Mamá siempre lo decía, —algún día nos largaremos de aquí— y es que aunque ella lo negara, se notaba lo infeliz que era a lado de mi padre, año tras año el mismo comentario cada vez parecía perder su valor. Algunas veces parecía tan desanimada que llegue a creer que aquello sería un sueño y nada más que eso.
Estaba por terminar la preparatoria tan solo un par de días más y sería una chica libre de tareas, lo que me causaba un terrible dolor era el dejar a mis amigos, pero sabía que estaría en contacto con todos ellos, para algo servirán todas las aplicaciones de chat que hemos descargado.
La mañana de la entrega de los certificados mi madre se mostró más ansiosa que nunca al grado de parecer una niña que saltaba luego de verme pasar al estrado para recoger mis calificaciones, fue cuando baje para abrazarla que me dio la sorpresa, aquella que la mantenía tan emocionada.
—¿Recuerdas cariño cuando te decía que algún día nos iríamos de la casa?— dijo con emoción — pues bien alístate que nos vamos.
—¿Es en serio?
—Y no te imaginas a dónde es que iremos.
Seguía mirándome con enormes ojos y una sonrisa que llegó a asustarme.
—¡Dímelo ya!
—¡Nos vamos a Seúl! — soltó emocionada—. No estás feliz.
Mi gesto era de una sorpresa tan grande que por un segundo olvidé respirar, fue hasta que vi a mamá pasando su mano delante de mi que logré reaccionar y al fin sonreí.
—¡Es la noticia más maravillosa que me has dado! ¡¡Nos vamos a Corea!!
Cuanto puedes tardar en hacer una maleta para viajar a un lugar lejano, muy, muy lejano, prácticamente debía llevar todo ya que según los planes de mi madre, la idea era quedarnos a vivir allá si todo resultaba bien. Desde luego que podría estudiar en alguna de sus universidades o laborar, de pronto la cabeza se me lleno de mil ideas.
Tuve que despedirme de mis amigos, lo cual fue lo más doloroso, aunque sin duda ellos se alegraron tanto como yo al escuchar a dónde es que me mudaba. Y es que el lugar sin duda era uno de los favoritos de la mayoría de mis amigos, así que les prometí que en cuanto estuviera bien establecida, los invitaría a pasar las vacaciones en mi casa.
Los boletos estaban listos, me mordía las uñas de la desesperación que sentía dentro de la sala de espera en el aeropuerto, viajar quince horas en avión me atemorizaba un poco pero sin duda valdría la pena, me coloqué los audífonos, la playlist inicio en seguida estaba lista para comenzar una nueva vida.