Ultralita

14. Túnel

Tengo tantas preguntas en la mente que aun no han sido esclarecidas. Lincoln me sujeta del antebrazo tirando de mí, y revisa a nuestro alrededor cada pocos pasos que vamos avanzando que nadie nos siga.

El sendero por el que accedimos al bosque se ensancha a medida que nos acercamos a la casa de Red. No puedo regresar sin conocer todos los detalles, no puedo permitirlo.

―Lincoln, espera ―le indico frenándome a escasa distancia del porche―. Necesito saber, y que me aclares lo que acabas de insinuar, qué le sucedió a mi madre, y… ¡Necesito respuestas!

―Podemos charlar en otro momento Des, ahora deberíamos entrar ―insiste, pero me niego cruzándome de brazos y retándole con la mirada ―. Está bien, pero date prisa.

«¿Estará William vigilándonos?», mis pensamientos vuelan hacía él sin poder evitarlo.

Exhalo, y cierro los ojos por un instante para serenarme antes de verbalizar todas esas dudas y cuestiones que me atormentan. ¿Por qué ahora que me lo pone en bandeja me resulta tan difícil escoger una con la que comenzar?

―¿Por qué yo, ―cuestiono― es por culpa de esta gema? ―agarro el collar en un puño, si tirase de la cadena la rompería con facilidad.

Es posible que siendo una niña de diez años soñase en convertirme en una de esas protagonistas que adquirían poderes asombrosos como volar, mover las cosas con la mente, esas que luchaban contra el mal y siempre salían victoriosas. ¡Pero esto es la vida real! ¡¿Por qué a mí?!

―Lo has heredado ―dice, escueto.

―Eso no es posible. Yo antes no…

―Se aproxima tu décimo octavo cumpleaños, ese es el motivo ―me interrumpe.

―¿Qué? ―no comprendo nada― Debes estar equivocado, ha de ser por culpa de este pueblo, las montañas u otra cosa ―me niego a creer que mamá me ocultase algo tan enorme como que soy, qué ¿una bruja? ¿Un bicho raro de la naturaleza?

―Des ―Lincoln susurra mi nombre, realizando un gesto con el dedo índice que coloca sobre sus labios, para que no alce la voz, quizás temeroso a que nos puedan escuchar terceras personas. Intento calmarme, y retomo la conversación.

―¿Quieres decir que es algo genético, que no puedo huir de esto? ―Él asiente, y revisa por encima de mi hombro. Su mirada se pierde en la lejanía del bosque, y frunce el ceño― ¿Y qué significa eso? ¡Me saldrán alas y echaré a volar! ¡Ay, no! Que solo necesitaré una escoba para irme de vacaciones a Europa.

Llevaba tiempo sin que saliese mi sarcasmo a flote, y este momento es el idóneo para rescatarlo.

―¿Qué dices? No ―niega, volviendo a centrarse en mi―. Por lo que sé, tu abuela era capaz de leer la mente de cualquier persona, tu madre en cambio tenia la capacidad de ver el futuro. Cada ma҂inkin a lo largo de la historia ha mostrado una destreza distinta, por ejemplo, tu bisabuela según cuentan era capaz de realizar viajes astrales.

«¿Viajes astrales?», tendré que buscar en qué consiste porque no tengo ni idea.

―En caso de que estés en lo cierto, que no aseguro que sea así ―le aclaro―. ¿Qué poderes tengo yo?

―No lo sé, lo averiguaras poco a poco.

―Eso no me tranquiliza.

―No estas sola, es mi deber protegerte y ayudarte ―la solemnidad con la que lo dice es abrumadora.

―No tendrás que hacer nada, porque no soy lo que dices que soy. ―Es posible que, si lo repito en alto, y no solo en mi cabeza me despierte de esta pesadilla.

―No lo insinúo, lo sé. ¿Me vas a negar que ayer no experimentaste algo extraño?

―No sé lo que me pasó ayer, puede que sea estrés post traumático, o que se haya escapado algún gas alucinógeno de una de las minas que nos rodean. Estamos rodeados de montañas, y cuando me trajo Red en coche desde Missoula vi varias indicaciones. Esa es una explicación lógica, ser una bruja no lo es.

―Bueno, de cierta manera todo comenzó por la avaricia de un hombre hacia esas minas ―comenta.

―¿La leyenda de la chica que me contó tu abuelo, sucedió de verdad? ―cuestiono.

―Nosotros no tenemos dudas sobre ello, existen evidencias en la prensa de la época que lo corroboran, puedes indagarlo si crees que es necesario.

No es que quiera poner en tela de juicio a Lincoln, pero es que lo que plantea es una total locura.

―No es que dude de tu palabra ―le aclaro―, pero debes reconocer que suena como sacado de una película de Hollywood, no puedes esperar que a la primera de cambio crea en algo así. No dejas de repetir, la palabra esa Ma ainkin, me aseguras que eres un guardián, ¡mi guardián sin ir más lejos! ―He comenzado a dar vueltas prácticamente en círculos gesticulando con los brazos― Y, además, está el asunto de los cazadores. ¿Qué esperabas que pasara? ¿Que diese las gracias?

―No es una broma Des, no subestimes jamás a un cazador ―adopta un tono serio, y dejo de moverme fijando la mirada en la suya.

―¿Por qué? Porque mi madre huyó cuando yo era un bebé de uno. ¡¿Tiene mi padre alguna idea de todo esto?!

―No, ni debe saberlo ―sentencia, acortando la distancia entre ambos.

―¿Por qué? ―pregunto furiosa.



#46175 en Novela romántica
#2997 en Paranormal
#951 en Mística

En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.