---Ocho Años---
Para este punto, todo se ha sabido.
Fue bastante satisfactorio después.
Saber que la verdadera Atena esta donde pertenece, dirigiendo el santuario.
Sé que existieron bajas, más de las que cualquiera hubiera deseado.
Tuve que explicarle a Kiki, cuando me presente en cinco picos, para brindar mi apoyo en aquel lugar.
Vestir la armadura de Aries después de tanto tiempo, se sintió extraño, pero reconfortable.
Como si… De alguna forma, mi maestro… No… Como lo que es, todos aquellos que vistieron Aries, estuvieran a mi lado.
Me sorprendí como lo tomo mi pequeño, al principio me pregunto ¿Por qué no fui capaz de contarle nada?
Le dije la verdad… Que quería que el escogiera, lo que de verdad deseaba, que no solo lo hiciera por seguir mis pasos.
Después fui bombardeado por tantas dulces preguntas.
-¿Cómo se siente ser un caballero dorado?-
-Todo el entrenamiento que hice ¿Sera suficiente? O… ¿Debo hacer más?-
-¿Me entrenara de manera formal?-
-¿Tendremos que estar en el santuario ahora?-
-¿Podemos regresar a Jamir?-
Todo esto se lo respondí, aunque… Le declare que era mejor hacerlo después de que esta batalla acabara.
Aunque su manera de ser, algo traviesa, hubiera provocado algunas heridas en el caballero del Dragón.
Y que sin duda les causó más de un dolor de cabeza a los muchachos de bronce.
Kiki estaba fascinado por estos jóvenes.
De un momento a otro, deje de ser una figura de admiración, a pasar ser solo de autoridad.
Fue un cambio que se doy en tan solo un tiempo corto.
Dolió, pero… Es parte del crecimiento de todo niño.
Me sentí tranquilo, sé que esto solo sería un corto tiempo, no morí en esta vez, pero nada me garantiza que la próxima algo así suceda.
Por eso, en mi mente es correcto que Kiki comience a encariñarse con otras personas, que entienda que no está solo, si yo llego a faltar.
Su entrenamiento se volvió más arduo.
Así como mi maestro lo hizo conmigo, debía entrenarlo de manera correcta, no quiero que muera… No quiero que salga gravemente herido.
-Ja, ahora comprendo más que antes-
Estoy de nuevo en el primer templo.
-Aires no ha cambiado… Yo si…-
Caminar por este templo, en esta oscuridad, el silenció es tan recortable y aterrador.
No negare que las memorias golpearon peor que antes, no es un dulce, dulce hogar, pero fue lo que conocí de niño.
Tocar estas paredes, son tan frías.
-De nuevo estoy protegiendo Aries… Como siempre debió ser…- Suspire, apretando algo mi mandíbula.
Extraño ser el alumno, pero no importa… Ahora soy el maestro y primer guardián.
Por el momento, todos nos hemos tratado de poner al día.
Con Aldebarán fue bastante fácil, como si no hubieran pasado trece años, solo días… Al fin de cuentas fuimos bastante cercanos de niños.
Me conto tantas cosas que hizo, como mejoro sus técnicas y que en su interior… Sabía que no era un desertor.
Se disculpó por no poder ir a verme, pero si lo hacía, sería peligroso.
Las risas no faltaron, y de inmediato Kiki y Aldebarán se hicieron amigos.
Cuando nos pudimos reunir todos, después de aquella larga travesía que sufrieron los de bronce.
Converse con Aioria, se sentía tranquilo, aliviado, porque por fin se hizo justicia a su hermano, que lo reconozcan como alguien bueno y no un maldito traidor.
Deje que hablara, nunca se le había dado el hablar por mucho con alguien que no fuera Aioros o Shura.
Esa noche en la que Saga… Cometió actos imperdonables… Destruyo tantas vidas.
Yo tenía a donde ir, pero… Aioria no, se tuvo que quedar y sufrir todo él solo.
Mientras hablamos… Vi como sus ojos se llenaron de lágrimas, pero su sonrisa estando presente en sus labios…
Ese sentimiento de que ahora todo estará bien, lo comprendo.
Levanto mi vista al cielo, y trato de divisar la constelación de Aries.
-El santuario está en una paz momentánea maestro, puede estar tranquilo- Mi sonrisa es sincera, por primera vez… Mi corazón y mente están en una completa calma.
Pasando de nuevo los recuerdos actuales…
Nunca creí sentir un abrazo de Milo como aquel… Efusivo como él mismo.
Pero reconocí su mayor dolor, nunca fue un secreto para nosotros, que Camus y él compartían más que solo una amistad.
Los deje de ver siendo aún unos niños, pero sé que… Lograron en algún punto confesar su amor.
Ahora, cada noche, podía sentir el cosmos de Escorpio… Que bajaba todos los templos, hasta salir del santuario y dirigirse al cementerio…
Nunca le diría nada, es su manera de llevar el luto, lo comprendo… Sé que necesitara tiempo…
Todos lo necesitamos en algún momento.
-Creo que ahora… Estoy para todos, quiero ayudarlos si me es posible-
-¿Qué se siente volver a dónde perteneces?-
-Es reconfortable…-
-La Atena de este siglo, cumplirá con su deber-
-¿Estuviste alguna vez de acuerdo con lo que Saga proclamo?-
-Sí, no te mentiré… Pero sé que esa no fue la mejor forma-
Deje escapar un suspiro –Esta bien… Todos tenemos ideales diferentes-
-Sabes… Me alegra que volvieras-
-Gracias, me siento bien al estar de nuevo aquí-
-Espero verte alguna vez en virgo-
-Puede que si-
Esa conversación, tan banal, pero…
-¿Por qué siento que es lo que esperaba?- Bajo un poco mi mirada, mis mejillas sé que están rojas, mi corazón latió tan rápido al estar hablado con Shaka.
Prefiere hacerlo vía cosmos.
Siempre igual… Como cuando lo ayude a salir de aquel lugar junto con Fénix.
-¿Realmente necesitabas ayuda?-
Tan orgulloso y me lo pediste a mi… Trato de comprenderte Shaka, pero… Eres un enigma que ante mí… Siento que te revelas un poco.
Recargo mi espalda en aquella pared, cruzado de brazos.
-No me confundas… No se… Creo que fuiste tú… Pero pienso que son mis sentimientos jugándome una mala broma-