Rainbow Dash terminó de ajustar el nudo de la cuerda atada a su cintura. En el otro extremo de la cuerda estaba Badwhiz, amarrado y listo para ser llevado junto al resto de sus amigas. Ya lo había levantado antes, así que estaba segura de que no sería ningún problema trasladarlo de este modo hasta allá.
"¡Perfecto! Disculpa si no he sido lo suficientemente delicada contigo, niño, pero tengo prisa por terminar este teatro de tu supuesta revancha e ir a Canterlot con mis amigas para preparar un verdadero espectáculo para todos", dijo despreocupada la pegaso, mientras estiraba sus alas, listas para partir.
En el suelo yacía boca abajo su enemigo, "Vainilla". Había permanecido inmóvil desde la derrota del Gallo Dragón Titanicus, por lo que Rainbow Dash asumió que finalmente había aceptado su derrota y no intentaría nada más.
"¡Bien, Vainilla, o quien seas, en marcha...!" exclamó Rainbow Dash alegremente.
"Se llama Badwhiz, niña...", interrumpió una voz desconocida.
De inmediato, Rainbow Dash se puso en alerta. Se giró rápidamente y escudriñó los alrededores, agudizando sus sentidos. Pero, aparte del niño atado, no había nadie más. Entonces, aquella voz provenía de...
"...harías bien en recordarlo", concluyó la misteriosa voz, que salía de Badwhiz. En el suelo, el poni atado levantó la cabeza y cruzó miradas con Rainbow Dash.
Rainbow Dash se sobresaltó ante aquella mirada.
Los ojos de Badwhiz ya no eran los mismos. Ahora estaban tan oscuros que parecían huecos, con las pupilas brillando como luces fatuas en la noche. Su expresión siniestra le heló la sangre.
"¿Espera, qué?" exclamó Dash, confundida. Pero la conmoción no terminó ahí. Una magia oscura comenzó a envolver el cuerpo de Badwhiz, formando afiladas púas negras que recorrieron su cuerpo y cortaron sus ataduras. Pronto se puso de pie, desplegando sus alas oscuras, mientras su armadura de alicornio cambiaba de un tono negro a un brillante rosa claro.
Badwhiz Starheart era libre, pero solo su cuerpo físico lo era...
"Veo que no me reconoces. Qué lamentable... Una pobre poni salvaje, obligada a librar las batallas que su princesa no puede", dijo la misteriosa voz con un desconcertante tono compasivo. "Déjame ayudarte a liberarte de este injusto peso".
Una espiral oscura surgió del cuerpo de Badwhiz y, como un remolino empujado por el viento, se dirigió hacia Rainbow Dash.
La pegaso no sabía qué estaba pasando. Aquella voz que ahora emergía de "Vainilla" le resultaba vagamente familiar, pero no lograba recordar de dónde. Lo único que entendía era que ese remolino de magia oscura que se dirigía hacia ella no auguraba nada bueno.
De un poderoso aleteo, Rainbow Dash alzó el vuelo para escapar de la misteriosa entidad que había poseído a Badwhiz. Atrás quedó el remolino, que se desvaneció en el aire.
"¡Baja, por favor! ¡La carga que llevas encima es demasiado grande! ¡Te lastimarás!" exclamó angustiada la entidad.
"No sé de qué hablas, ¿Badwhiz?... ¿Señora? ¿Quién rayos eres?" preguntó Dash, confundida. Ya había entendido que el nombre real de "Vainilla" era Badwhiz, pero sabía que no era él quien hablaba ahora; alguien más lo controlaba.
"¡Oh, pobre niña! Parece que es demasiado tarde. Tu orgullo ya te está consumiendo...", lamentó la voz.
Rainbow Dash parpadeó, intentando entender esas palabras. Fue entonces cuando notó con horror que manchas oscuras comenzaban a brotar en sus cascos. La pegaso, aterrada, agitó sus cascos tratando de desprenderse de aquellas marcas, pero solo logró que se extendieran más rápido por su cuerpo.
Desesperada, emprendió el vuelo a toda velocidad hacia donde estaban sus amigas, pero ya era demasiado tarde.
"¡No! ¡No!" gritó Dash, viendo cómo las plumas de sus alas se desprendían, consumidas por la negrura que avanzaba sin piedad. Cayó al suelo, no muy lejos del lugar donde había visto por última vez a Twilight y las demás.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, corrió hacia las figuras de sus amigas. Pero con cada paso que daba, sentía que partes de su cuerpo se desmoronaban, acompañadas de un dolor insoportable.
"¡No mires atrás! ¡No mires atrás!" se repetía, arrastrándose y luchando contra el pánico. Finalmente, distinguió la silueta de Twilight a lo lejos. La alcanzaría. Ella podría...
"¡Twilight, Twilight!... ¿Twilight?"
Rainbow Dash se detuvo, conmocionada. Las figuras que había visto no eran sus amigas, sino estatuas de piedra, desgastadas por el tiempo. Frías, inertes, y marcadas con expresiones de dolor y desesperación.
Solo la figura de Twilight permanecía intacta, pero su mirada reflejaba una profunda lástima y decepción.
Las lágrimas de Dash cayeron al suelo. Con ellas se desvaneció lo que quedaba de su conciencia.
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Morrigan, portadora del elemento de la Fe, ajustó cuidadosamente la diadema de cuerno de alicornio en la cabeza del poni que ahora poseía. El cuerpo le resultaba familiar; en ocasiones anteriores había tomado el control de Badwhiz con el propósito de perfeccionar sus métodos para infligir sufrimiento y dolor a un poni. A pesar de las advertencias de Balor sobre los posibles efectos secundarios de abusar de su "juguete", Morrigan nunca se preocupó por el daño que pudiera causarle. De hecho, estaba convencida de que el niño había desarrollado una notable resistencia al estrés y la parálisis, lo cual, hasta cierto punto, le resultaba molesto.
"Tu sirviente se disculpa, Lady Morrigan. Debido a mi incompetencia, yo..." dijo Badwhiz, cuya figura se proyectaba como un poni de sombras junto a su propio cuerpo. Esta forma etérea de Badwhiz tenía la misma apariencia que su yo físico, pero carecía de consistencia estable.
"No es a mí a quien debes disculparte, niño, sino a nuestro sub-líder", respondió Morrigan con un tono altivo y cortante.