Tuya Por Un Sueño

Capítulo VIII

Dulce Consuelo

 

— Hace cuatro días… —comienza contando Naty, con voz temblorosa, su mirada perdida en algún punto sobre mi hombro— Yo… estaba aquí en la casa y… —como apoderada de los nervios Naty comenzó a temblar, mis ojos se aguaron de consternación, realmente fue toda una sorpresa verla así.

Requiso con la mirada la habitación y me lanzo a buscar en una esquina un lindo sillón que está repleto de cojines, lo tomo y lo arrastro para acercarlo al baúl donde están la bandeja y Naty. Ella se sienta inquieta. Yo me siento a su lado.

— ¿Y entonces? —demando con impaciencia, con los ojos amplios y el cuerpo más tenso que un alambre.

Conteniéndose para no llorar, Naty me mira y me advierte. — Agárrate que lo que te voy a contar no juega carrito. 

Entonces, Naty comienza a echarme el cuento, y Dios bendito, lo que Naty me narra me hace recordar un libro que leí, el cual me había atrapado con su suspenso y enredados misterios. Un Grito En La Noche, de Mary Higgins.

— Una noche —prosiguió Naty con la narración— volví a escuchar esos sonidos extraños saliendo de la habitación en donde Jonny, el chico con el que me viste saliendo y con quien terminé viviendo, acostumbraba a encerrarse por horas. Me acerqué y comprobé que los sonidos eran de procedencia tipo sexual.

¿Sexual? Pero, ya va. — Quieres decir… que ¿¡tan rápido se metieron a vivir!? —Yo estaba boquiabierta— y para remate de colmo ¿dejaste que Jonny tuviese una habitación para él sólo? —me sentía indignada. Ni a mí me habían dado una.

— Sip. Jonny me la había pedido para tenerla tipo estudio. Yo no le vi el problema así que le di la única llave que tenía en esos momentos —yo asentí con mal humor—. Te sigo contando. En ese momento, pensé que Jonny se encerraba para ver videos porno o algo así por el estilo, pero… tú sabes como soy querida, la curiosidad o mi adorable sexto sentido, me pudo.

— Cuando no… —murmuro secamente. Aun sin cuadrarme nada. Encima de todo le da una llave. Qué estupidez. Yo jamás hubiese hecho eso.

Ella se encoge de hombros y continúa. — Esperé al otro día a quedarme sola para forcejear la puerta, a la final tuve que romper la cerradura pero eso no me importaba, tenía que entrar.

Recostándose en el sillón y con un deje de misterio Naty me miró, el dolor se agitaba en ellos. Las palabras que pronunció a continuación eran pesadas. — Mi corazón se detuvo cuando entré a esa habitación Oly. Todo lo que vi... Al principio estaba confundida, pero cuando comprendí lo que estaba viendo…

Yo gemí. — Me estas torturando Naty…

— Fotos. Muchas fotos de un montón de muchachas. La mayoría son desconocidas para mí. También había fotos de mis amigas. Todas desnudas.

¡Bendito Dios! Aquello sonaba de locos. Mi mandíbula sentía que llegaba al piso. — Nooooo

Naty asentía con cara de perro. — ¡Ni siquiera estaban escondidas! El muy desgraciado las tenía distribuidas por la pared más grande de la habitación para su mejor disfrute —la ira rompió a través de su voz. Lo mismo hizo la frustración—. Lo hizo en mí casa Oly… ¡En mi bendita casa!

¡Cuánta mierda!

Mientras Naty siguió contando todo con lujo de detalles, nos fuimos comiendo los pasapalos, el té resultó ser como néctar de los dioses y los trozos del delicioso chocolate un súper relajante en medio de tan perturbadora historia.

Naty había mandado a Jonny a la mierda y le había mentido diciéndole que había quemado todo. — Te prometo Oly que ha sido lo peor que he llegado a sentir en mi vida. Nunca me había sentido tan aterrada. Me daba un susto enorme la idea de que volviera a entrar a mi casa, me sentía un poco conmocionada pero ya luego logré controlarme y…

La interrumpí. — ¿Te quedaste sola después de hablar con ese engendro?

— Sí —respondió con un hilo de voz— es que no quería hablar con nadie de nada Oly. 

— ¿Y ni siquiera llamaste a Julio? Ya que no quisiste o no pensaste en llamarme a mí —. No me sentí mal por lanzarle aquella pulla.

Con las dos manos en la cara, Naty gimió. — Al día siguiente no fui a la universidad y Julio se extrañó de no verme. Entonces me llamó y fue cuando le conté… algo.

Con algo de aspereza le pregunté. — ¿Qué te dijo Julio después de que le contaste… algo?

— Estaba vuelto loco. Quería venir a mi casa pero yo le dije que no era necesario. No le gustó pero se aguantó.

         Yo traté de imaginarme en la situación de Naty y no se me hizo fácil. Ella me siguió contando sobre su experiencia y yo me sentía en marte. No sabía qué señales dar para comunicarme con Naty y transmitirle la fuerza que necesitaba.

— Eso fue hace cuatro días —dije—. Bueno… los primeros días son los más fuertes, ahora te vas a dedicar es a olvidarte del mamarracho ese ¿estamos claras? —le gruñí cariñosamente.



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En el texto hay: revelaciones sobrenaturales

Editado: 26.09.2018

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