Observo el despliegue de sillas que han puesto para la ocasión, no serán necesarias tantas. Mi madre solo se relacionaba con Marion, nuestra vecina desde hace más de diez años, y algún que otro compañero de trabajo, pero dudo que ellos acudan a su funeral.
Marion me sujeta del brazo, pegándose a mi cuerpo para taparme con el paraguas, y que no me moje la lluvia. Es irónico, en Arlington, Florida, no suele tener precipitaciones en esta época del año. Si fuese una persona espiritual creería que los elementos se han confabulado para llorar la perdida de mi madre, algo que yo soy incapaz de expresar.
El oficiante revisa la hora en su reloj de pulsera, y le indico que puede dar comienzo. Al principio se extraña un poco y mira de soslayo a Marion para asegurarse de qué hacer. Ella, asiente.
Nos mantenemos de pie, debido a que los asientos están empapados, y le pido brevedad, no quiero regodearme en el dolor, y los recuerdos.
Mantenemos silencio escuchando las palabras que ha escogido con anterioridad Marion, y cuando se aproximan dos ayudantes para bajar el féretro a la tumba, me giro. Prefiero recordar a mamá de otra manera, no así. No de esta forma.
―¿Quieres que te deje a solas unos minutos para despedirte de ella? ―me pregunta Marion sosteniéndome del hombro, y dándome fuerzas.
―Vámonos a casa ―le indico, en tono bajo y melancólico.
«Casa…», repito en mi interior.
Asuntos sociales ya se ha puesto en contacto con Marion, tengo que viajar en cuestión de días a Hot Springs, Montana. A partir de ahora viviré con Red, mi padre, el único familiar directo que me queda. Un hombre a quien apenas conozco, en un pueblo perdido en mitad de la nada, y donde las temperaturas son tan extremas en invierno que asustarían al mismísimo Yeti.
Avanzamos dirección al coche por un pequeño sendero que limita con varias lapidas. Sigo sin entender qué ha pasado, cómo ha podido ocurrir todo esto, y llevo dos días en una pesadilla de la que no logro despertar.
Sé que mi vida tal y como la conocía hasta este instante, cambiará. Introduzco la mano en el bolsillo de la chaqueta, y aprieto con fuerza el colgante de mi madre. No estoy segura qué me deparará el futuro, lo único que sé con certeza es que nada puede ir a peor.
¿O sí?