En el majestuoso castillo de Canterlot, la Princesa Twilight Sparkle, gobernante de Equestria, ingresó con un paso digno de la realeza a una habitación exclusiva destinada solo para ella y un selecto grupo de ponis. Esta habitación, posiblemente la más acogedora y cómoda de todo el reino, estaba impregnada de un delicado aroma a lavanda que se mezclaba en el aire con la suave brisa vespertina que entraba por una de las ventanas abiertas. La temperatura era perfecta y la estancia estaba iluminada por la cálida y reconfortante luz de una chimenea encendida.
Twilight avanzó lentamente por la habitación, dejando atrás su porte noble. Con cada paso, se despojó de los adornos propios de su condición de princesa. Su vestido se deslizó mágicamente a un lado, los broches que lo sujetaban cayeron con suavidad sobre la alfombra, y sus protectores de cascos rodaron hasta chocar con algún mueble de la habitación. Solo mostró especial cuidado al depositar su corona en un busto especialmente diseñado para ese propósito.
Finalmente, sin ningún accesorio que la distinga, dio un salto hacia el sofá esponjoso ubicado en un extremo de la habitación, utilizando sus alas para descender suavemente como una pluma.
El contacto de su cuerpo con el mueble fue perfectamente silencioso. Así permaneció en silencio durante unos minutos. Lentamente, Twilight estiró su cuerpo, presionándolo contra el sofá, buscando sentir la frescura en su pelaje.
Twilight estaba agotada.
El Festival de las Dos Hermanas estaba programado para el día siguiente y había estado ocupada atendiendo solicitudes durante todo el día. No solo ese día, sino también durante toda la semana, había estado abrumada con sus deberes de realeza. Había tenido que ocuparse del cierre del año fiscal de Equestria, asistir a la entrega de premios en la Escuela de la Amistad, participar en la entrega de títulos en la Escuela de Magia y muchos otros asuntos que habían requerido su atención personal. En resumen, había sido una semana agotadora.
Ella era una alicornio y, aún más importante, una poni que sabía organizarse. Tenía el tiempo y la experiencia en planificación necesarios para sobrellevar sus responsabilidades diarias. Sin embargo, había días como este en los que sentía que había envejecido siglos desde su coronación. Era consciente de que solo habían pasado tres años. Aun así, cuando se encontraba sola y reflexionaba sobre aquellos años llenos de trabajo intenso y responsabilidades, no podía evitar sentir un fugaz e infantil sentimiento de frustración.
Twilight golpeó el sofá con su casco, un golpe fuerte, y luego lo golpeó unas cuatro veces más. Después de un momento, se levantó y lo examinó brevemente para verificar que no lo hubiera dañado. Al confirmar que estaba en perfectas condiciones, cayó pesadamente sobre él.
El sofá esponjoso resistió sus cascos como ningún otro sofá en Equestria podría haberlo hecho. Lo había adquirido siguiendo el consejo de una buena amiga. Al principio, Twilight pensaba que el costo de ese mueble era escandaloso, pero hasta ahora había valido cada moneda que había pagado.
Ese era el famoso sofá súper esponjoso y suave recomendado por Rarity, en palabras de ella, "digno del descanso 'real' de una princesa", y contaba con la aprobación especial de Rainbow Dash. Claro que la "aprobación especial" consistió en que Rainbow Dash lo usara primero y luego se negara a abandonarlo debido a lo cómodo que era. Incluso tuvieron que usar magia para sacarla de allí.
Twilight esbozó una pequeña sonrisa mientras rememoraba aquellos tiempos, y recorrió con la mirada el resto de la habitación. Allí se encontraban otros objetos familiares y queridos, como la mini máquina automática de confitería de Pinkie Pie. Siempre lograba brindarle el sabor perfecto para reactivarse en los días más pesados.
También estaba la biblioteca de libros de relajación de Fluttershy. Cada vez que tenía problemas para conciliar el sueño, Twilight se sumergía en uno al azar, pero nunca había logrado terminar uno, ya que caía dormida al instante de leer la primera página.
Por último, estaba el perchero de pie de Applejack, que, curiosamente, era el objeto que más había utilizado. No para colgar vestidos o ropa de realeza, sino como un verdadero "árbol de ideas" o "perchero de ideas", donde colgaba todas sus ideas y pensamientos cuando tenía que resolver algún problema complejo.
Todos estos objetos eran regalos de sus amigas, y le traían buenos recuerdos de momentos compartidos. Mañana se reunirían de nuevo, pero Twilight sabía que aún quedaba trabajo por hacer. Y apesar de sus cansancio, se sentía con la energía suficiente para terminarlo.
Alguien tocó a la puerta con un ligero golpeteo.
"Twilight, ¿ya estás ahí? Tengo los documentos que me pediste", dijo Spike tras la puerta.
"Sí, Spike, espera un momento". Twilight enderezó su postura para parecer más noble, utilizando su magia para acomodar su atuendo real que estaba esparcido por la habitación. Finalmente, abrió la puerta y una pila de pergaminos ingresó con Spike debajo de ellos.
"Bien, aquí están todos los pergaminos. Vaya, que están más ligeros que el año pasado", dijo Spike con sarcasmo cuando los dejó caer en el centro de la mesa.
"Sí, este año hemos resuelto muchos problemas. Pero mira el lado positivo, el próximo año tendrás menos peso que cargar", respondió Twilight mientras comenzaba a recoger algunos pergaminos que habían caído al suelo con su magia.
"Sólo me preocupa que sea más de lo que podamos resolver", dijo Spike con preocupación.
Twilight no respondió y comenzó a ordenar los pergaminos por el color de su etiqueta. Cada uno de ellos era un resumen de algún asunto, problema o evento que había sido etiquetado como "observado" en el transcurso del año. Desafortunadamente, algunos de ellos eran del año anterior.