Twins' Trouble

Sentimientos encontrados

El lunes que llegué con el propósito de arreglar las cosas con Javier, pues todo el fin de semana no contestó ninguna de mis llamadas o mensajes y cuando lo hacía, era cortante. Algo inusual en mi mejor amigo, obviamente mi comentario lo había ofendido demasiado. Entré a su edificio, con la esperanza de que estuviera dispuesto a escuchar y aceptar mis disculpas. Subí un par de pisos buscando a una cabeza castaña que sobresaliera de la multitud debido a su exagerada altura. Traté de localizarlo por llamada, pues no había rastros de él por ningún lado, pero inmediatamente me mandó al buzón de voz. Hice un puchero entristecida, cuando de entre el gentío de estudiantes que ingresaba a sus aulas, vi a mi mejor amigo con su mochila colgada en su hombro hasta el otro lado del pasillo teniendo una animada conversación con una chica y un chico. Se percató de mi presencia y automáticamente su sonrisa se redujo a una mueca seria, haciendo eso sus labios desaparecían formando una fina línea rosada. Le había marcado, pues iba en sentido contrario siendo arrastrada por la marea de personas de modo que me era imposible llegar hasta él. La llamada se procesó, tomó el teléfono y deslizó su dedo en la cruz roja colgando en mis narices.

—León, contesta el maldito teléfono —grité alzando el dispositivo lo más que podía (¿cuántas personas salían a estas horas?). Me importaba muy poco lo que sus amistades pensaran de mí, no hablaba mucho con ellas de cualquier forma.

Mi altura no me ayudaba en esos casos. Hasta que por fin pude abrirme paso hacia mi amigo, su castaña y hueca cabeza comenzó a alejarse escaleras abajo.

—Jodida mierda, León —murmuré cuando me logré liberar de aquella estampida a medio pasillo.

Me dirigí a toda prisa escaleras abajo, jadeando, sin aliento, cuando el estúpido rostro de mi mejor amigo se encontraba a pocos centímetros del mío deteniendo mi cuerpo con sus manos antes de que resbalara por las escaleras. Él me miró alzando una ceja, de brazos cruzados, con ambos pies en el piso; yo, en cambio, trataba de parecer intimidante subida sobre tres escalones apretando mis puños a ambos lados de mi cintura. Éramos muy orgullosos como para hablar, así que hubo un desafiante reto de miradas que duró varios segundos, esperando a que el contrario se rindiera.

—Lo siento, Javier —dije dándome por vencida, bajando la mirada apenada—. No debí decirte eso el otro día y arruiné por completo nuestra salida. Perdóname por favor, no soporto tu “ley del hielo”, necesito hablar de nuevo con mi mejor amigo.

—Supongo que debo perdonarte —dijo sonriendo de lado, llevó su mano a mi mejilla apretándola un poco—. ¿Cómo te haré entender que mereces algo mejor que eso?

—León…

—Es la verdad, Sara. Sostengo todo lo que dije, no puedes dejarte menospreciar por esa basura, ni por nadie.

—Hablamos de MI NOVIO, puede que para ti sea absurdo, pero él es muy importante para mí —comenté haciendo énfasis en “mi novio”, luego levanté la mano mostrándole el anillo en mi dedo anular—. Entiende que él me ama y yo lo amo.

—Me parece injusto lo que te hizo.

—Por favor, León, entiende lo que significa para mí que ustedes se lleven bien. —Sentí un dolor en la garganta que me indicaba que en cualquier momento mis lágrimas saldrían sin control—. Haz el intento de empatizar conmigo.

—Sara, no llores, por favor —dijo rodeándome con sus brazos—. Lo acepto, siempre y cuando no te haga llorar a menos que sea de felicidad. Si te vuelve a hacer llorar, le partiré la cara sin dudarlo y lo sabes perfectamente, Luna.

—Él no hace esas cosas, me ama mucho —dije entre sollozos abrazando a mi amigo.

—Más le vale; se trata de mi mejor amiga.

Javier me miró limpiando las lágrimas de mi rostro, antes de volver a abrazarme ya más calmado. Amaba a mi mejor amigo, me cuidaba como su hermanita, algunas veces al grado de ser molesto; y me trataba como compañera de aventuras, era una bonita relación de amistad.

—No me ignores más, León, sabes que me necesitas tanto como yo a ti —afirmé separándome del abrazo.

El chico negó con una sonrisa, tuve que golpearlo con el codo en el brazo para que asintiera pasando su brazo por mis hombros para dirigirnos a mi facultad. Era demasiado orgulloso para expresarlo; no tenía muchas amigas ya que la mayoría de chicas que se acercaban a él solo querían una relación amorosa; ellas juraban que el castaño era “un hombre perfecto y sexy”. Yo solo veía a mi torpe amigo del preescolar, sin embargo, no iba a negar que era muy atractivo y si no tuviera la imagen mental de un tipo de diecinueve años con un crayón verde en la nariz y lo hubiera conocido hace dos días posiblemente también lo invitaría a salir. Por ello Javier apreciaba mucho a sus pocas amigas, entre ellas yo, quien era con la que mantenía una amistad de casi dieciséis años.

Mientras nos dirigíamos a mi facultad entró un mensaje a mi bandeja; por un momento creí que sería Daniel quien estuviera mandando mensajes para vernos en un rato para que así pudiera disculparse nuevamente con algún regalo. Sin embargo, la remitente era Wendy, la chica con la que me había estado mensajeando desde el fin de semana. Tuvimos una conversación bastante amena por mensaje, no fue tan difícil entablar una conversación como me temía, resultó que la chica era demasiado animada y divertida de como aparentaba ser. Entre todos los temas que tocamos llegamos a la conclusión de que compartíamos las mismas ideologías, aunque tuviéramos diferentes puntos de vista en ciertos aspectos.




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