Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

La Nueva Misión

El reporte final indicaba que sacaron seis personas vivas, de las cuales un adulto y un niño terminaron por fallecer por hemorragias internas. Los otros, dos adultos y dos niños, lograron sobrevivir y salir de cualquier riesgo. Todos los demás que encontraron estaban fallecidos. Los dos menores encontrados eran Daniel y María Belén. 

El ataque había dejado consternado a todos. Paulo en particular fue sacado y llevado al otro lado de la calle, donde Sophie y Janira trataban de que reaccionara. Le dieron una cantimplora para que bebiera, cosa que hizo tiritando. Al dejar de beberla, se quedó en silencio, aunque su garganta seguía tiritando y los ojos llorosos. La joven Gallagher leyó estas reacciones y lo entendió. Ya las había visto antes.

—Paulo, ¿acaso no quieres llorar?

Él levantó la mirada, sorprendido de esa pregunta. 

—No, no quiero llorar —contestado ahora sollozando.

—¿Por qué?

—¿Acaso llorar sirve de algo? ¿Estas lágrimas sacarán a las personas allí atrapadas? ¿Evitarán que sigan cayendo bombas?

Se hundió todavía mas. Sophie le miró algo conmovida, pero también con certeza.

—Tú no dices eso —comentó. A ella le parecía mas una frase repetida de forma mecánica, dicha sin convicción —. ¿Alguien mas te hacía decir eso?

"Niña lista", pensó él.

—Sí, mi familia. Ellos siempre intentaron protegerme y buscaban lo mejor para mi. Pero en la escuela era poco de eso. Debido a mi condición, muchos me miraban feo en la escuela. Se burlaban de mi, me decían "dedos de chicle" y "tuerto". Muchos se burlaban cuando hacía ejercicio físico, pues me decían que nunca les superaría o rendiría correctamente. Nunca me ayudaron en algo.

—¿Y qué mas? —preguntó Sophie con un tono afectuoso.

—Pues mi familia, especialmente mi padre, que siempre me escuchaban cuando contaba mis experiencias, me decían que nunca mostrara debilidad ante ellos, mas aun llorando. "No se van conmover con tus lágrimas y dejar de molestarte", decía él. "Mas bien, la van a usar como excusa para burlarte todavía mas de tu situación. Tú solo muéstrate firme ante ellos, ignóralos totalmente y demuéstrales que se equivocan. ¿Dicen que no eres bueno en deportes? Pues sé el mejor deportista de tu clase, gánate su respeto, que se avergüencen de burlarse de alguien como tú".

—Y por lo visto lo lograste —comentó Janira —. Por eso eres tan bueno en actividad física.

—Sí. Llegó un punto en que fui seleccionado para participar en torneos interescolares, y a partir de allí, dejaron de molestarme. Y no volví a llorar o querer llorar.

—Entiendo —contestó Sophie para luego acercarse y darle un abrazo—. Ahora por favor olvida esa mentalidad con nosotros. No somos tus compañeros de la escuela, ni mucho menos tu familia para decir esas barbaridades. Llora si quieres, nadie te va a juzgar, te vamos a apoyar. Y es cierto, las lágrimas no van a cambiar nada, pero no nunca estuvieron hechas para eso. 

El soldado Berger sintió como las lágrimas empezaban a caer por su mejilla. Cerró los ojos y se apoyó en el hombro de su compañera, su amiga, mientras sollozaba mas fuertemente.

Todo el pelotón escuchó este relato en silencio. Él nunca se había sincerado y, excepto tal vez cuando falleció Valentina, nunca lo habían visto roto de esa manera. Hans en particular parecía embelesado con esa historia, no solo conectó con ella, si no que, hasta cierto punto, encontraba razón a las palabras del padre de Paulo ("al menos no las decía malintencionadamente", pensaba). Aun así le costaba concentrarse en ella, por todo el ruido de gritos, lloros y exclamaciones que se hacían durante el rescate de las personas entre los escombros. Fue tanto así que en una se giró para mirar y se encontró con Alexis Sorenson a su lado. Se sobresaltó al verla.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué? P... perdón si te asusté, disculpa. Es que tu amigo estaba desesperado sacando escombros para rescatarlos cuando llegamos. Lo vi bastante... mal.

—Sí. Gracias por preocuparte.

Ambos se quedaron allí quietos y en silencio, a la espera de que Paulo se calmara. En un momento, Alexis se rascó la cabeza con la mano izquierda. Hans se giró para mirar y allí vio como la manga se había caído, revelando su brazo. Y allí vio cicatrices de cortes en su muñeca. Esto pilló de sorpresa al joven, quien casi instintivamente pregunta por tales marcas, pero a último momento se contuvo y no dijo nada, por considerarlo fuera de lugar. Se quedó pensando en su "freno social de emergencia" que había creado para estos casos y las veces en que había fallado, provocando situaciones incómodas con comentarios o acciones fuera de lugar, un mecanismo que definitivamente le habría sido útil cuando era mas joven, antes del tratamiento. Alexis, por su parte, vio como Hans terminó hablando solo en voz baja. No terminó entendiendo todo, pero le pareció que estaba despotricando contra las ciudades-fortalezas.

Al terminar los rescates, se preparó el funeral de los cuerpos rescatados. La gente había decorado el lugar de la tragedia con tiras de género de múltiples colores, colgándolas de donde pudieran. Los niños colocaron peluches y juguetes de madera por los menores fallecidos. Se encendieron velas en las zonas cercanas, y los que eran creyentes se quedaban a rezar por bastante tiempo. Los carros que llevaban los ataúdes iban a ser escoltados por la milicia local, pero tras una conversación, se dio permiso para que los rangers también lo hicieran, en reconocimiento por haberlos ayudado en las tareas de rescate. Janira y el oficial Carrasco estuvieron en la comitiva, marchando al lado izquierdo de la caravana a medida que avanzaba hacia el lugar de reposo.

Cuando pasaron por la zona del ataque, fue cuando la gente mas empezó a gritar mas fuerte, a aplaudir mas fuerte, y a llorar mas fuerte. Llamaban a los fallecidos por sus nombres, les agradecían por algo que hubieran hecho por ellos. A medida que se fue bajando la intensidad, el padre Pierre tomó su guitarra y comenzó a tocar una canción, comenzando que con un solo de arpegios y rasgueos, la cual fue progresivamente llamando la atención de los presentes, quienes finalmente se unirían al canto al unísono, pues conocían la canción.




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