Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Malentendidos

La carretera terminó finalmente al llegar a lo que parecían los restos de una autopista doble que cortaba de forma perpendicular. La misma parecía estar en mejor estado que otras que habían visto, habiendo tramos mas largos que aun conservaban el asfalto, además de que habían muchos árboles creciendo en los costados, pero estando prácticamente limpio al medio de la misma.

—Esta carretera —decía el oficial —, está así porque la gente se ha esforzado en que estén lo mas despejada. Forma parte de una red mas grande que facilita mucho los viajes con otras zonas mas alejadas del valle de California. Esperamos que a futuro cuando la civilización se recupere, sean la base de las redes que nos conecten a mas gente.

La caravana giró hacia la derecha, avanzado un buen trecho hasta finalmente detenerse. El oficial a cargo de la operación salió del camión y gritó sus instrucciones.

—¡Estableceremos una base aquí! ¡Que todos los soldados vayan bajando y reuniéndose con sus escuadrones!

Todos siguieron sus órdenes y salieron de los vehículos. Ya era casi mediodía y todos se juntaron con los suyos. Inmediatamente los superiores a cargo empezaron a distribuir tareas a los distintos escuadrones. Bajar los materiales para levantar puestos de radio, parapetos, ametralladoras, tiendas de campaña y similares. Juan Carrasco fue a buscar al escuadrón de Janira.

—Ustedes, me acompañarán a explorar. Tenemos que llegar hasta el Mirador, yo los guiaré.

Asintieron y tras ir a buscar sus armas, le siguieron, dejando atrás a los demás que quedaron levantando la base. La carretera estaba colocada en el espacio entre dos cortas formaciones montañosas. El grupo enfiló hacia el oeste, en dirección al mar.

—Esta la zona mas alta desde donde podremos ver la ciudad. Tendremos un lugar para ver todo. Es un mirador que creamos cuando reconstruimos la carretera

La ladera era empinada, y habían varios árboles, así como los restos de las casas, autos oxidados y restos de rejas. En una incluso pasaron por lo que parecía un jardín marcado, solo para descubrir  que eran lo cimientos de una casa. La totalidad de la estructura había desaparecido. 

—Y pensar que esto fue un suburbio con mucha calidad de vida —agregó el oficial.

En un punto, se abrió ante ellos una zona que no tenía árboles, y en su lugar estaba lo que parecía una terraza de madera de reciente construcción. Subieron por la escalera que llevaba a ella y ante ellos, tuvieron la mas bella vista que habían experimentado.

Debajo de ellos la tierra se extendía tapada por un bosque y al llegar a la costa, una serie de edificios altos sobresalía entre ellos. Mas allá, el mar dominaba hasta poco antes del horizonte, donde una franja de tierra se extendía de un extremo a otro. Desmond, que llevaba su cámara al cuello, tomó una foto del lugar.

—Precioso, ¿no? —preguntó Juan sonriendo —. Supongo que ninguno de ustedes ha visto antes el océano.

—No, aunque... —respondió Hans algo decepcionado —, no es tan grande como pensaba.

El oficial Carrasco soltó una risa.

—Nah, esto es  la Bahía de San Francisco, es solo una franja de agua encerrada entre dos trozos de tierra. Hay que ir un poco mas allá para verlo en toda su gloria y majestad. Pero eso no significa que no haya cosas interesantes —. Le entregó unos binoculares que había llevado consigo a al joven Gallagher —. Ten, úsalos para que veas que hay.

Hans empezó a revisar los edificios que sobresalían, aunque no vio nada llamativo para él. Al ir hacia la derecha vio un puente  que conectaba este lado de la bahía con la que estaba en el horizonte, dándose cuenta que estaba destruido y cubierto de algas marinas y otras plantas. Luego giró hacia la ciudad-fortaleza con la que estaba conectada, al otro lado. Grandes muros sobresalían hacia el mar y un poco mas allá. Empezó a ir ahora hacia su izquierda, yendo incluso mas allá de las fortificaciones... y entonces lo vio.

—¿Y eso que está volando? —preguntó. Sus  acompañantes le miraron, y su superior le pidió que le devolviera los binoculares para verlo. Al fijarse, vio que parecía un misil blanco y grande, con alas, y que había salido del lado de San Francisco y estaba cruzando la bahía. Al ponerse por encima cerca de Oakland, cayó en picada y al impactar, una gran explosión salió de su lugar. 

Incluso a esa distancia, el grupo sintió levemente la onda expansiva. 

—¿Y eso? —preguntó Paulo intrigado.

—¿Era un misil de crucero? —inquirió Hans. Lo había visto en algunos de sus libros de historia.

—Precisamente —contestó Juan—. Parece que San Francisco ha conseguido armamento avanzado. Se están tomando la amenaza bastante en serio.

Desmond y Asama se miraron entre ellos con preocupación, recordando la conversación. ¿Era buen momento para decirlo?

—Disculpe señor Carrasco, pero ¿un ataque así no parece exagerado? —preguntó el joven Péricand, tratando de tantear el terreno.

—Pues hasta cierto punto sí, a menos que hayan visto una gran cantidad de zombies para borrarlos de un golpe. Pero yendo a esa velocidad, deberían haber calculado muy bien el ataque, porque esas armas son muy imprecisas.

"No están atacando zombies", pensó Desmond horrorizado.

—Pero bueno —continuó el oficial—, los de las ciudades-fortalezas siempre exageran las amenazas. Están tan obsesionados con su seguridad que siempre sobrerreaccionan. Cuando vayamos al centro, solo hay que tratar de ponernos en contacto con la milicia local, algún oficial citadino y estaremos a salvo. 

Desmond llevó su mano a su cara, mientras Asama giraba su cabeza de un lado a otro.

Tras observar un momento mas, salieron a explorar los bosques cercanos para ver si había algo, como un zombie. Para su sorpresa (excepto para los dos enterados), no vieron ninguno.

Regresaron a la hora de almuerzo. Los rangers llevaban para campañas concinas tiradas por caballos o camiones, los cuales llevaban de todo para comer. Esta era una estructura de metal grande que estaba dividida en tres compartimentos. Uno consistía en una gran olla de ciento veinte litros, otra era una mas pequeña donde se hervía té o café, y el último era un espacio grande donde se ponían fierros con carne para poder asarlas. Cada compartimento tenía su propia cámara debajo para colocar troncos para encenderlos, además de una caja especial para almacenar la ceniza que cae y retirarla. En medio de la máquina había un largo tubo que servía para que el humo escapara. Una cavidad especial en un lado servía para guardar latas de alimentos e ingredientes.




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