Cansada, aburrida y deprimente por lo que viví horas atrás, al ver la escena final de Hansel y Gretel decidí concentrarme en buscar el caracol dorado, sin ese caracol dorado no podía invocar a la bruja del mar, sentía que había estado caminando durante muchas horas, tal vez hasta un día.
Me preguntaba que debía de estar haciendo mi familia, si estaban bien, si habían llamado para saber cómo estaba, si se preocupaban por mí, me aterraba la idea de que hubieran llegado pronto, mucho más que mi mamá y hermana la que me preocupaba era mi abuela, a su edad las mujeres mayores se alteran más, lo preocupada que debía de estar, lo que debía de estar pensando creyendo que estoy en casa sola podía ser una tortura para ella, no quería causar problemas.
Lo que menos pensaba en ese momento era en las palabras de mi mamá reclamándome, porque lo único que hacía era leer un libro en aplicaciones o aquellos libros que descargaba en PDF desde mi celular, Tablet o laptop, forma de alejarme de lo que pasaba en la realidad. Y tenía razón, leer un libro era mi manera de alejarme de lo que pasaba a mi alrededor, de olvidar mis problemas y ocultar mis miedos. La primera vez que me enamoré de los libros fue a mis once años cuando conocí esa aplicación 'Wattpad' que al leer libros de muchos buenos escritores quedé tan ansiosa y enamorada de los libros que quise descargar más aplicaciones de lectura, incluyendo descargar liblibros o comprarlos en físico. Cada libro que llamaba mi atención lo compraba, cosa que a mi mamá la molestaba y le preocupaba el hecho de que lo único que hacía era leer, sabía que obtenía ventajas, pero me distraía tanto que me olvidaba de la realidad.
Siempre me sentí de una manera maravilla cuando leía, me creía una persona que estaba en el libro o me sentía identificada con el protagonista del mismo, cada trama era tan interesante que hasta me reía de las locuras de los personajes, hablaba sola, riéndome de los chistes de los personajes y de sus locuras, sus torpezas y de la vergüenza que a veces me podían dar sobre todo cuando leía libros de parejas tóxicas, esas si le hacían honor a la palabra "vergüenza" sobre todas las mujeres que no tenían dignidad.
Una que otra vez imaginé estar en algún libro, ser la protagonista y viví r muchas aventuras, enamorarme, hacer lo que quisiera, tener muchos amigos. ¡Nunca imaginé que llegara a pasar lo que me pasó en aquel mundo extraño, loco y perturbador!
Escuché un ruido muy raro detrás de mí, me detuve asustada, oí pasos lentos y silenciosos que venían hacia mí, la persona que se encontraba cerca de mí pisó una rama.
Alguien si me perseguía, en ese bosque todo era posible. A lo mejor algún sociópata persiguiéndome y queriéndome hacer daño y yo como una estúpida, inconsciente, que no sabía porque estaba en un bosque oscuro, frio y aterrador. De repente me acordé que era porque tenía que encontrar el maldito caracol para la bruja de los mares me dijera como salir de aquel maldito mundo aterrador y perturbador.
No era la primera vez que me detenía temerosa pensando en lo peor, mi corazón comenzó a latir muy fuerte, mi mente me decía "No voltees" y claro que no lo hice el pánico me ganó, pude percibir la presencia de alguien que cargaba una capa negra, una muy larga. Juré que oí el sonido de cuando la brisa chocaba contra esa persona que llevaba capa larga, mis sentidos detectaron la presencia de una mujer no muy amigable, el fuerte viento sobre mi cuerpo, y me señalaba que claramente alguien estaba detrás de mí. A unos cuantos metros de distancia, mi corazón y cabeza me lo gritaban, el viento en mi cara me estremeció, mi cabello bailaba con el viento, pero mi cuerpo quería caer al suelo muerta de temor cansada de todo.
Esperaba que no fuera otra bruja.
Bruja o no, corrí lo más rápido que pude, el bosque era más grande, el sendero por el que iba era aterrador, lúgubre, hubo una ráfaga de viento que me erizó la piel y cuando tuve la valentía de voltear noté que mis sospechas eran muy ciertas, una mujer con una capa negra tan larga que llegaba hasta el suelo me perseguía por todo el bosque. Corrí lo más rápido que pude, de pensar que esa mujer me quería hacer daño un miedo se apoderó de mi cuerpo, cruzaba cada árbol, tropezando con una que otra raíz, chocando y rodeando las ramas de unos cuantos árboles secos.
La mujer o quién fuera hacía lo mismo, no me detuve hasta que de repente me fijé en el acantilado que tenía al frente, a unos dos metros de distancia, me daba pánico las alturas. Decidida a enfrentar a la mujer que ocultaba su rostro y su cuerpo por la gran capa llevaba una canasta con manzanas rojas, unas que se veían provocativas, y con el hambre que tenía hubiera sido capaz de comerme una si es que no tuviera esa apariencia sospechosa.
Nerviosa, retrocedí a cada paso que ella daba para acercarse más a mí. Agarró una manzana y me la extendió para que la tomara.
—Escuché que buscas el camino de vuelta a tú casa —dijo extendiendo la manzana roja, su mano era parecida a la de una anciana, muy arrugada y pálida—. Vine a ayudarte a volver a ella.
—Que amable, pero puedo encontrar el camino sin ayuda —dije nerviosa.
—Déjame ayudarte hermosa niña, por favor —dio un paso más.
Retrocedí otro paso.
—No, en serio, gracias...
—Mis manzanas te ayudarán a volver, anda, sólo... déjame ayudarte.
La brisa me empujaba hacia atrás, mis cabellos rubios platinados en ondas largos danzaban en el aire mientras retrocedía. Una vez más estaba en problemas, sólo que en esa ocasión no tenía quien me ayudara, estaba totalmente perdida, rodeada sin escapatoria.
Pero, el sonido de una pequeña daga y el chillido de esa mujer que intentó hacerme daño se hizo de oír, atenta observé a aquella mujer con capa negra como se le caía la manzana de sus manos y poco a poco caía al suelo lentamente, la mujer era hermosa, aunque su hermosa esencia era parecida a la de una bruja; quién ya estaba en el suelo desangrándose con una daga atrás de su espalda.