Respiro hondo muy despacio, notando como mis pulmones se llenan hasta tal punto en el que ya debo soltarlo todo y expirar con tranquilidad.
Los peces me pasan por los costados, como si yo no existiera, como si fuera invisible, y lo único que yo puedo hacer es contemplarlos desde la lejanía.
-Sea...
Frunzo el ceño al escuchar la voz de un chico, suave, tierna, que me acelera el corazón.
-¿Quién me llama?
-No te hagas la tonta, que ya nos conocemos- suelta una risa alegre desde algún punto, haciéndome sentir envidia por tanta felcidad acumulada- soy...
-¡Buenos días a todos!-grita como cada mañana el presentador de la radio a todo pulmón- espero que estéis de un humor increíble porque hoy os traigo un canción que estoy seguro de que a todos nos llega al corazón, esto es Faded, de Alan Walker.
Gruño aún con los ojos cerrados, frustrada.
¿De quién era la voz de mi sueño?
¿Lo conozco?
Me tapo la cara con la almohada intentando no oír la voz del presentador, pero es imposible, se escucha igualmente.
¿Quién en su sano juicio hablaría mientras suena una canción? Exacto, este estúpido ser.
Pero justamente por eso lo tengo como despertador, porque es tan irritante que consigue que me levante por las mañanas, así que aunque lo odie, me es útil.
Al cabo de unos minutos, me levanto y abro el armario. Comienzo a sacar ropa dentro de el, como todas las mañana, en busca de algo decente que poder ponerme y no ir hecha un desastre justamente hoy. Cuando al fin encuentro un suéter gris y un pantalón blanco largo, salgo de mi habitación mirando la fecha que mi móvil marca mientras reprimo mis ganas de gritar. Hoy no estoy sola.
-Hola- saludo a mis padres que están en la cocina, mirando sus teléfonos fijamente.
-Buenos días, ¿vas a desayunar algo?- niego con la cabeza aunque no me esté mirando.
-¿Sabéis qué día es hoy?- por fin, levantan las cabezas y me observan, analizándome.
-¿Navidad?- contesta mi madre.
-¿Pero qué dices, Susan? Si estamos en mayo- le chista mi padre.
-Lo siento, Fred- ella pone los ojos en blanco y vuelve a mirar la pantalla.
-Concretamente hoy es 18 de mayo- hago una pausa para ver si caen- ¿no os suena?- enarco una ceja y los dos niegan con la cabeza, concentrados en otras cosas- claro que no...
Suspiro, estoy cansada de siempre lo mismo.
Cojo mi mochila y abro la puerta de casa. Pienso en despedirme de ellos, pero... ¿para qué? si ni siquiera me están prestando atención. A veces ni se acuerdan de que existo, así que mejor no decir adiós.
Espero dos minutos en la entrada y desde la derecha aparece el coche negro que siempre conduce Guzmán. Entro en el auto sin poder dedicarle una sonrisa alegre como hago todos los días, no estoy de humor. Odio este día.
-Hola, Sea- asiento con la cabeza y cierro los ojos, intentando no llorar.
Su alegría me causa angustia en estos momentos.
-Por favor, no lo hagas- le pido con la voz rota.
-¿El qué?
-Sabes a lo que me refiero, y aunque es un detalle bonito... No podría soportarlo- trago saliva deshaciendo el nudo en mi garganta.
-Vale, me callo- y me lo creo, pero segundos después vuelve a hablar- sus padres no...
-No- le corto, seca.
Él comprende la amenaza que hay oculta en mi voz y no dice ninguna palabra en el resto de lo que queda de viaje. Aparca delante del instituto y yo me lo quedo mirando con un poco de temor, siempre tengo miedo por lo que me puede pasar en un día normal ahí dentro. Odio mi vida.
Abro mi mochila, saco mis gafas de sol, que uso para tapar mis ojos y me las pongo justo antes de despedirme:
-Adiós, Guzmán.
-Hasta luego, Sea.
Bajo del coche y camino lento en dirección a la entrada con la cabeza gacha, se que nadie me mira, que nadie me presta atención, pero yo siento que sí, así que prefiero esconderme. Paso el pasillo lleno de gente diferente e hipócrita que se queja de que la sociedad no les acepta tal y como son y luego ellos hacen exactamente lo mismo con las otras personas que son un poco distintas a ellos. Abro mi taquilla con el número de contraseña 2604 y saco los libros que necesito para las siguientes horas de clase.
-¡Hola, guapa!- doy un salto del susto.
-Me cago en tus muertos, Cin- ella ríe como toda una maníaca y me pasa un brazo por los hombros.
-En el fondo me quieres.
-Muy en el fondo.
-Pero me quieres- me saca una pequeña sonrisa y nos dirigimos a historia caminado más rápido de lo habitual.
-¿Por qué tan rápido?- ella se encoge de hombros y de la nada se para.
-Ay Dios, ¿cómo se me ha podido olvidar?- frunzo el ceño, extrañada.
-¿El qué?
-¡Sea!- grita como una loca- hoy es tu cumpleaños.
Tranquila, a muchos se les olvida.
-Ah.
-¿Ah?- me mira incrédula y yo pongo una mueca de indiferencia.
-Si, ah, no me importa mucho.
-Pero es tu cumpleaños- aclara como si fuera más que obvio el error en esta conversación.
Osea, tu.
Vaya, conciencia, yo también te amo.
-Lo se, gracias por recordármelo- ruedo los ojos.
-¿Por qué no te importa?
-Es el día en el que preferiría haber muerto en vez de seguir creciendo- lo pienso un momento- habría sido guay que me hubieran abortado.
-Tu solo dices eso porque no te das cuenta de las cosas que tienes- me pincha la mejilla derecha con su uña extremadamente larga pintada de color negro- cuando algo te haga seguir adelante, cuando de verdad sientas que debes luchar, se que lo harás y no te rendirás, igual que luchaste por nacer e igual que luchas cada día por seguir en pie- me sonríe de lado- solo necesitas tiempo.
-Si tu lo dices...
-Lo que yo digo va a misa y punto- entramos a clase y nos sentamos en la cuarta fila.