No tardé mucho en llegar a mi casa, bueno a mi ex casa. Ya no era bien recibida en el lugar, tampoco tenía llaves, esperaba que mi madre estuviera y me dejara pasar. Sino iba a ser complicado tomar el resto de mis cosas, las cuales no eran muchas realmente, solo unas cuantas fotos de mi infancia con mi padre y algunos libros para la universidad. Quizás alguna prenda, aún no había revisado lo que Sam y Susan habían podido recuperar. Solo sabía de algunas cosas que Susan y Sam no pudieron coger y eran esas.
Miré en la entrada, donde Fred solía aparcar su BMW, no estaba. Eso era un punto a mi favor.
Llegué hasta la puerta y llamé al timbre. Unos minutos después mi madre abrió la puerta. Su cara era la pura imagen de la sorpresa y la ira.
—¿Qué estas haciendo aquí?—Me preguntó furiosa.—Te dije que no quería volver a verte por aquí, esta ya no es tu casa, vete.
—Puede que ya no sea mi casa, pero aún hay cosas mías dentro, vengo a recuperarlas, ¿me permites pasar?
—No tengo porqué. Ya Sam y su esposa recogieron tus cosas.
—No todo. Solo serán unos minutos, te lo aseguro.
—¿Y dónde planeas llevar todo? No veo que traigas cajas o bolsas.—En eso tenía razón, contaba con que Sasha fuera quien trajera el material para transportar las cosas, por desgracia me falló. Entonces recordé que tenía un par de mochilas viejas en el sótano, una la llevaría a la espalda y la otra en la mano, no sería complicado.
—Tengo dos mochilas en el sótano. Las llevaré ahí ¿Puedo pasar?—Le pregunté nuevamente. Ella suspiró y se apartó del marco de la puerta.
—Pero después te vas.—Yo asentí y entre antes de que se arrepintiera y me diese con la puerta en la cara.
—Gracias.—Le respondí. Era raro, debía de sentirme mal al haber sido sacada de mi casa por mi propia madre, pero no, no me sentía triste, tal vez algo de rabia, pero nada más, un poco de alivio por la parte de Fred, también estaba un poco preocupada por lo que este le haría a mi madre por haberme echado. Imaginé que sería capaz de algo que nunca había hecho, darle una paliza... Él me había dicho más de una vez que era capaz hasta de matarla si yo abría la boca. Al pensar en eso, extrañamente tampoco sentí algún tipo de pena. Eso era raro ¿El intento de suicidio me había cambiado? Quizás veía las cosas desde otro punto de vista.
Dejé de darle vueltas a eso y me dirigí rápidamente al sótano para buscar las mochilas.
No tardé mucho en encontrarlas, por suerte Alice era una maestra en el orden de las cosas.
Cuando tomé las mochilas fui directamente a mi habitación para poder recoger todo a tiempo.
No quedaba mucho, por suerte. Solo unas cuantas fotografías, un par de chaquetas y zapatos, unos cuantos libros y mi blog de dibujo. Siempre me había gustado dibujar y pintar, y era bastante buena para ser sincera. Después levanté el colchón y de ahí saque un estuche, ahí estaban mis documentos, mi pasaporte, mi cartilla bancaria y unos trescientos dólares en billetes pequeños. Por alguna razón siempre pensé que un día huiría de casa e iba a necesitar todo eso. Pero nunca tuve el valor.
—¿Terminaste? Se te va acabar el tiempo.—Mi madre estaba en la puerta del dormitorio.
—Sí. Solo me queda dar un último vistazo y me iré.—Ella asintió y se dispuso a irse, pero la detuve con una pregunta.—¿Conoces algún Stefan?—Sabía que era una gran locura todo lo que ese chico me había dicho en la cafetería, pero no podía evitar pensar en ello, a demás no perdía nada con preguntarle a mi madre.
—No. Nunca he escuchado ese nombre.—Enarqué una ceja y la miré, ella parecía extrañamente nerviosa.
—¿Segura?—Ella evitaba mi mirada y se quedó un momento en silencio, como si estuviera recordando algo.
—No. No conozco a nadie con ese nombre.
—Que raro. El otro día fue a verme al hospital alguien con ese nombre, dijo que te conocía y a papá también.
—Se habrá equivocado.
—No. Él estaba muy seguro de quién eras tú. ¿Estas segura de que no lo conoces? Quizás fue hace mucho tiempo.
—Ya te dije que no. Deja de hacerme preguntas y termina para que puedas irte.—Después de eso se fue rápidamente. Estaba claro que me mentía, pero... ¿Por qué? Por un segundo creí que lo que ese chico me había dicho era cierto, pero dijo que era la muerte y yo su hija. Una completa locura.
Terminé de recoger todo sin dejar de darle vueltas a todo aquello, tal vez mi madre si conoció a un tal Stefan, quizás tuvieron algo, puede que le haya puesto los cuernos a mi padre, pero si todo eso era cierto... Ese chico debía de conocer la historia, obviamente no por lo que dijo, si no porque debía de ser familiar de ese Stefan, lo más probable es que el chico de la cafetería no se llamará Stefan y solo dijo que se llamaba como el amante de mi madre para jugar conmigo, o porque simplemente estaba loco.