Twins' Trouble

Tercer aniversario

Mi peor temor aparecía cuando mis párpados caen cerrados, la oscuridad total absorbe al mundo, la casa queda en total silencio, se escuchan los grillos del jardín acompañados de los pocos autos que llegan a esa hora al fraccionamiento alumbrando un tramo de la calle por la que ya no pasa nadie. Cubría de pies a cabeza con el edredón, era una noche glacial, giré mi cuerpo del lado contrario a la puerta esperando a que el sueño me invada y sin demora, lo hizo.

Vi a dos personas en el sofá del salón haciendo el amor con la misma pasión que yo lo hacía, esa imagen se ahogó entre el mar de lágrimas que brotó de mis ojos, pasé mis manos con desesperación queriendo averiguar quién está con él. Desperté. Con el rostro empapado en sudor, esas lágrimas corriendo por mis mejillas, sin aliento y con mi corazón de vuelta en su sitio, pero aún punzante, miré alrededor desesperada: la profunda oscuridad solo me permite identificar formas irregulares. Más calmada, comprendí que la pesadilla terminó.

Después de haber soñado con esta catástrofe durante tres largos años, me hice a la idea de que era una simple pesadilla que cualquier persona con pareja tendría, sin embargo, aquel día fue tan real, tan diferente. Creí que moriría.

La gélida mañana, cuando desperté agitada del sueño, se cumplían tres años de una hermosa relación con Daniel, mi novio. Como todas, llena de memorables momentos amorosos y días grises de tormenta, sin embargo, salimos adelante. Daniel me ama, soy su mundo, él es mi universo. Volvería lo que comenzó como una horrible mañana, en un maravilloso día al lado del chico que más amo en el planeta. Llevé mi ligero cuerpo al cuarto de baño, en el que me desnudé para poder tomar una ducha rápida. Luchaba contra mi voluntad para no caer dormida por el agua tibia acariciando mis curvas y el vapor que me hipnotizaban, la tentación de volver a la cama a dormir como osa hibernando cada vez era mayor. Había pasado la noche anterior terminando los primeros trabajos de la universidad para tener más tiempo libre por las tardes y poder salir con Daniel durante el semestre; además, las únicas dos horas de descanso, se vieron afectadas por esa esa horrible pesadilla. El tiempo apremiaba, debía llegar lo más pronto posible a la universidad para ver a mi enamorado. Corté el flujo de agua, cerrando la llave; envuelta en la toalla, volví a mi habitación con el fin de buscar algún atuendo digno de usarse en el tercer aniversario. Una hora después hallé en el fondo de mi clóset un suéter amarillo cuyo significado era especial en la historia de amor que hoy se celebraba. Nuestra primera cita se dio en un parque un día de otoño, cuando el sol calienta y la brisa helada te hace tiritar. Ese suéter presenció los primeros meses de relación; por desgracia, con los pocos centímetros que había crecido en tres años, el suéter me quedaba un tanto pequeño. Sin importarme el largo, busqué un par de pantalones de cintura alta que cubrirían esa línea visible de piel, solo para sentirme más segura de que ninguna parte fuera expuesta para nadie, usé un cinturón blanco como seguro definitivo. Una vez satisfecha con mi apariencia, bajé a la cocina por una barrita energética y un recipiente de fruta fresca ya que no me daría tiempo de desayunar pues iba a contra reloj reduciendo algunas acciones para llegar a la universidad sin perderme de la primera hora de clase. En el autobús rumbo al instituto visualicé el camino por la ventana, luchaba por mantener mis ojos abiertos a pesar del aplastante cansancio. El sol apenas asomaba su cabeza entre los edificios, la mañana comenzaba a entibiarse conforme el sol iluminaba las calles vacías secando el rastro de lluvia madrugadora que hacía resbalar a dos o tres personas corriendo por las cuadras, otras salían en sus autos rumbo al trabajo, otras cruzaban la calle y subían al autobús. Las personas esta mañana despertaban con un propósito, pero el destino les tiene algo preparado que ni ellas lo esperan.

Una notificación anunció en mi celular el mensaje matutino que Daniel solía enviarme cada día sin falta; dejé los pensamientos poéticos a un lado y abrí el dispositivo con ojos brillantes leyendo el mensaje:

“Buenos días, mi niña

Seguido de dos corazones, uno amarillo y rojo, nuestros colores favoritos.

Con una sonrisa idiota (pasarían cien años de mi relación y jamás me cansaría de verlo llamarme “mi niña”), le respondí conteniendo la emoción de verlo un par de horas:

Buenos días, precioso” seguido de los dos corazones.

Tienes planeado algo para esta tarde??”

Después de mandar los dos mensajes alcé la mirada: una mujer tomando del brazo a una niña pequeña, subieron al autobús.

Nada en especial”, contestó de inmediato.

A punto de escribir la respuesta, el autobús frenó de pronto sorprendiendo a toda la gente por el movimiento. Cuando volví la mirada a la conversación, había un nuevo mensaje:

y tú harás algo esta tarde?”

Por un segundo creí que se había olvidado de nuestro aniversario, una extraña sensación en mi pecho surgió. El autobús volvió a recorrer las calles, cada vez más cerca de mi destino, traté de no llegar a conclusiones precipitadas pues sabía que la reacción de mi novio sería pésima, así que esperaría a verlo cara a cara para enfrentarlo. Me acomodé en mi asiento mejor, ya que faltarían unos cuantos minutos para llegar a la universidad; el suave vaivén del autobús me sedujo a cerrar mis ojos por unos segundos. Mis pesados párpados descendieron hasta oscurecer mi vista por completo...




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