Ultralita

9. Asesino

WILLIAM

Estrecho la distancia que hay entre el coche de Destiny y el mío. La llevo siguiendo desde que dejó el instituto, necesito comprobar con mis propios ojos que no es una amenaza.

Aumenta la velocidad, y por consiguiente suelto una maldición. «¿Es que no sabe lo peligroso que es conducir de esta manera?», me pregunto mientras aprieto los dientes con fuerza.

Aún no me puedo creer que esté sucediendo esto, que las ma҂inkin existan, y que me haya exigido mi padre que siga a Destiny de cerca. Cuando era un niño, él nos relataba a mis hermanos y a mí, las tenebrosas historias de estas mujeres, y lo peligrosas que eran para la humanidad. Cualquier persona que vea a esta chica por primera vez jamás pensaría que se trata de una amenaza.

Evoco el recuerdo de la emboscada a la que la sometí en la biblioteca, ahí fui capaz de fijarme en los detalles de su rostro, tiene uno de esos que se observan y no se olvidan nunca. Tiene los ojos grandes de un tono marrón claro con diminutas virutas ambarinas, no pude distinguir dónde acababa el iris y empezaba la pupila. Me sostuvo la mirada de una manera perturbadora, y cuando le dije que no debería de estar allí, me fue totalmente imposible no mencionar su nombre saboreando cada silaba.

Me maldigo por pensar de esta forma, no puedo permitirme caer en su embrujo, no quiero acabar como William Fernie.

Dejo aparcado el coche en la entrada del camino que da a la casa del jefe forestal Miller, y realizo el resto del camino a pie, no quiero que nadie se de cuenta de que estoy aquí. Por suerte se ha hecho de noche, y hoy hay luna nueva.

Rodeo la cabaña con sumo sigilo, y me aproximo a uno de los ventanales para escuchar a hurtadillas.

―¡Lo siento! No lo hice a propósito ―le dice Destiny a su padre.

―Me has dado un susto de muerte, ¿acaso no podías haber dejado alguna nota para avisarme?

―¡Cuántas veces tengo que disculparme! ―grita ofuscada.

―No me sirve de nada una disculpa, si vives aquí tienes que avisarme a dónde vas, y si llegarás tarde. No puede ser que regrese a casa, y no te encuentre por ningún sitio.

―¡Eso no pasaría si en este pueblo funcionase algo! ―Debe referirse a la cobertura móvil.

―Podías haber llamado al teléfono de casa, menos mal que se me dio por pensar en que habías tenido algún percance con el coche y llamé antes a los Couture ―escucho como suspira, y continúa―. Y, por cierto, ¿qué hacías allí?

―¡¿Ahora no voy a poder hacer amigos?! ―Sale a la defensiva.

―¿Lincoln y tú sois amigos? ―Miller pregunta con escepticismo.

―Me cae bien. ―Enderezo la columna, y los veo en la mitad del salón. Ella con ambos brazos cruzados, y él observándola con una mirada llena de angustia― ¿No puedo ir a la reserva?

―Puedes… pero que no se repita algo similar.

Destiny suaviza su rostro formando una sonrisa que le ilumina la cara, el padre da un paso al frente y la abraza torpemente con un brazo dejando un beso fugaz en su cabeza.

―¿Quieres que intente hacer algo de cenar? He ido a la compra ―le comenta ella.

―No tengo mucha hambre, no es necesario que te pongas a cocinar por mí.

―Entonces subiré al dormitorio, tengo que realizar un par de ejercicios para mañana, y aún no los he terminado.

―Está bien.

La chica gira sobre sus pies, y empieza a subir los escalones hacia el segundo piso. Se frena un instante y voltea la cabeza. Me agacho con rapidez para que no me descubra.

―Papá…

―¿Sí?

―¿Tú sabes alguna leyenda de los Kootenai?

―Por desgracia no. Son muy reservados, como ya te he comentado, no van pregonando por ahí sus creencias ancestrales. Su cultura se transmite por vía oral de padres a hijos en una lengua que solo ellos comprenden… ―Miller vuelve a quedarse en silencio― ¿Por qué me lo preguntas?

―Por nada, simple curiosidad ―oigo como vuelve a subir las escaleras, cuando de pronto dice―: Papá, ¿hay algún familiar de mamá en Montana? Me refiero a si tengo abuelos, tíos o primos.

―No ―dice tajante.

―Vaya…

―No te quedes hasta tarde despierta ―le indica él.

―¡No lo haré!

Intrigado, me alejo de la fachada de la cabaña alzando la vista hacia el segundo piso. En esta parte no hay ventanas, así que me dispongo a rodear de nuevo la casa. Termino dando con una ventana con luz en la parte trasera, por suerte un árbol de gran tamaño está situado enfrente. Trepo por el tronco, las ramas son tan espesas que es imposible que me llegue a ver.

Tiene una cortina semitransparente de color blanco, y no realizo esfuerzo alguno para dar con la figura de Destiny. Se ha posado encima de su cama, y revisa con ojos curiosos el colgante.

«¿Habrá descubierto ya qué es?»

Me quedo unos minutos más contemplándola, se ha levantado de la cama para dirigirse al escritorio a realizar los ejercicios del instituto ―cosa que yo también debería de hacer―. El año pasado repetí curso por culpa de lo distraído que estuve al enterarme de la verdad y no quiero que se repita lo mismo.

Desciendo del árbol fijándome donde coloco los pies para no matarme. Abandono las tierras de Miller, y regreso al coche.



#46189 en Novela romántica
#2998 en Paranormal
#953 en Mística

En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.