Últimamente mi hermana se había comportado muy extraño: me acostumbré a ver todas las tardes la puerta de su habitación cerrada, de la cual no la veía salir hasta la noche cuando bajaba por su cena. Esa semana fue la excepción, su horario empezó a variar: algunos días eran normales cuando me topaba con la puerta cerrada y su momentánea inexistencia, pero dos días llegó más tarde de lo normal y con una gran sonrisa en su rostro.
La primera vez que ocurrió yo iba decidida a ver mi serie en el piso de abajo donde está la televisión, aprovechando que mis padres tendrían una larga junta de trabajo (cuando estaban en la casa solo ponían el canal de noticias de fondo mientras discutían de cualquier cosa relacionada con el trabajo) y que había terminado de estudiar para mi examen del día siguiente. Usando un short y camisa de tirantes bajaba las escaleras mandándole un mensaje a Daniel cuando una cabellera castaña surgió de la nada. Estuvimos a punto de chocar de no ser porque alcé la vista de mi celular por la repentina presencia de la contraria. La esquivé pasándome al otro lado de la estrecha escalera y aunque a mí me impactó verla a fuera de su habitación a esas horas, a ella pareció no inmutarle el hecho de encontrarnos. Se me hizo raro verla tan sonriente cuando el día previo se la había pasado llorando toda la noche; lo sé pues me levanté al baño en la madrugada y al pasar por su habitación, escuché sollozos junto a un llanto dolido. Opté por no intervenir ya que era su vida privada y sería muy difícil que la compartiera conmigo por las situaciones que nos dio la vida.
El día anterior, viernes por la tarde, me preocupé bastante por ella. Cortaba una manzana, apio y piña para mi desayuno del día siguiente, cuando por la puerta entró la chica como un rayo empapando todo el suelo de la sala y las escaleras. Había hecho la limpieza ese día y que hubiera entrado sin cuidado me fastidió bastante, así que tuve que secar el piso pues no quería que mis padres (que no tardaban en llegar), me culparan por no haber hecho mi trabajo. Una hora y media después, mientras acompañaba a mis padres en su cena, la chica salió de la casa con una chaqueta de lluvia y una mochila colgada en la espalda. Me quedé despierta hasta la una de la madrugada esperando a que regresara, los secuestros a las mujeres se habían acrecentado en los últimos meses y como ella no tenía auto, irse caminando o en transporte público en la noche era muy peligroso. Solo por esos hechos, esperaría al día siguiente para irla a buscar, mandarle un mensaje o algo. Tal vez llegaría más en la noche o a primera hora del día si no, les diría a mis padres. Era anormal que me importara su vida, ni a ella la mía; sin embargo la culpa me jodería por completo por perderla sabiendo que pude evitarlo. Conciliar el sueño fue una tarea difícil, quería librarme de toda responsabilidad sobre ella, pero finalmente caí dormida con el pasar de las horas.
Despierto y miro el reloj de pared que marca las seis y media de la mañana. El recuerdo de la noche anterior activa por completo mis sentidos y hace que me levante rápidamente a vestirme con lo primero que encuentre, lista para salir a buscarla. Escucho ruidos abajo en la sala, aliviada, respiro más tranquila quitándome la horrible sudadera gris que había puesto sobre mi pijama de tirantes. Niego múltiples veces con la cabeza regañándome mentalmente por haber mostrado preocupación por la mujer. Peino con mis dedos mi cabello alborotado por la almohada, busco mi protector solar en mis cajones, coloco bastante producto en mi rostro, luego peino mis cejas y adorno mis orejas con tres pendientes en la izquierda y dos en la derecha; finalizo mi simple atuendo de un top, jeans, calcetas y zapatos blancos con un brillo labial de cereza. Opté por dejar la sudadera, ya no tendría que salir corriendo a ningún lado en su lugar podría usar la chaqueta roja que había dejado el día anterior en mi auto. Salgo de mi habitación, no sin antes rociarme un poco de perfume frutal, giro la cabeza a la dirección de la habitación de mi hermana y está cerrada, como debe estarlo. Bajo a la sala a tomar el desayuno, mi madre y mi padre están en la mesa charlando de política con la televisión en el canal de noticias; confundida avanzo al refrigerador a sacar el recipiente con fruta para prepararme un jugo; también saco dos huevos, mantequilla, pan y verduras para prepararme una tostada.
—¿La han visto? —pregunto con disimulo a mis padres mientras corto una zanahoria.
—No, cariño.
Sabía que preguntarles a mis padres por mi hermana era mala idea, al igual que yo, nunca interactuaban con ella. Rompo el cascarón de los huevos depositando el contenido en un tazón pequeño para batirlo con un tenedor y agregar las verduras picadas. En lo que busco un sartén, miro constantemente a las escaleras esperando que la niña bajara rápido porque empezaba a preocuparme de nuevo. Enciendo la estufa y echo un poco de mantequilla en el sartén, seguida la mezcla de huevo y verduras. Mis padres comienzan a reírse de algo, no sé de qué porque no presto atención a las tonterías que dicen, el sonido del huevo cocinándose en conjunto al canal de noticias a todo volumen me altera.
—¿En serio no la han visto hoy? —pregunto de nuevo con desesperación tomando a ambos por sorpresa haciendo que mi padre abra los ojos y los encoja en una mirada de desaprobación, como las que le solía dar a mi hermana.
—¿Cuál es tu problema, cariño? —La voz seria de mi padre golpea mi humor dejándome muda.
Niego regresando a mis asuntos matutinos, volteando el huevo para que se cocine del otro lado. Preparo el pan con un poco de mantequilla, levanto el huevo y coloco el pan en el sartén, luego el huevo. Apago la estufa para que solo se tueste un poco el pan con lo caliente del sartén del rato que estuvo sobre la llama. Mis padres suben de nuevo a su habitación, dejándome sola en la cocina con mi tostada sobre un plato y mi jugo. Dejo esas cosas en el comedor, guardo todo lo sobrante en el refrigerador y vuelvo a mi lugar mirando directamente a las escaleras. Hay algo que me dice que vaya a asegurarme de que ella está bien, no ha bajado en todo el rato. Maldigo mentalmente cuando me encuentro subiendo las escaleras rumbo a su habitación en silencio para que mis padres no se percaten por mi repentino interés en su otra hija. Pego mi oreja a su puerta de tratando de escuchar un sollozo, un suspiro, una respiración, movimiento, algo. Pero mi padres salen del baño y se detienen a mirarme curiosos.