Twisted stories

Capítulo 3

No podía creer lo que mis ojos veían, Caperucita y El Lobo tenían relaciones con pasión esperando obtener más del otro. La Caperucita jaló el vello facial que tenía el Lobo en su pecho, a cierta distancia podía ver que el lobo era igual de atractivo que uno de mis actores favoritos; Luke Evans.

Recostada en una piedra ya desnuda, gemía de placer la dichosa Caperucita pidiéndole más al Lobo para que no se detuviera.

Ella aparentaba tener dieciochos años, me llevaba ventaja incluso teniendo un cuerpo tan desarrollado.

El Lobo tocaba el cuerpo desnudo de Caperucita desesperado a la vez que luego posaba sus manos en los muslos y caderas de su amante, mordiendo su delicada piel blanca dándole placer. Su cola se movía graciosamente, extrañamente feliz; sabía reconocer cuando los perros parecían felices.

Sus respiraciones se escuchaban desde dónde estábamos Pinocho y yo.

—Ay, que delicioso —comentó Pinocho comiendo unos arándanos del arbusto, mientras veía a Caperucita y al Lobo en su ocupación—. Quisiera ser ella en estos momentos.

Abrí los ojos en blanco.

—¿Estás loco? Eres un niño, no deberías de pensar en esas cosas, Pinocho.

—¿Y eso qué? Tú no eres mi madre.

Hice una mueca de pena por el comentario de mi pequeño amigo de madera.

—Sé que no lo soy, eso es claro. Pero no está bien que digas esas cosas, ni verlo de buena manera porque no es apropiado, amigo.

—¿Por qué no es apropiado?

Parpadeé tratando de pensar en usar las palabras adecuadas para explicarle a Pinocho su pregunta inocente. De cierta manera podría resultar vergonzoso platicar de eso con un niño que apenas conocía.

Yo podía explicárselo, sólo debía mantener la calma.

—Es que... eres un niño, no está bien que lo veas bien porque en algún momento sentirías curiosidad y querrás hacerlo tú también, afecta en tú sistema como en la de los otros niños. No debes de hacerlo hasta que tengas edad suficiente, cuando ya seas un hombre tendrás la capacidad entender esos temas.

—Mmm. ¡Yo ya me siento preparado para entenderlo!

Suspiré rendida.

—Creo que es mejor que lo hables con tú consciencia.

—¿Consciencia? —preguntó intrigado.

—Tienes una, ¿no?

—Han... —hizo un movimiento con la cabeza tratando de recordar—, creo que sí.

—Es pequeño, una criatura en miniatura... ¡Para ser exactos es un insecto!

—No.

Sonreí con pesar, posando mis manos en los hombros del preadolescente de madera que no tenía alguien que lo guiara en ese mundo tan cruel.

—Tranquilo, a partir de ahora yo seré tú consciencia —contesté simpática al niño que me sonrió en agradecimiento, acompañado de un abrazo.

El abrazo fue roto cuando oímos a Caperucita gritar con más fuerza aferrándose al pecho peludo del apuesto Lobo. Jadeando, unieron sus labios en besos apasionados, y en mordídas, sedientos de lujuria y deseo.

Tapé los ojos de Pinocho para que no se traumatizara.

El Lobo aulló en señal de que había logrado llegar al éxtasis.

Una parte de mí no negaba que admiré por un momento a Caperucita recostada su cabeza exhausta en la enorme piedra, dónde su inocencia quedó marcada; aunque de inocente no tenía nada.

Me parecía fascinante el querer disfrutar de algo así, yo deseaba gozar de algo parecido con una mujer que amara, y que ella me amara a mí.

Recuperando la compostura seguí mirando a la pareja ambos que intentaba recobrar el aliento y sus ganas de querer repetirlo. Ya no quería seguir viendo, mis emociones no me lo permitieron cuando el Lobo enfureció y volteó a ver en nuestra dirección.

Me agaché aterrada en los arbustos al ver la otra cara del Lobo. Destapé los ojos de Pinocho para poder huir con mucho sigilo, el niño parecía tranquilo.

Tomé su mano y lo obligué a agacharse.

Escuchamos la voz de otro niño riéndose, volteamos y vimos a un niño de la misma edad que Pinocho, sólo que él si era un humano. Sus cabellos rubios platinados, no tanto como los míos, y su piel bronceada. Llevaba ropa de pastor, y un bastón en una de sus manos.

El niño desconocido caminaba muy natural sin darse cuenta que el Lobo lo miraba; hasta que al fin lo vio.

El niño abrió sus ojos aterrados al ver al Lobo, quién cerró sus pantalones un poco amenazador después de eyacular dentro de la Caperucita. En eso, el niño comenzó a gritar y a correr despavorido por el miedo que le infundió el lobo.

—Espera aquí —le dijo el Lobo a Caperucita Roja dándole su capa roja para cubrirse un poco dejándola recostada en aquella piedra, hiendo a perseguir con una velocidad increíble al pobre niño que casi se orina en los pantalones.

Salimos del escondite un poco más calmados.

La cara del lobo en serio me asustó.

—Casi nos come, no puedo creer que nos hayamos salvado —mencioné relajada.

—Sí, estuvo cerca.

—Vámonos, quiero salir cuánto antes de aquí para regresar a mi mundo.

—Un momento, tenemos que ir a buscar a Pedro.

—¿Quién? ¿Pedro?

—Sí, Pedro el pastor de ovejas, el niño que salió corriendo como gallina —aclaró—. Es mi mejor amigo.

—¡Dios mío! Y el lobo... lo está persiguiendo para comérselo, nos acabamos de salvar y quieres ponernos en peligro por tú amigo.

A pesar, Pinocho resultaba tener buen corazón. Yo tenía el mío, pero el lobo al igual que a Pedro infundió miedo en mí.

—No te preocupes, yo iré a buscarlo ¡Ya regreso!

Intenté impedir que fuera a buscar a su amigo el pastor, fue imposible después ya que no le pude seguir el paso.

Confundida viendo a mi alrededor sin saber que hacer escuché un suspiro de parte de Caperucita y me acerqué a ella un poco insegura. Varios de los mechones de cabellos mieles pegados a la frente de la joven debido al sudor, largos hasta su espalda se veían húmedos por su sudor; lo único que la cubría era su capa roja.

Suspiraba mientras veía el cielo con una sonrisa embobada.

—¿Caperucita? ¿Estás bien? —pregunté asegurándome de que lo estuviera, retrocedí al ver que no, sangre corría por su parte íntima, y tenía unas cuantas mordeduras causadas por el Lobo y pequeños rasguños, sangre que se secaba por el viento que nos congelaba, o al menos a mí—. Pobre, mira cómo estás, déjame ayudarte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.