Cuando por fin logro abrir mis ojos, puedo reconocer el lugar de inmediato. La enfermera Joy se acerca donde estoy recostado y esboza una sonrisa.
- Al fin despiertas.
- ¿Qué me paso? – Pregunto todavía confundido.
- El golpe que te diste al tropezarte con el balón fue muy fuerte y quedaste inconsciente un momento. Iré a darle la noticia a tus padres, ellos están muy preocupados.
Mis padres llegan a explicarme que paso y asegurarse que todo este bien, gracias a ellos recuerdo que Kimberly se encuentra en esta enfermería también.
- Disculpe, ¿sabe donde se encuentra Kimberly Linárez?
- Se refiere a la chica que se rompió la nariz.
- Sí, ella, podría decirme donde la encuentro.
- Esta en el cuarto de a la par, a la pobrecita le dieron un pelotazo en la nariz. Estos mocosos sin cuidado siempre haciendo de las suyas sin hacerse responsable de sus acciones.
Dejo a la enfermera hablando sola y me encamino hacia donde se encentra Kimberly. Toco la puerta para avisar mi llegada y una dulce voz me responde.
- Adelante.
Abro la puerta y mi sorpresa al entrar al cuarto es que Pamela está ahí.
- Vienes a ver cómo está… - El aire se me corta y no sé qué responder – … Que lindo gesto. - Una hermosa sonrisa se forma en sus perfectos labios. - Yo la acompañe mientras estaba acá para asegurarme de su seguridad, después de todo soy la Presidente Estudiantil…
- ¡¿Qué haces tú aquí!? – Kimberly ha despertado y cuando me ve, rápidamente interrumpe a Pamela.
A juzgar por como quedó su nariz y todo el algodón que se utilizó para calmar su sangrado fue un golpe muy fuerte.
- Tranquilízate Kim, solo vino a ver como estabas, se sentía apenado. – Trata de explicar Pamela.
- ¡Que remordimiento va a tener ese…! - Kimberly parece más que alterada que la última vez que la vi así.
- Solo quería pedir disculpas. – Finalmente susurro. Y un abrumador silencio nace en aquel cuarto.
- Ves, es un buen chico. – Dice Pamela tratando de romper el incómodo silencio.
- Como sea… - Kimberly parece enojada y nada podrá cambiar eso.
- Bueno, espero estén bien, nos vemos. – Digo apresurándome antes que la situación pase a algo peor. Lo único que llevo de este encuentro es que Pamela me considera un buen chico.
Cuando salgo de la enfermería pude darme cuenta de que estuve mucho tiempo ahí dentro. Ya era tarde y la única que seguía ahí afuera era Saraí.
- ¡Ya era hora! – Me reprocha.
- En mi defensa, yo no te pedí que me esperaras.
- De nada, por cierto.
- Te lo compensaré, algún día, te lo prometo.
- Pues ahora tengo ganas de un café, es lo menos que puedes hacer luego de esperarte como tres horas.
- No fueron tantas. Tienes suerte que haya un café camino a casa.
En realidad, nos desviamos tres cuadras, el tiempo suficiente para explicarle lo que paso en la enfermería y hablar de otras cosas.
- Sabes que la otra semana son los parciales. – Me dice Saraí, mientras esperamos nuestros cafés.
- Oscar me comento algo, pero no sabía que eran tan pronto. A demás por los entrenos tuve que faltar a algunas clases y no me siento preparado.
- Yo no estoy tan bien como quería, pero estoy mejor que tú.
- Sí tú deberías de ayudarme a estudiar.
- Claro, si quieres podemos estudiar en mi casa, el tiempo que nos queda.
Y así fue, pasamos estudiando todo el fin de semana que nos quedaba, todo lo que vimos en un par de meses, nosotros lo aprendimos en un par de días. Ambos estábamos confiados en que responderíamos bien y tendríamos buenas notas; aunque siempre creamos un plan de emergencia por si necesitábamos alguna respuesta.
Ya en el instituto, cada uno en su escritorio esperando que la profesora Sofía terminará de repartir los exámenes, y la mirada cómplice que Saraí y yo lanzamos antes que la profesora autorice empezar a resolver el examen.
Una hora y seis minutos han pasado desde que la prueba empezó, más del setenta por ciento de la clase ya ha terminado, por lo que solo quedamos como diez personas en el salón.
“¿Cuándo se inició la Segunda Guerra Mundial?” Es la pregunta que necesito para terminar con este fastidio. De todo lo que estudié, las fechas nunca me las pude aprender, al parecer mi única opción es preguntarle a Saraí, y para ello tengo que activar la alarma.
Dejo caer mi lápiz cerca de ella, pero junto con el lápiz mande el papelito con la pregunta. Ella lo recoge y toma el papelito, luego de apuntar la respuesta en el mismo papelito y me lo pasa para que pueda leerlo y salvarme de esto.
- ¡Joven! ¿Qué tiene ahí? – La profesora, quien estaba al otro lado del salón, grita para que todo el mundo se de cuenta de lo que estaba haciendo.
- Mi lápiz se me cayó. – Logro decirle sin pensar lo peor.
- Me refiero a esto. – Dice al momento de agarrar mi lápiz y encontrar el papelito en el.
Solo puedo esperar lo peor.