"Poof". El grupo de amigas ponis cayó con un golpe sordo, con Pinkie Pie aterrizando sobre ellas. La teletransportación había sido exitosa, pero en el último segundo, antes de que el hechizo se completara, Pinkie Pie realizó un salto imprudente que perturbó la magia de Twilight. El resultado de su acción impulsiva y las circunstancias únicas del hechizo provocaron un efecto de rebote, haciendo que todas cayeran desordenadamente unas sobre otras.
"¡Ay... Pinkie!" exclamó Twilight desde debajo de la pila de ponis, todas enredadas y desorientadas.
"Ups, perdón... ¡Waaaaaa!" respondió Pinkie Pie, intentando ponerse de pie, pero cayendo de costado debido al mareo.
"Hagan menos ruido, podrían..." gruñó Applejack, molesta, ya que había sido derribada de nuevo por la mareada Pinkie. Finalmente, se levantó y miró a su alrededor con sorpresa. "¿Qué está ocurriendo?"
Aunque seguían resguardadas por la burbuja mágica de Twilight, era evidente que su ubicación había cambiado.
"No te preocupes, Applejack. No nos han descubierto. Esta es mi burbuja antiespionaje combinada con el hechizo de teletransportación. Así nadie podrá rastrear nuestro destino", explicó Twilight mientras ayudaba al resto de sus amigas a ponerse de pie con su magia.
"Eso suena bien, Twilight, pero... ¡Estamos de nuevo en el tren!" exclamó Applejack alarmada. Todas, excepto Twilight, miraron a su alrededor consternadas y se dieron cuenta de que, efectivamente, habían vuelto al vagón donde previamente habían conocido a Vainilla.
El lugar estaba tan desordenado como lo habían dejado. Incluso una de las puertas que daba al exterior seguía entreabierta, aunque no lo suficiente como para que alguien desde afuera notara la repentina aparición de las ponis en el tren.
"No se preocupen, chicas, esto también está dentro del plan... Creo que es hora de que les explique el plan", comentó Twilight. De inmediato, agitó suavemente su cuerno y la cápsula mágica que las protegía comenzó a expandirse, adhiriéndose a las superficies del vagón. Desde afuera, nadie notó ningún cambio.
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Fuera del tren, el Gallo Dragón Titanicus descansaba tumbado en la pradera. Con su enorme cabeza asomando tímidamente entre sus alas plegadas, entonaba un somnoliento canto de cacareo. A lo lejos, la gigantesca criatura parecía sumida en un profundo sueño diurno.
Sin embargo, confiar en esa impresión superficial sería un error catastrófico.
El Gallo Dragón Titanicus no estaba dormido, ni mucho menos adormilado o letárgico. Todo lo contrario, se encontraba plenamente alerta ante la posible presencia de un enemigo. Contrario a lo que la intuición común podría dictar, aquella postura tan relajada era, en realidad, su forma de mantenerse en guardia, esperando que algún adversario desprevenido se acercara creyendo que podría atacarlo fácilmente, sin imaginar el terrible contraataque que le aguardaba.
Ese estado de aparente tranquilidad era pues una trampa. Un engaño previsto como resultado de las órdenes que había recibido de los responsables de la difícil situación que vivían las ponis cautivas en la gran barrera.
"Quédate inmóvil y vigila", le habían ordenado aquellos seres. Y también: "Escucha, criatura. Si encuentras a la princesa Twilight y a sus aliadas... destrúyelas". Esta última orden había sido acompañada de una imagen mental clara de sus objetivos.
El colosal gallo dragón erizó las plumas de su cuello al recordarlo. No le gustaba recibir órdenes, y mucho menos cuando no provenían de su verdadero amo. Tampoco soportaba que lo llamaran "bestia". Él tenía un nombre: 'Beak'.
Hasta hacía poco tiempo, Beak había sido un gallo dragón ordinario. Sin embargo, los compañeros de su amo habían empleado una magia extraña que lo transformó en la inmensa criatura que era ahora. Aquella transformación lo hacía sentirse incómodo consigo mismo, pero su amo le aseguró que todo estaba bien. Aun así, Beak no estaba convencido, había notado un cambio en su amo. Ya no era el ser amable y cariñoso que recordaba. Se había vuelto agresivo, hosco y oscuro.
¿Por qué había cambiado su amo? ¿Acaso era culpa de esas ponis? ¿Le habrían hecho daño?
Si ese era el caso... entonces no dudaría en aplastarlas. Y quizás, al hacerlo, su amo volvería a ser el mismo de antes, a sonreírle como solía hacerlo.
Beak alisó las plumas de sus alas y acomodó su cabeza. La luz a su alrededor le resultaba molesta; después de todo, era una criatura nocturna. Sin embargo, aquella pálida luminosidad no sería un obstáculo para atrapar a sus presas y desatar toda su furia sobre ellas.
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En Equestria existe una amplia variedad de criaturas mágicas de diferentes tipos y tamaños. Una de estas especies es el Gallo Dragón, un depredador nocturno que habita en los bosques oscuros y salvajes del reino, con particular presencia en el Bosque Everfree. El cuerpo de esta criatura combina una parte superior que se asemeja a un ave de corral, mientras que la parte inferior presenta rasgos de un dragón. Posee la habilidad de petrificar a sus presas antes de llevarlas a sus nidos para alimentarse. Aunque es una criatura sumamente agresiva, rara vez ataca directamente a los ponis fuera de su hábitat conocido. Siendo de estos ataques, los casos más graves, los ocasionales incidentes de petrificación.
No obstante, eso ocurre en el presente. En el pasado, la situación había sido mucho más peligrosa.
Hace muchas lunas, antes de que Celestia y Luna encerraran a Discord, el Señor del Caos, ambas princesas emprendieron una cruzada para purificar Equestria de los terribles monstruos que acechaban el reino: dragones negros, minotauros codiciosos, hidras gigantes de nueve cabezas y otras criaturas malignas. Durante su travesía, las princesas enfrentaron numerosas amenazas. Sin embargo, uno de los primeros desafíos que tuvieron que superar cuando aún eran jóvenes fue erradicar la presencia del Gallo Dragón Titanicus del reino. Esta inmensa criatura, de origen desconocido, aterrorizaba las afueras de Canterlot. Había desarrollado un gusto por los ponis y era responsable de numerosas desapariciones de viajeros y soldados. Su influencia en el reino llegó a tal grado que incluso otros Gallos Dragones ordinarios comenzaron a imitarlo, volando impunemente a plena luz del día y sembrando el terror entre campesinos y ciudadanos.