Twisted stories

Capítulo 5

Desperté un poco adolorida cerca de las raíces del árbol chueco. Perturbada por lo que pasó, miré a ambos lados recordando todo, no había sido un sueño, ni una pesadilla.

Todo había sido real.

Toqué mis labios con las yemas de mis dedos.

Ese extraño y misteriosa Dame roja me besó, unió nuestros labios en un beso dulce. Impactada no dejaba de vagar por mi cabeza ese recuerdo; ya que fue mi primer bes

Mi primer beso robado por una Dame roja, misteriosa.

—No fue una pesadilla —murmuré, recostándome nuevamente en el suelo viendo el cielo gris.

Por lo visto el cielo es gris cuando se está bien ese bosque.

—No, todo es básicamente real —dice alguien, o algo, volteé buscando quién dijo eso—. Todo está en tú mente, querida niña.

Me levanté y con atención observé el árbol, las voces venían de allí «¿El árbol estará hablando?» pensaba yo.

No era imposible, en este mundo todo podía ser posible.

—Si una Caperucita y el Lobo tienen una relación y Pinocho es un niño explotado... ¿Por qué un árbol no hablaría?

—¡Oh, creí que era el único que lo sabía! —se hizo visible un gran gato volador con un pelaje de colores llamativos, exhibiendo una larga sonrisa. Él rió—. ¿Y tú niña? ¿Estás perdida?

—De hecho, sí —contesté—. Yo no pertenezco a este mundo, vivo en otro lugar...

—¿Cómo te llamas? se acercó a mí, volando.

— Aira.

—Mmm. Aira, que nombre tan curioso.

—Y el tuyo tampoco, Cheshire.

—¡Vaya! Con que eres una bruja —exclamó asombrado—, ustedes son muy comunes por estos bosques, si buscas a Blancanieves está en la cabaña de los siete enanos ofreciendo su virtud a cambio de alojamiento —fruncí el ceño—. Claro, yo no te he dicho nada, si era lo que buscabas, te puedes retirar.

—Yo no he venido para saber eso, y no soy una bruja, he venido porque... —bajé la mirada—. Caperucita dijo que me fuera por este camino hasta llegar aquí y toparme con el árbol, así sabría cómo llegar a mi casa.

Cheshire soltó una risilla.

—La niña quiere regresar a su casa —señaló un camino de pequeños trozos de pan con su mirada, los cuales mostraban otro camino—, sigue ese camino hasta llegar a tú casa, antes de que algún bicho se los coma.

—Pero es que yo en realidad... —dije al ver al gato desaparecer—, no pertenezco aquí.

Escuché el lindo canto divertido de Cheshire, ignorándome.

—Una querida niña, muy bonita, se perdió —cantaba—. Y a su casa no regresó, por estar jugando en el bosque.

Suspiré.

Me encaminé de nuevo por el bosque hambrienta, quería más descanso, mis piernas descansaron muy poco después de la carrera de anoche debido a los caballeros persiguiéndome. Quería estar en mi casa, necesitaba mi cama, y luego ir a la iglesia a confesarle al padre de la iglesia al que nunca iba por lo malo que he dicho y visto.

He dejado de ser pura.

Caminando lo más rápido que pude oí cuervos, cuervos que se estaban comiendo los pequeños trozos de pan.

Sabía que eso pasaría.

Los espanté, de todas formas, se acabaron hasta la última migaja de pan.

Intentando descifrar el camino continúe, no había ningún letrero que me indicara una nueva ruta a un lugar más seguro. Si tan sólo hubiera esperado a Pinocho nada de eso me habría pasado.

Preocuparse no ayudaba nada, empeoraba las cosas.

Tratando de buscar una solución a mi problema lo único que observaba era el suelo, muy hambrienta. Se me antojaba una de esas hamburguesas con buena carne, lechuga, tomate, papas fritas, con varios tipos de salsas y una Coca-Cola. Aunque, en ese momento podría comer lo que fuera.

Torpemente caí en un gran charco de agua, agotada me levanté siendo iluminada por el sol. El cielo era claro en ese lugar, ya no había tantos árboles, lo que pude ver al frente fue una enorme casa. Corrí a la casa pensando que alguien ahí dentro me podría ayudar, hasta que noté que la casa era de jengibre, adornada con gomitas, las puertas eran de galletas de chocolate, los marcos de caramelo, el techo de galleta y cubierto de crema, alrededor de la casa había bastones de caramelos, cupcakes gigantes que debían simular las piedras, donas, chocolates, todo era dulce, dulce, dulce.

Era la casa de la bruja del cuento de Hansel y Gretel.

¿La bruja estaría por allí?

No me importaba ¡Quería comer! Y no desaprovecharía la oportunidad.

Agarré una gran dona azucarada con chispas y le di un buen mordísco. Estaba deliciosa, la arrojé al suelo y tomé ferozmente las galletas que adornaban los muros de la gran casa de jengibre, así como chocolates y caramelos. Tenía tanta hambre que quería devorarme todo. Probé las gomitas azucaradas, agridulces, y pasé mi lengua por los bastones de caramelo saboreando cada uno de diferente sabores, limón, fresa, uva, naranja y cereza.

Abrí los ojos en blanco al ver un pequeño estanque de chocolate, uniendo mis manos tomé de ella llevándola a mi boca sin importarme si lo estaba bebiendo con las manos. Sí, era un poco antihigiénico; pero el chocolate era mi vida.

—Esto es la gloria —mencioné al cumplir uno de mis sueños. Era como la fábrica de Willy-Wonca, me tiré al suelo y comí del pasto pensando que también era dulce, lo escupí asqueada por el sabor a tierra y monte—. ¡Agh! Creo que la fábrica de Willy-Wonca es mejor...

Escuché un pequeño ruido que venía de adentro de la casa, inmóvil, me aveciné para saber que era, algo me decía que no lo hiciera. Sin embargo, la curiosidad me mataba, pegué una de mis orejas a la puerta de chocolate y me incliné viendo por el pequeño agujero dónde se coloca la llave la espalda de una señora cubierta por una capa negra. Oí pequeños quejidos de dolor, y agonía, parecía que comía algo, debido a que escuchaba la forma en que masticaba, con la boca abierta.

Intenté de hacer un esfuerzo, deseando saber que había adentro, hubo un momento en el que ya no quería al saber lo que comía.

Niños.




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