Disclaimer: Los protagonistas usados en este fanfic no me pertenecen; mas la historia sí. Y forma parte de la pequeña serie de historias de "El número 24". No autorizo que se publique en ninguna otra plataforma / sitio.
AVISO: No se trata de un MiyuMei, no habrá romance. Al menos, no entre ellos.
TWO OF US
I
"La segunda vez que nos encontramos, él ya me llamaba por mi nombre"
Inocencia. Ésa es la palabra que suele definir a la infancia. Inocencia cuando se pregunta por el origen de la vida humana, inocencia cuando se conoce a otra familia, inocencia cuando se juega con una pelota de plástico. Simple inocencia infantil.
La mayoría de los niños cabían en esa categoría. La mayoría estaba preocupado por lo que ocurría en sus programas favoritos, la mayoría pasaba las tardes construyendo una sólida amistad con un vecino de la cuadra. La mayoría era ajeno a lo que el talento podía otorgar.
La mayoría. Pero Narumiya Mei y Miyuki Kazuya nunca fueron como "la mayoría". Sus personalidades, ambas guiadas por el talento que sabían guardaban en su interior, ya les habían provocado unos cuantos problemas con sus compañeros y familiares. Mientras que el primero tenía que ser protegido por sus hermanas para evitar que saliera herido, el segundo ya sabía cómo cubrirse para que los golpes no fueran tan severos. Y aun con esas fuertes lecciones, ninguno de los dos cambiaba su actitud.
—Tal vez ellos no lo sepan, pero algún día yo seré el rey del montículo —decía uno sobre el campo de juego, en un partido cualquiera.
—Yo sólo estoy diciendo que debes cubrir mejor la segunda base, eres terrible moviéndote por ahí —decía el otro al terminar un entrenamiento.
Y es que ambos lo sabían. No importaba lo que los demás les dijeran o hicieran contra su persona, el talento que poseían los llevaría lejos.
Y, era probable que lo ignoraran por completo en ese momento, en el momento en el que Narumiya Mei atrajo la atención de Miyuki Kazuya tras un partido amistoso; pero lo cierto era que tal vez nacieron para formar una batería. Una batería perfecta.
—¡Te veré otra vez y entonces me dirás qué es eso de que viste mis hábitos! —gritó el pitcher tras el gesto molesto del cátcher. Claro, perdieron el partido; debía ser molesto que el as del equipo contrario se acercara con una intención claramente burlona.
La mirada severa de Miyuki Kazuya no hizo retroceder al pitcher. Al contrario, le sonrió y alzó la mano, como si se tratara de un entrañable amigo.
—La próxima vez, haré volar esa curva de cuatro costuras —dijo el cátcher. En respuesta, Narumiya abrió la boca asombrado; ese cátcher no sólo sabía con exactitud el lanzamiento con el que enfrentó a su equipo, también prometía venganza.
—¡Jamás conseguirás batear una curva mía! —juró. Ante su sorpresa, Miyuki sonrió.
Y para cuando volvieron a verse, un par de semanas después, Miyuki decidió esperarlo. El equipo de Narumiya acababa de enfrentarse al de un talentoso cátcher que Miyuki conoció un mes atrás. Sabía que Narumiya Mei no era suficiente rival para Takigawa Chris Yuu; y adoraba mirar el resultado en el rostro enfadado del pitcher rubio.
—Parece que Chris-san te ha humillado, Narumiya. —Le dijo en cuanto el pitcher pasó a su lado, listo para ignorarlo. Sin embargo, en cuanto escuchó la provocación del cátcher, el aludido lo miró. Su enfado había encontrado un remitente.
—Fue un simple fallo de cálculos, Kazuya. No creas que estoy asustado —respondió arrogante.
—No uses mi primer nombre, tonto Narumiya. Y ambos sabemos que Chris-san leyó tus hábitos tanto como yo lo hice.
—¡Tontozuya! ¡Eso no es cierto! ¡Yo soy el mejor pitcher de mi edad!
—¿Y eso qué? No tienes a un gran cátcher cubriéndote. Es fácil adivinar tu patrón si no encuentras a un cátcher que te apoye. Y deja de usar mi primer nombre —agregó cruzándose de brazos.
—Acepto.
—¿Aceptas qué?
—Si tanto insistes en que necesito a un cátcher a mi altura, acepto que seas tú el que atrape mis lanzamientos —dijo arrogante antes de sacar la lengua.
—¿Eh? Pero yo no he dicho nada de eso... Tonto Mei.
Porque aunque la especialidad del pitcher eran sus lanzamientos quebrados y la especialidad del cátcher era su habilidad para leer la situación en el campo, ambos eran todavía unos niños.
Unos niños de secundaria que, fuera casualidad o destino, continuaron encontrándose durante los siguientes dos años. Unos niños de secundaria que no pudieron evitar el sonreírse cuando se veían; pues lo sabían, el encontrarse implicaba una extensa conversación en la calle sobre su tema favorito.
—¡Es lo que te digo, Kazuya! El origen del béisbol es distinto de acuerdo a la fuente que investigues. ¡Revisé cuatro enciclopedias!
—¿Quién revisa enciclopedias a esta edad? —cuestionó el aludido justo antes de recibir una larga explicación sobre lo importante que era saber la historia del béisbol para jugadores tan entrenados como ellos dos.