Magi podía jactarse de tener muchas cualidades que la colocaban por encima de otras ponis. Una buena fortuna, un agudo sentido para los negocios y una novia extremadamente amorosa... Magi realmente creía que era una pegaso sumamente afortunada cuando dejó Manehattan aquella mañana. Estaba convencida de que su día sería aún más brillante al caer la noche.
Sin embargo, esa confianza comenzó a desmoronarse a medida que avanzaba la tarde, enfrentando una serie de infortunios que no había anticipado en absoluto.
En primer lugar, el delicioso café de alta calidad que había llevado consigo desde Manehattan quedó arruinado cuando una poni rosada la empujó al abordar el tren al mediodía. Aunque claramente fue un accidente, Magi sintió que aquello debería haberle servido de advertencia, como una señal de lo que estaba por venir.
En segundo lugar, ya en su misión, su intento de sembrar discordia entre las amigas de la princesa Twilight, utilizando a Rainbow Dash como herramienta, terminó en un rotundo fracaso. Había esperado más de ellas, pero la irracionalidad llamada "amistad" que profesaban casi le provocó náuseas. El vínculo fanático entre esas yeguas era mucho más fuerte de lo que había calculado.
Tercero, el tren en el que viajaba fue atacado por un enemigo desconocido y terminó secuestrado. Aunque, siendo honesta consigo misma, nunca habría previsto algo así (mentira). Estos problemas, en teoría, eran asuntos de la princesa y su séquito. Magi tenía la opción de retirarse y dejar que las cosas siguieran su curso natural...
Pero no lo hizo.
Tuvo un presentimiento y decidió quedarse. Magi confiaba en una voz interna que la guiaba al tomar decisiones. Podría ser su subconsciente o incluso su cutie mark actuando como brújula. La fuente no importaba tanto como el hecho de que esa voz siempre la había llevado a tomar decisiones acertadas. Esa voz interna nunca la había fallado.
Hasta ahora.
Magi se miraba al espejo, observando la desesperación reflejada en su rostro. Ahora maldecía a la confiable voz interna que siempre la había guiado. Pero esa voz no tenía intención de quedarse callada.
"Te equivocaste, y ahora eres una perdedora como ellas... acepta la realidad", le hablaba su burlón reflejo.
"¡NO ME HE EQUIVOCADO! ¡SALDRÉ DE AQUÍ COMO SIEMPRE! ¿ENTIENDES?" respondió Magi con furia, encarando su propio reflejo.
"Claro, claro. Y dime, ¿qué harás ahora? Salvaste a las amigas de la princesa y ahora están a tu merced, justo como planeaste. ¿Crees que te creerán cuando les digas que todos esos artefactos mágicos y aparatos que llevas son solo para defensa personal?" se rió el reflejo de Magi, señalando los tres orbes de piedra que flotaban sobre ella, el comunicador en su oreja y los otros accesorios tecnológicos que portaba.
"Están desesperadas. Me necesitan. Creerán lo que les diga... solo debo convencerlas de trabajar juntas, eso será suficiente".
"Oh, claro... luego derrotarás a los villanos y serás nombrada la salvadora de Equestria. ¡Magi, la súper-amiga! Ja, ja, ja", se burló su reflejo con desdén.
"¡Cállate!", respondió una furiosa Magi, su voz retumbando en la pequeña habitación.
"Sabes, deberías dejar todo esto y aceptar que no tenemos salvación... al menos así podríamos regresar en paz con la familia..."
"¡CÁLLATE!", gritó Magi con desesperación, golpeando con fuerza el espejo del baño.
Los fragmentos del espejo cayeron al suelo con un tintineo. Una sudorosa Magi se dejó caer en el suelo y permaneció inmóvil, mirando fijamente al techo. No pensaba en nada... excepto en una sola cosa.
Concentrándose, hizo que los tres orbes mágicos que flotaban a su alrededor comenzaran a girar, formando una pantalla circular.
La pantalla estaba en blanco.
Magi deshizo rápidamente el hechizo, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. Se acurrucó aún más, tratando de ahuyentar la soledad que la envolvía.
"¿Por qué no hay futuro?", susurró en voz baja, casi sollozando. Sus planes y esperanzas habían sido desbaratados como nunca antes en su vida...
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El escenario donde antes se extendía la vía del tren de Ponyville a Canterlot ahora estaba sumergido en un inmenso lago que cubría toda la parte baja de la pradera.
Una feroz ola de agua encantada se había desatado en aquel lugar, arrancando árboles, destrozando rocas y aplastando el tren que se encontraba en su camino. La ola había arrasado con todo, dejando los restos del tren dispersos como hojas flotantes a la deriva o hundidos en las profundidades del lago.
Sobre la única roca que sobresalía en medio de aquel lugar inundado, Mannah estaba de pie, contemplando la destrucción que había causado con uno de sus ataques de magia elemental más poderosos.
"Quizás me excedí un poco", pensó, ya que no percibía señales de vida en el agua. Se suponía que debía capturar a las ponis, pero, dado el estado del terreno, era muy probable que hubieran sido eliminadas...
De reojo, observó a Badwhiz, quien parecía impresionado, aunque resultaba difícil confirmarlo dado que gran parte de su cuerpo estaba compuesto por sombras.
"Uhmm", aclaró su garganta el sub-líder de los Caballeros del Orden. "Esto es solo una pequeña muestra de mi inmenso poder. ¡QUE LOS ENEMIGOS DE CUNÁBULA SE ARREPIENTAN DE SU NECEDAD!" exclamó con orgullo, levantando sus extremidades superiores hacia el cielo. Sin embargo, se tambaleó un poco debido a su poca familiaridad con su nuevo cuerpo de poni.
"Hooo", respondió Badwhiz, golpeando sus cascos contra la roca.
Para Mannah, esos gestos eran bastante entretenidos. Su especie no tenía cascos ni tan pocas extremidades. En general, las criaturas cuadrúpedas no eran de su agrado. No obstante, la atención que recibía de aquel joven poni le resultaba curiosa y hasta graciosa.