El cuervo negro que estaba sobre mi cama estaba totalmente quieto mirando hacia la ventana.
—Hola.—Le dije llamando su atención. Él me miró y graznó, su sonido me sobresaltó.—Hola amigo, no quiero hacerte daño...—Siempre me habían gustado los animales, siempre había soñado con tener un perro, pero mi madre era alérgica. Siempre me decía que compraríamos otro animal, como un conejo o un pájaro, pero luego papá murió y no quiso oír hablar de eso, después llegó Fred, a quien le desagradaban los animales, por lo tanto tenía que conformarme y jugar con Xei, el perro de Sasha. Sí, es un nombre raro.
El cuervo dio unos pasitos por mi cama, y yo recé porque no se cagara ahí.
Me acerqué despacio a la ventana y la abrí. Luego miré al ave.
—¿No eres tú, o sí Stefan?—Vale, me estaba volviendo completamente loca, pero entre tanta locura, si todo lo que Stefan me había dicho era verdad, seguro que él podía convertirse en un animal cualquiera.
El cuervo me miró girando la cabeza como si estuviese confundido con mis palabras.
Me acerqué a él despacio para que no se asustara.
—No, no creo que seas ese loco.—Estiré mi mano para tratar de tocarlo. Para mi sorpresa él no se asustó, todo lo contrario, vino hacia mí con una gran decisión, cosa que me llamó mucho la atención, esos animales eran salvajes y podían ser peligrosos si se enfadaban, y no debía de estar muy familiarizado con los humanos. Colocó su cabeza bajo mi mano para que lo acariciara, me recordó a un perro.
Pase mi mano despacio por su suave plumaje, era muy bonito, los cuervos siempre me habían gustado, me parecían fieras aladas y majestuosas.
El pequeño parecía disfrutar de mis caricias, y yo disfrutaba al dárselas. Me senté en la cama al ver que estaba tranquilo, y él se subió a mis piernas.
—¡Vaya! Eres una gran sorpresa.—Le dije sin dejar de acariciarlo. Él siguió sin moverse, encantado por las caricias que le proporcionaba.
Pase un rato más con el pájaro, después le abrí la ventana para que se fuera, pero ni se inmutó, solo se acomodo en mi almohada y se durmió. Yo suspiré pero no lo molesté, solo seguí con mi idea de ponerme al día con mis estudios. Pensé en pasar los apuntes que Sasha me había dado, pero sería más sencillo fotocopiarlos, ¡eran demasiados! Por lo tanto lo dejaría después. Decidí coger el libro que había comprado y comenzar a leerlo, pero en cuanto cogí el libro me acordé del cretino de la librería y eso hizo que me cabreara.
Traté de relajarme y olvidarme de ese chico, lo más probable es que no volviera a verlo. Nueva York es enorme al igual que la universidad, aunque no sabía si estudiaba allí, pero era una posibilidad.
Las horas pasaron y bajé a cenar. Susan había preparado pavo. Yo no tenía hambre, aún así lo comí y estuvo delicioso. Tras la cena me quedé un rato viendo la televisión con Sam, le hice un poco de compañía y luego se fue a dormir, estaba agotado. Luego ayudé a Susan con los platos y tras terminar eso nos centramos en compartir extrañas teorías de nuestra serie favorita, y en el debate de quién logrará conquistar Poniente y ser el nuevo rey o reina. Sí, ambas éramos fanáticas de Juego de Tronos. Yo decía que Daenerys sería la ganadora y tomaría el trono matando a Cercei. Ella quería que Snow fuera el nuevo rey.
Cuando nuestra charla terminó se fue a descansar y yo me fui a mi habitación a tratar de dormir, ya que no tenía sueño. Según Stefan no podía tener sueño, pero podía dormir, y si lo hacía las horas pasarían más rápido.
El cuervo seguía en mi habitación, esta vez, cuando entré, me lo encontré en el marco de la ventana.
—Creo que no tienes intención de irte.—Le dije, como si pudiera entenderme.—No sé que puedo darte de comer ¿Tienes hambre?—Obviamente él no me respondió.—Bueno, te dejaré la ventana abierta por si quieres ir por algo de comer a tu hábitat natural.—Esperaba no sentir frío, ya que tampoco sentía hambre o sueño, porque empezaba el invierno en la ciudad.
Me metí en la cama y cerré los ojos. Traté de relajarme y así poder lograr quedarme dormida. Estuve así por casi tres horas, me dormí a las dos de la madrugada. El cuervo aún seguía ahí.
Cuando desperté ya era de día. Los rayos del sol me daban directo en la cara. Eran las nueve de la mañana. Me había dormido tarde, pero no tenía sueño. Estaba llena de energía, como si hubiese dormido años. La ventana seguía abierta de la noche anterior, y no había rastro alguno de mi nuevo amigo. Posiblemente ya no regresara. Me apresuré a cerrar la venta, aunque no tenía frío realmente, pero lo hacía. No necesitaba que Susan o Sam entrarán y se pusieran histéricos con algo como "¿Estás loca? ¡Morirás de frío!". Sí, no necesitaba nada como eso. Luego busqué algo de ropa en mi armario y fui al baño para darme una ducha. Tenía que ver a Stefan en el mismo lugar del día anterior y a la misma hora.