Two wheels, one heart

Capítulo 17 ”*°•.˜”*°• REG •°*”˜.•°*”˜

El traje. La sola idea del Baile de Graduación de la alta sociedad me revolvía el estómago. Ver a Joan sonreír mientras me contaba sus planes para comprarme un esmoquin, el contraste entre su inocencia y la podredumbre del trato, se había vuelto insoportable. Él estaba construyendo un templo de amor sobre los cimientos de mi mentira, y yo sabía que, para derribar ese templo, tendría que derribarme a mí mismo.

La noche anterior, después de dejarlo en su casa, conduje hasta el taller. No podía ir a mi apartamento. El silencio de mi pequeño cuarto, que antes me había parecido un refugio, ahora era un confesionario que me acusaba.

Me senté en el suelo de cemento frío del taller, rodeado por el olor a aceite, metal y gasóleo, los únicos aromas honestos que conocía. Saqué mi teléfono. El chat con Joan. La última foto que me había enviado, el atrevimiento, la confianza ciega. Mi Pan de Dios. No era solo el dinero; el amor se había convertido en mi debilidad, mi talón de Aquiles. No podía humillarlo. No podía ser el monstruo que lo rompiera frente a toda su sociedad en ese estúpido baile.

El cheque de los Wilmore, la doble cantidad depositada, ahora se sentía como una marca a fuego, el precio de mi alma. Y en ese momento, sentado en la oscuridad, tomé la decisión: No más.

Tenía que romper el contrato, sin importar el costo. El miedo a las represalias de los Wilmore era real; podían arruinarme a mí y a mi abuela. Pero el miedo a vivir sabiendo que había destrozado el corazón de Joan era mucho peor.

Marqué el número del señor Wilmore. Era la madrugada, pero sabía que atenderían. Para ellos, el tiempo era solo un recurso.

Sonó una vez, y la voz grave y autoritaria del padre de Joan, Charles Wilmore, respondió de inmediato.

—Regulus. ¿Alguna novedad? Espero que estés planeando la escena final con la brutalidad que te pagamos para ejecutar.

—Señor Wilmore. No. Llamo para informarles de que el trato ha terminado. He ejecutado el clímax emocional: Joan cree que me ama, y está completamente dependiente. La vulnerabilidad está al cien por cien. Cualquier cosa que suceda ahora lo romperá, no necesita el baile de graduación. El trabajo está hecho.

—¡Estás bromeando! ¿Terminado? Te pagamos una prima doble para asegurar un romance público y definitiva en el Baile. ¿Qué diablos estás haciendo? —La voz del señor Wilmore subió a un gruñido, y pude escuchar la respiración furiosa de la señora Wilmore en el fondo.

—Me estoy yendo, señor Wilmore. Me voy del país. Me niego a seguir con este juego. No puedo soportar la idea de lastimar a su hijo de la forma en que ustedes lo planean. Me detengo aquí.

Hubo un silencio que me pareció eterno, un silencio de millones de dólares y furia contenida.

—Regulus. Déjame ser clara —intervino la señora Wilmore, su voz era un susurro más peligroso que cualquier grito—. Usted tomó nuestro dinero. El doble de lo acordado. Usted es un mercenario. Un traidor a su clase, y ahora un traidor a sus amos. Si no ejecuta el romance y el aceptamiento público, no solo le quitaremos cada centavo, sino que nos aseguraremos de que su 'taller' sea demolido, su 'amigo' Jason vaya a prisión por fraude fiscal, y su 'abuela' sea deportada. ¿Entiende? Su vida y la de los suyos son propiedad nuestra si rompe el contrato.

Mi cuerpo se tensó. Estaban tocando las fibras sensibles. Mi abuela. Jason. La única luz en mi vida.

—Lo entiendo. Pero no puedo. Mi conciencia no me lo permite. Ya he pasado por encima de sus deseos. El dinero ya ha sido transferido a varias cuentas offshore que son difíciles de rastrear, señor Wilmore. Lo suficiente para asegurar la seguridad de mi abuela y de Jason. Pueden intentarlo, pero les costará mucho tiempo y dinero. Y por cada centavo que gasten en perseguirme, yo les devolveré un centenar en exposición pública de la verdad. Prefiero no tener que exponer el juego. Yo desaparezco. Joan Wilmore nunca volverá a saber de mí. Se lo juro. Me iré del país hoy mismo. Borraré mi rastro. Solo les pido que dejen en paz a mi abuela. Tienen su cheque. Tienen la garantía de que su hijo regresará a ustedes.

Sentí mi corazón latir con violencia. Acababa de amenazar a una de las familias más poderosas de la ciudad.

El señor Wilmore, al ver que la amenaza legal era compleja, cambió de estrategia.

—Regulus, esto es... decepcionante. Pensamos que eras más profesional. Está bien. No queremos el escándalo. Pero si vuelves a poner un pie en este continente, o si mi hijo Joan alguna vez tiene un indicio de la verdad, no habrá escondite lo suficientemente profundo. Y olvídate de la reputación de tu taller, la haremos cenizas de todos modos. Tú te has ido, Regulus. Para siempre.

—Hecho. Que tengan un buen día. Y cuiden bien a su hijo —dije con una burla amarga, y colgué el teléfono.

Había quemado todos los puentes. Había asegurado la libertad de mis seres queridos. Y ahora, me tocaba a mí pagar el precio: la vida sin Joan.

El resto de la madrugada fue una fiebre de actividad. Había elegido el amor, y la redención de esa elección era la huida.

Lo primero, asegurarme de que la abuela estaba segura. Usé el dinero para realizar las transferencias finales, comprar un pequeño apartamento a nombre de Jason en otra ciudad y pagar todos los gastos médicos pendientes. Ella estaría bien. La única razón por la que había aceptado el trato, ya no existía.

En el taller, miré la Harley. El único objeto que realmente amaba, aparte de Joan. No podía llevarla. Dejaría un rastro. Tendría que venderla de inmediato.

Despedirme de Jason fue la parte más difícil. Lo desperté a las cinco de la mañana.

—Reg, ¿qué demonios?

—Me voy, Jason. Hoy. Del país. Para siempre.

Le conté una versión suavizada de la verdad, omitiendo a Joan, pero diciéndole que había aceptado un trabajo sucio con gente poderosa y que tenía que desaparecer para protegerlo a él y a la abuela. Le mostré las cuentas bancarias.




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