4 de Diciembre de 2018
Un insulto, dos insultos, tres insultos. Golpe. De nuevo.
Un insulto, dos insultos, tres insultos. Golpe. De nuevo.
―Vas a aprender a respetarme. ― dice con arrogancia en su voz, como si realmente lo mereciera.
Miro con odio. ¿Respetar a esta persona? El respeto se gana y, en este caso, solo lo está perdiendo.
―Sos una mierda de persona, que se cree que tiene poder sobre mí solo porque me trajo al mundo. Te tengo noticias: Nadie te tolera. Sos inservible, una criatura que hay que estar persiguiendo para que haga las cosas. Al final del día, yo crié a tus hijos mientras vos estabas por ahí con quien sabe quien gastando lo poco que teníamos. Todo lo que gano en mi trabajo, es para mantener a esta familia, vos te lo gastas ― escupo con tranquilidad, afectando todo su autocontrol.
―¿Quién mierda te pensas que sos? Mocos…. ― su voz se corta antes de terminar la frase.
Su cuerpo cae. Silencio. Finalmente silencio.
¿Lejía y plástico? En el lavadero. ¿Tijeras y guantes? Cocina. ¿Rasuradora nueva? Baño.
Me pongo los guantes, empiezo a cortar. Paso la rasuradora por lo que queda de pelo, cejas, piernas. ¿Dónde mierda dejé el plástico?
Miro la hora, 12:15. En 45 minutos los chicos salen de clases, pero demoraran media hora más en llegar. Más lejía. Envuelvo el cuerpo en el plástico, y luego lo coloco en el baúl de su auto. El matadero queda cerca, puedo dejarlo ahí, tengo tiempo.
Conduzco por 5 minutos. El viejo matadero sigue teniendo el alambrado cortado, por donde los niños solíamos escabullirnos. Por suerte, la hora pico de la zona terminó y no hay nadie en la calle. Ventajas de vivir en un pueblito. Los barriles de ácido siguen aquí, no cerró hace tanto como para que los hayan desechado. Clorhídrico, el mejor para esta situación. Meto el cuerpo en uno de los barriles, también tiro los guantes dentro y cierro la tapa.
Salgo de ahí, miro la hora. 12:45, aún tengo tiempo. Vuelvo a casa a una velocidad normal, me propongo a limpiar el desastre en la sala. Llego, 12:55. Limpié la mayor parte antes de salir, por lo que solo queda repasar que no quede ningún rastro. Es nuestro ultimo dia en esta casa, nos vamos.
Luego de limpiar, tomo una ducha. Salgo y me seco. Saco las valijas del cuartito lleno de cosas y, al mismo tiempo, escucho como la puerta principal se abre. Llegaron.
―Sorpresa, mocosos ― digo, sorprendiendolos. Pueden ver mis ojos hinchados, porque “estuve llorando”.
―Hola! ¿Dónde está…? ― el pequeño iba a decir algo más, pero lo interrumpo.
―Se fue. Llegué y ya no estaba, había una nota sobre la mesa. ― les entrego la nota para que la vean
El del medio empieza a leer: ― Ya no los soporto, me voy. No me busquen, no quiero que me encuentren. ― termina.
―Se vienen a vivir conmigo.
―Pero… ― el más pequeño siempre pone peros.
―No acepto un no como respuesta. Empaquen lo necesario, después volvemos a buscar el resto. Tengo que volver de urgencia al trabajo.