.12.2025