Umbra

Capítulo 5

No había dormido.

El viaje a la frontera no era un honor, aunque así lo presentaran. Era una vitrina. Un recordatorio para Aureth —y para Noxen— de que la heredera seguía siendo intocable.

La escolta la esperaba en el Patio del Alba: estandartes blancos, armaduras pulidas, rostros inexpresivos. Todo cuidadosamente calculado para parecer fuerza.

Vaelis subió al carruaje sin ayuda.

Desde dentro, el palacio parecía una jaula dorada que se alejaba demasiado lento.

El trayecto fue largo. Campos de luz cultivada dieron paso a tierras grises, donde la magia ya no obedecía con la misma docilidad. Vaelis lo sintió en la piel: una interferencia sutil, como un murmullo constante bajo la superficie.

—La frontera siempre fue inestable —comentó uno de los custodios—. No es lugar para la heredera.

—Entonces no debería estar aquí —respondió Vaelis.

El hombre no replicó.

Al mediodía hicieron alto cerca de un antiguo obelisco fracturado. Restos de una guerra que Aureth prefería llamar incidente histórico.

Vaelis descendió del carruaje.

La luz tardó en responder.

Un segundo.

Dos.

Lo suficiente para que un escalofrío le recorriera la espalda.

—Estamos siendo observados —dijo, sin saber cómo lo sabía.

Las espadas se alzaron.

El aire cambió.

No hubo explosión ni gritos. Solo una sombra separándose del paisaje, sólida, consciente.

Zyren apareció entre las ruinas como si siempre hubiera estado allí.

—Te advertí —dijo—. No era el momento.

Vaelis dio un paso al frente.

—No vengo por voluntad propia.

—Nunca lo hacés —respondió él.

La escolta reaccionó tarde.

El choque fue rápido, preciso. Zyren no atacaba para matar; desarmaba. La sombra se movía como una extensión de su cuerpo, bloqueando la luz sin consumirla.

Vaelis alzó la mano.

La luz respondió…

Y volvió a desviarse.

Zyren la miró, por primera vez con algo que no era hostilidad.

—Ya empezó —murmuró.

—¿Qué cosa?

—Tu reino te está usando como carnada.

Un grito a lo lejos.

Refuerzos.

Zyren retrocedió.

—La próxima vez no voy a interponerme —advirtió—. Elegí de qué lado vas a caer.

La sombra lo envolvió y desapareció.

Vaelis quedó inmóvil, rodeada de guardias que fingían no haber entendido.

Pero ella sí.

Aureth no la estaba probando.

La estaba ofreciendo.




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