Normalmente no haría esto, pero ya me aburre. No tengo emoción, nadie realmente sabe de mi existencia o la de mis víctimas. Hace más de 4 años que asesino indiscriminadamente y aun así no aparecí en su radar por el momento.
Quizás para algunos esto sea beneficioso, pueden seguir matando. Pero se pierde el interés por matar si sabes que nadie te está persiguiendo, que nadie está despierto pensando en cómo atraparte.
Más de 30 hombres han desaparecido y nadie parece extrañarlos. Igual no me importa, eran escoria humana de todas formas. Río internamente mientras preparo el regalo.
30 falanges distales del dedo índice, una por cada víctima. Todo guardado en una caja de zapatos, forrada con la etiqueta del ácido que uso para desintegrar los cadáveres y papel brillante. Si esto no llama la atención del FBI, nada lo hará.
Demás está decir que no conseguirán sacar ADN de los huesos. Estuvieron lo suficiente en ácido clorhídrico como para borrar cualquier evidencia y los pase directamente del barril donde estaban a la secadora y luego a la caja, por lo que nada se me escapó. El ambiente esterilizado también ayuda. Quiero que me busquen, pero no que me encuentren. Eso sí sería aburrido. Primero, tendrán que perseguirme.
Tan pronto como reciban el regalo, les llegará una carta, dando a conocer mi existencia.
En la carta solo hay un número escrito que corresponde al número de víctimas, seguido de la palabra “aproximadamente”, como firma hay un simple “ ―X”. Fue escrita con máquina de escribir y tiene como destinatario a la Agente Coleman. Envié la carta 6 horas después de la caja, por lo que debería llegar mañana por la mañana.
Me dirijo a la zona de corte y me propongo a seguir con mi última víctima. Al ingresar, un grito llena mis oídos. Veo al hombre sentado en la silla, sangrando y solo puedo sonreír.
Con el pasar de los años y al aumentar mi número de cuerpos, he mejorado mi técnica, alcanzando la perfección a la hora de torturar y mantener a mis víctimas vivas para que sufran lo más posible. Un corte por aquí, otro por allá. Todo para extender el sufrimiento y verlos retorcerse.
Extraigo otra uña del pie izquierdo mientras él ruega por su vida. Quiere apelar a mi empatía diciendo entre lágrimas que tiene hijos y un nieto en camino, como si realmente tuviese el chip de empatía en mi cerebro. Lamentablemente se desmaya privandome de sus gritos de dolor.
La realidad es que aprendí desde temprana edad a ocultar el hecho de que no siento empatía y a mentir para obtener lo que quiero. Me involucraba en peleas constantemente. Siempre que me atraparon in fraganti, me proponía mejorar para no volver a cometer el mismo error. No fallaba una segunda vez.
Soy consciente de que enviar un paquete lleno de evidencias al FBI no es la mejor idea, pero necesito la adrenalina. Mi arrogancia será mi perdición algún día, pero no hoy.
―Arrogancia y violencia. No se como alguien puede mirarte y no querer ahorcarte con sus propias manos ― dice, creyendo que me afecta su opinion
―Supongo que algo herede de tu lado. Al menos fue eso y no tu falta de neuronas ― sonrío sabiendo que toque un nervio por el cambio en su rostro
―Algún día alguien va a matarte, y espero ser yo ― solo hay desprecio en sus ojos.
―No si yo te mato primero ― agrego y doy por finalizada la conversación.
Los recuerdos son vívidos aún cuando pasaron más de 10 años de esa conversación. A veces me gusta recordar, porque me impulsa.
Todo empezó sin querer, pero queriendo. Era un asesinato que realmente planee en mi mente durante, al menos, 5 años antes de efectuarlo porque jamas me atreví hasta ese dia. Había tenido suficiente.
Sacudo mi cabeza, concentrando mi atención nuevamente en mi victima. Decidí que éste es el cuerpo que encontraran. El barril caerá en el lago y cuando estén limpiando los desechos, encontrarán el cuerpo.
Empiezo a retirar los dientes, y él se despierta del dolor. Intenta morderme pero lo miro con una amenaza en mis ojos.
―Los que muerden, sufren más. Quieto.
―Por favor... ― ruega balbuceando.
―Sh, sh. Callado. ― digo, su llanto ya me aburre
―Hij… ― su voz se corta en un gemido mientras mi cuchillo ingresa en su muslo.
―De puta? ― termino su frase ― Si.
Por suerte vuelve a desmayarse de dolor y yo sigo con lo mío. Una vez que termino con los dientes, paso la rasuradora por lo poco de cabello que queda, solo para asegurarme que quité todo.
Repaso mi lista mental:
Faltan las huellas. Mientras sigue inconsciente, agarro un pelador de papas y empiezo a quitar las huellas de cada dedo incluidos los dedos de los pies.
Todos los desechos son categorizados por el nivel de solvencia en el ácido y puestos en diferentes barriles. Uno para pelo, uno para dientes, uno para piel y así sucesivamente.
Luego de remover todas las huellas, mi víctima está lista para recibir el golpe final. Me preparo como siempre. Muevo la silla y al sujeto a la habitación final. Las paredes y el piso están recubiertos de plástico. En la esquina derecha se encuentra la lejía para limpiar luego. El extractor se encuentra en el medio de todo.
Lentamente, despierto al hombre. Al ver la habitación, el entendimiento cruza su mirada y empieza a llorar. No le doy tiempo a hablar y realizó una pequeña incisión en la vena femoral. Inserto la aguja y me voy, dejando al hombre gritando desesperado al saber cuál será su final.