Turno Nocturno

Desde la voz de Gloria

75, tengo 75 años.

No suelo pensar mucho en ese número y, en realidad, no importa una mierda, por eso no se lo digo a nadie. Tampoco es como si pudiera fingir que tengo 20, estoy extremadamente vieja como para intentarlo y tampoco es como si pudiera verme en un espejo y ver mis arrugas para conseguir que me importe. Pensándolo bien, eso es una ventaja, porque me conozco, y si pudiera, estaría llena de bótox.

Desde hace quince años estoy ciega, y lo único que extraño de ver son dos cosas:

  1. Poder andar de chismosa desde mi ventana
  2. Maquillarme

Esa última la extraño mucho. Sí, puedo usar un poco de maquillaje, como labiales y rubor, pero extraño mis delineados filosos. Me pregunto si puedo obligar a Diana a ayudarme a maquillar, así como lo hicimos con Gervasio. Ese maldito no dejaba de quejarse mientras le enchinaba las pestañas… bueno, también puede que lo haya lastimado un poco mientras lo hacía.

Ahora, querido lector o lectora, sé que estás ahí. No soy estúpida y sé que tienes muchas preguntas sobre mí:

¿Cómo quedé ciega?, ¿qué pasó en realidad con el dinero de mi tía Lourdes?, ¿qué pasó con el resto de mi familia?, ¿mis padres?, ¿fui prostituta?, ¿por qué terminé así?, ¿cómo pienso ayudar a los chicos?, ¿de verdad amo a mi hijo?

Ja. Esa última tiene como respuesta un fuerte “SIII”.

Es obvio, idiotas, es el único bastardo que tengo. No sé si es costumbre, o sea porque lo vi crecer o si es simplemente una respuesta biológica, pero admito que le tengo aprecio. Aunque sea un idiota, es ¡mi! idiota.

—Puaj, es extraño decir que tengo afecto por alguien —

Volviendo al tema, pequeños mierditas: aquí, mientras yo esté a cargo, van a saber lo que yo decida contarles, cómo y cuándo decida hacerlo. No habrá rodeos ni cositas cursis; esto va a ser directo y al grano. Si quieren leer besitos, amor y lagrimitas, lárguense de este lugar. Busquen sus historias de amor o morbosas que les gustan y déjenme en paz.

A partir de ahora mando yo y pienso quedarme un buen rato. ¿Por qué? Porque me necesitan, pendejos. Hay cosas que mis niños no les pueden explicar.

—Por cierto, quien escribe esto, es una perra. Ojalá se muera pronto. Bueno mejor no: si sé muere ella nos morimos todos por aquí… aunque no estaría mal que sufra. Maldita lenta, como ella no alimenta a esos parásitos —

Bien, el orden es el siguiente:

  1. Les hablaré un poco de mi infancia y de mi pútrida familia. (Qué bueno que ya casi todos están muertos.)
  2. Contaré por qué llegué con mi tía Lourdes y cómo fue vivir con ella. (Obviamente dejando de lado cositas que ya saben, y si no se acuerdan, pues busquen el puto capítulo. Dejen de ser tan pinches flojos. Esto no es una novelita que les sirve todo en bandeja de plata; vayan y ejerciten las neuronas.)
  3. Voy a decirles a qué me dediqué en mi adultez. (Más les vale que valoren esto, hijos de perra. Ni siquiera Gervasio sabe esto en su totalidad.)
  4. Sobre mi exmarido. (Esta me da asco solo de recordarla.)
  5. Algunos secretitos. (Guiño, guiño.)

Ya me cansé de enumerar. Ahí les voy diciendo qué sigue. El chiste es que falta lo de mis ojos, la casa, y muchas mierdas más. ¿Qué esperaban? Soy vieja y disfruté la vida.

Por cierto, ¿nunca se han preguntado si Gloria es mi verdadero nombre? Ja, ja, ja.

Nos vemos pronto. Les mando un beso muuuy profundo.

Desde la voz de Gloria

75, tengo 75 años.

No suelo pensar mucho en ese número y, en realidad, no importa una mierda, por eso no se lo digo a nadie. Tampoco es como si pudiera fingir que tengo 20, estoy extremadamente vieja como para intentarlo y tampoco es como si pudiera verme en un espejo y ver mis arrugas para conseguir que me importe. Pensándolo bien, eso es una ventaja, porque me conozco, y si pudiera, estaría llena de bótox.

Desde hace quince años estoy ciega, y lo único que extraño de ver son dos cosas:

  1. Poder andar de chismosa desde mi ventana
  2. Maquillarme

Esa última la extraño mucho. Sí, puedo usar un poco de maquillaje, como labiales y rubor, pero extraño mis delineados filosos. Me pregunto si puedo obligar a Diana a ayudarme a maquillar, así como lo hicimos con Gervasio. Ese maldito no dejaba de quejarse mientras le enchinaba las pestañas… bueno, también puede que lo haya lastimado un poco mientras lo hacía.

Ahora, querido lector o lectora, sé que estás ahí. No soy estúpida y sé que tienes muchas preguntas sobre mí:

¿Cómo quedé ciega?, ¿qué pasó en realidad con el dinero de mi tía Lourdes?, ¿qué pasó con el resto de mi familia?, ¿mis padres?, ¿fui prostituta?, ¿por qué terminé así?, ¿cómo pienso ayudar a los chicos?, ¿de verdad amo a mi hijo?

Ja. Esa última tiene como respuesta un fuerte “SIII”.

Es obvio, idiotas, es el único bastardo que tengo. No sé si es costumbre, o sea porque lo vi crecer o si es simplemente una respuesta biológica, pero admito que le tengo aprecio. Aunque sea un idiota, es ¡mi! idiota.

—Puaj, es extraño decir que tengo afecto por alguien —

Volviendo al tema, pequeños mierditas: aquí, mientras yo esté a cargo, van a saber lo que yo decida contarles, cómo y cuándo decida hacerlo. No habrá rodeos ni cositas cursis; esto va a ser directo y al grano. Si quieren leer besitos, amor y lagrimitas, lárguense de este lugar. Busquen sus historias de amor o morbosas que les gustan y déjenme en paz.

A partir de ahora mando yo y pienso quedarme un buen rato. ¿Por qué? Porque me necesitan, pendejos. Hay cosas que mis niños no les pueden explicar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.