Capítulo 6

Antes de ser comandante, Zyren había sido un niño sin reino.

Noxen no lo reclamó al nacer. Lo encontró.

Creció en los márgenes, donde la luz de Aureth llegaba debilitada y la oscuridad no era un monstruo, sino refugio. Allí aprendió pronto que la sombra no devoraba: protegía. Cubría a los que no podían permitirse brillar.

Su primer recuerdo no era un rostro, sino una huida.

El resplandor incendiando el cielo.

Los gritos.

Y una mano tirando de él hacia un lugar donde la luz no podía seguirlos.

Umbra.

No era un hechizo. No era una entidad.

Era un estado.

Zyren lo descubrió años después, cuando los instructores de Noxen comprendieron que su afinidad no era con la oscuridad común, sino con aquello que existía entre la luz y la nada. Umbra no destruía la magia rival: la contenía. La desviaba. La obligaba a recordar que no era absoluta.

Por eso Aureth la temía.

Por eso la negó.

Zyren ascendió rápido. No por ambición, sino por necesidad. Sabía leer el campo antes de que la batalla comenzara. Sabía cuándo retirarse. Cuándo interponerse.

La noche en que fue nombrado comandante, no hubo celebración.

Solo una advertencia.

—Si Umbra despierta del todo —le dijeron—, Aureth te señalará como hereje.

Zyren aceptó.

Ya lo era.

Desde entonces, cada enfrentamiento con la luz era una negociación silenciosa. Un equilibrio precario que nadie más veía.

Hasta ella.

Vaelis.

Desde el primer choque, Zyren lo supo: la heredera no canalizaba solo luz. Había una fisura en su vínculo, un pulso distinto. Umbra respondiendo desde el otro lado.

Eso nunca ocurría por azar.

Por eso no la atacó.

Por eso se interpuso.

Porque si Aureth descubría lo que dormía en ella, no intentaría controlarlo.

Lo destruiría.

Zyren observaba ahora desde la distancia, oculto entre ruinas antiguas, mientras la delegación se reorganizaba. La luz rodeando a Vaelis parecía más frágil de lo que debía.

—No sos el arma que creen —murmuró—. Y eso te va a costar todo.

La sombra se plegó a su alrededor.

El comandante de la oscuridad no protegía reinos.

Protegía equilibrios.

Y Umbra acababa de elegir un nuevo punto de quiebre.