Tuya Por Un Sueño

Capítulo IV

La Prueba Revela Un Problema.

 

En algunos capítulos de mi insípida vida figura mi limitada y fracasada suerte con los chicos, a quienes hemos decidido Naty y yo llamar sapos, por los cuentos infantiles. Mi corazón se ha roto un par de veces a causa de ciertas decepciones causadas por esos sapos, sobre todo por mi último intento fallido con un degenerado que aún hace que me hierva la sangre de furia al recordar lo que me hizo. Luego de su traición la piel se me pone de gallinas al pensar en coquetear con algún zoquete creído y vanidoso. Terminé sumergiéndome en una relativa inherencia hacia los hombres de todo el mundo. Prefiero pasar desapercibida antes que volver a sentirme rota.

Enrique es la prueba de que mi mundo no es normal, y por lo tanto lo normal está fuera de mi órbita. Como ya he comprobado, cosas extrañas y malas están siempre cruzándose conmigo. Enrique no fue la excepción.

Amargos recuerdos, ¿Por qué tienen que existir? Me sumerjo en oficios, no consigo quedarme quieta y no dejo de preguntarme lo que le pudo haber sucedido a Naty. Le comento a Dora, mi mamá, la salida de la noche, la cual, para mi mayor alegría no rechaza, eso sí, no deja de recordarme todos los peligros de la vida nocturna en la ciudad.

Para las 6 de la tarde ya tengo pintadas mis diez uñitas y he sometido a mis rebeldes cabellos al secador y la plancha. Me planto frente a mi closet a escoger mi atuendo. Tengo variedad donde escoger y eso me encanta. Mientras estuve de novia con Enrique me interesé por comprar ropa especial para que nunca se sintiera inferior al estar conmigo. Deseaba impresionarlo, nunca me di cuenta en lo que me estaba convirtiendo. Después de lo que me hizo, la ropa se quedó sin estrenar en el closet, al igual que un lindo juego de ropa interior que me había casi que causado un espasmo por el altísimo precio que pagué, muy lejos de lo que estoy acostumbrada a pagar. Iba a ser su regalo de cumpleaños, el cuál jamás y nunca pudimos compartir porque… ¡Basta Oly!

Resoplo. Vuelvo a resoplar. ¡Qué broma con estos dolorosos y amargos recuerdos!

Me concentro en el presente. Este tipo de ocasión es totalmente diferente, me gusta más, así que me lanzo en mi closet a encontrar algo fuerte, atrevido, atractivo pero que no me haga ver como una regalada. Quiero verme interesante, estoy decidida a no quedarme en las esquinas esta noche, así que voy por mi artillería pesada.

En mi teléfono me voy a la aplicación de música y le doy play, comienzo a moverme al ritmo de merengues y salsas mientras me arreglo, y canto a voz en cuello mientras me transformo.

Una vez que he terminado, me observo una y otra vez en el espejo. Me siento cómoda. Me siento satisfecha con mi aspecto. Mi atuendo, mi maquillaje y mi cabello tienen todo lo necesario para hacerme ver sensual. No tengo un cuerpazo de muerte pero tal y como estoy soy todo un bombón. Tomo mi teléfono y comienzo a hacerme selfies de todos mis ángulos, al menos, desde donde me haga ver buenota, no me transformo en esta chica súper sexy todo el tiempo. Actualizo con la mejor foto mi perfil de Whatsapp, pierdo un poco más de tiempo editando la que más me ha parecido la ideal para subir al Instagram y dejo las del Facebook para después.

Como toque final, saco de su cajita nuevecita mi perfume favorito Guess, me rocío un poco y me lo unto aquí y allá. Tomo mi mini bolso de gamuza, una vez lleno de todo lo necesario, y algo más, lo coloco en mi hombro y salgo de mi habitación dispuesta a comerme al mundo. Voy sintiéndome toda una diva, en mi teléfono las letras de la canción de La India, Soy Mujer me animan, me incitan a lanzarme a vivir, a demostrarle a mi ex y a todo aquél que de mí se ha burlado que ya los he superado.

Después de sufrir el amargo desengaño de Enrique mi corazón quedo hecho cuadritos, pero ya todo pasó, ahora soy como el ave fénix, he renacido de las cenizas, así que voy a gritarle a todas que tengan cuidadito conmigo, porque estoy armada y soy peligrosa. Esta noche me siento capaz de creer que soy lo suficientemente audaz como para conquistar al hombre que me guste.

Así, desbordada de seguridad en mí misma, salgo al pasillo y cuando me encamino a la salida avisto a Dora parada junto a mi padre, que como de costumbre, está en su mueble viendo la televisión. Mi seguridad se tambalea como un terremoto de siete grados. Lanzo una oración mental al cielo, estoy a punto de pasar el  detallado escrutinio de mi madre. Al verme salir, ella me mira con sus ojos evaluadores y puedo ver como arruga sus labios en desaprobación.  

— Oly… Por Dios ¿Tenías que arreglarte así? —ya empezamos. Ella chasquea su lengua y continua— ¡Dios mío! Pudiste haber escogido otros colores ¡Estás toda oscura! ¡Tanto negro! Pareciera que fueras parte de alguna secta satánica. José, mira cómo tu hija quiere salir. 



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En el texto hay: revelaciones sobrenaturales

Editado: 26.09.2018

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