Tuya por el punto tres

5.

—¿Te ha afectado, verdad? —preguntó Demetrio, sentándose en el sillón de enfrente.

—¿Has visto alguna vez que me afectara alguna chica?

No, ella no lo había afectado. Para nada. Solo… le había despertado un poco de curiosidad. ¿Qué era esa actitud de víctima inocente? ¿Estaba fingiendo o de verdad había vivido tanto, tanto que había terminado por romperse?

Demonios, ¿y por qué eso empezó de pronto a preocuparle? Resultaba que no se podía traer así como así a una chica desconocida a tu vida y dejarla cerca, teniéndola como un juguete o una muñeca. Desde los primeros minutos la sentías como a una persona real, con sus miedos, sus problemas, sus emociones. Y era imposible ignorarlo.

—Ahora sí lo veo —murmuró su amigo—. ¿Crees que no me di cuenta de cómo la mirabas ayer cuando ella no te veía?

—¿Y cómo la miraba?

—Con esa mirada de “la quiero, y la quiero ahora mismo”… Entonces, ¿por qué no estás en la cama con ella el segundo día después de la boda?

—Ya te dije: no la quiero para la cama. Y tengo mucho trabajo.

—¿De verdad no te gustó la noche de bodas?

—Déjalo ya —se apartó Ruslán con la mano—. ¿Me encontraste un contable de confianza que se encargue de las cosas aquí?

—Me encargaré yo. En D***, de momento, Marina revisará todo; puedes confiar en ella. ¿Hay algún despacho libre para mí aquí?

—Lo hay… Está bien, que así sea, pero la próxima vez haz lo que te ordené. No necesito que me vigiles.

Tenían todo un pasillo lleno de despachos vacíos donde podían organizar oficinas personales. Ruslán planeaba traer durante un tiempo a un contable, un abogado y a varios especialistas más que le ayudarían a poner las cosas en orden y a sistematizarlo todo en el nuevo lugar. Al principio tendría que controlarlo casi todo “en modo manual”, así que una oficina con buenos trabajadores sería imprescindible.

La mesa delante de él estaba cubierta de papeles; aún más había en formato digital. Había asumido demasiadas cosas a la vez, pero, en realidad, lo que más le inquietaba ahora no eran esos documentos, sino los asuntos de Navarro y su sobrina.

Demetrio empezó a revisar los papeles mientras mencionaba las últimas cifras importantes: estadísticas de ventas, valor de los activos vendidos, precios y lo que planeaban comprar. El padre de Ruslán trabajaba en la industria extractiva y de procesamiento; el hijo, además, se había metido en la industria química y en un montón de cosas más. Los primeros años habían sido difíciles, algunos proyectos habían fracasado, pero últimamente tenía suerte. Para comprar lo suficiente en aquella ciudad y acercarse a Navarro había necesitado tres años y mucho dinero. Pero había valido la pena: ahora estaba tan cerca que podría aplastar a ese desgraciado.

Ruslán tomó el móvil, lo desbloqueó y durante un minuto contempló la foto algo borrosa de hace cuatro años que tenía de fondo de pantalla. A su lado, en aquella foto, estaba un chico de cabello oscuro y sonrisa amplia; parecía algo mayor, pero el parecido entre ambos era evidente.

Demetrio notó que su amigo miraba fijamente el móvil y negó con la cabeza.

—Ya es hora de que sigas adelante, no vas a traerlo de vuelta —dijo en voz baja.

—Ni tampoco voy a devolverle la salud mental a mi madre… Perdí demasiado como para dejar esto pasar así sin más.

—Oye, ya te ofrecieron…

—La muerte es un castigo demasiado fácil para él. Sufrirá más y peor. Los tipos como él valoran el dinero más que la vida. Así que primero perderá su dinero, y luego…

Demetrio suspiró y murmuró algo por lo bajo. Tomó unos expedientes y se dirigió a la puerta.

—Me instalaré en el despacho de enfrente; lo vi libre.

—Bien.

—Y otra cosa, por cierto —ya estaba en la puerta cuando recordó algo—: esa amiga tuya, Katy, está tremenda. Por su culpa dormí menos de una hora hoy.

—Información muy útil —bufó Ruslán, haciendo un gesto para echarlo.

Apenas la puerta se cerró tras él, el móvil vibró. En la pantalla apareció un nombre. Nina. Ruslán frunció el ceño. La última vez que se habían visto había sido más de una semana atrás, cuando él había estado en D***. Entonces ni se le ocurrió contarle ni del traslado definitivo ni de la boda. Y ahora tampoco tenía intención de compartir detalles.

—Hola, cariño —ronroneó Nina de forma fingida, conteniendo otras emociones: rabia o resentimiento.

—Hola. ¿Qué querías?

—¿Por qué “qué quería” enseguida…?

—Dilo rápido, tengo mucho trabajo.

—¿Es verdad que te casaste y te mudaste a…?

—¿Quién te lo dijo?

Maldición. Estaba claro que no evitaría una escena. Ruslán cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.

—¡Todos sabían que ayer fue tu boda! ¡Todos menos yo!

Ya no se contenía. Dejó ver su ofensa, lloriqueando y forzándose a sollozar.

—Pues ahora lo sabes. ¿Y qué?

—¿Me estás dejando?

—Si te estuviera dejando, te lo diría. Nada va a cambiar. A veces iré a D*** a verte.

—¿Y eso es todo? ¿Y tu esposa… la amas? ¿Cómo puedes hacerme esto? —Nina empezó a desatar una histeria, mezclando preguntas con reproches.

Él detestaba esa tendencia de algunas mujeres a montar escenas por nada. Si ella no le resultara cómoda y no le gustara en la cama, hacía tiempo que la habría dejado.

—Dijiste que te sentías bien conmigo, y ahora…

—Basta —al fin perdió la paciencia—. Te enviaré un buen regalo a la tarjeta, cómprate un bolso nuevo o lo que quieras. Y no me llames con reproches absurdos. Yo te llamaré cuando esté en la ciudad. ¿Entendido?

—Entendido —su voz seguía sonando ofendida, pero sin aquel chillido histérico.

Colgó sin añadir una palabra más. Nina y sus dramas eran lo último que le interesaba ahora.

Mucho más interesante era su esposa. Antes de conocerla, había imaginado cómo la humillaría, cómo la usaría, cómo la moldearía a su antojo. Pero en la práctica… ni desde la primera noche le había apetecido. Cuando sus hombros delgados empezaron a temblar al sentir su toque. Era todavía… ¿una niña? Él, un hombre adulto que pronto cumpliría treinta, no debía rebajarse a atormentar a una muchacha indefensa. Si realmente era tan indefensa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.